Camino sin salida.

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--¡Ya no harás más daño, pequeño akuma!
--Bien hecho, Milady. Y tú, amigo --dice Chat, levantando un dedo admonitorio ante la nariz del estudiante akumatizado, que acaba de volver en sí--, intenta tomarte las cosas con más calma, ¿eh? Que no te hayan escogido como delegado de tu clase no me parece el fin del mundo.

El chico baja la cabeza, avergonzado, mientras la magia de Ladybug repara los daños causados por la pelea en el patio del instituto Fran¢oise Dupont. La heroína se acerca para tenderle la mano con amabilidad, ayudándolo a levantarse.

--Gracias --musita él con timidez.
--No hay de qué. Y, créeme, todo eso de representar a la clase suena mejor de lo que es en realidad, ¿sabes? Muchas responsabilidades y poca diversión.
--Vaya, vaya, ¿es que además de superheroína eres también delegada de tu curso? Eres una caja de sorpresas, bichito --sonríe Chat.
--En los últimos 3000 años me ha dado tiempo a ser muchas cosas, minino --contesta ella guiñándole un ojo.

El «bip bip» de sus pendientes les alerta de que el tiempo se está agotando, así que se da la vuelta para correr hacia la puerta más cercana, despidiéndose de ambos con un gesto. Chat la observa marchar con un brillo malicioso adornando su mirada. «Creo que volveremos a vernos enseguida» piensa, sonriente; «porque me temo que el camino que escogiste no tiene salida».

El alumno se aleja, atravesando la puerta del vestíbulo; pero Chat remolonea un instante antes de seguirlo, convencido de que Ladybug no tardará en deshacer el camino para buscar la verdadera salida, apurada por el acuciante sonido de sus pendientes. Al escuchar unos pasos apresurados a su espalda que confirman su predicción, su sonrisa se ensancha, y se gira para hablar con suficiencia:

--¿Necesitas que te guíe, Milady? Conozco el camin...
--¿Chat noir?
Coletas azabache, grandes ojos azules, mejillas sonrosadas... pero nada de eso pertenece a la chica que esperaba.
--¿Marinette? Oh... ¿hola? --saluda, sorprendido--. Perdona, yo... esperaba a Ladybug; me temo que, buscando la salida, ha terminado entrando en los vestuarios.
--Sí, yo, eh... Me he cruzado con ella. ¡Sí! Justamente ahora. Porque yo... claro, cuando he oído jaleo, pues me he refugiado allí --la chica gesticula, nerviosa--, y luego ella ha entrado, y ¡menudo susto!, pero cuando he visto quién era ya me he quedado tranquila. Y luego me ha pedido que compruebe que nadie entra mientras recupera las energías --resoplando, muestra los dientes en una sonrisa entre incómoda y satisfecha.
--¿Y qué hacías tú tan tarde en el instituto? --indaga él, enarcando las cejas.
--Verás, pues... como soy la delegada, me toca borrar la pizarra, comprobar que todo esté en orden, reunirme con los responsables de otras clases, y... ¡en fin! millooones de cosas aburridas como esas. Y por eso estaba aquí. Pero ya me voy. A casa.
--¿Pero no tenías que vigilar que no entre nadie?
--Sí, claro; pero no veo a nadie por aquí, ni por allí... y como no hay nadie cerca podemos irnos, ¿verdad? No vaya a salir Ladybug y nos encuentre todavía aquí charlando.

Chat escruta fijamente la puerta, como esperando que en cualquier momento asome una bella desconocida ya desenmascarada. Luego devuelve una mirada pensativa a Marinette, estudiando su rostro de una manera que hace que la chica trague saliva antes de regalarle la sonrisa más inocente que es capaz de esbozar.

--Chat, yo... ¿puedo pedirte un favor? --intenta desviar su atención.
--Claro, princesa. Dime --dice él, volviendo a su tono más galante.
--Bueno, me da un poco de vergüenza pedírtelo, porque seguro que estarás muy ocupado con... tus asuntos heroicos. Pero... tengo que confesar que he pasado un poco de miedo escondida ahí dentro, y... ¿me acompañarías a casa, por favor?
--Por supuesto --asiente él, todavía pensativo.

Ambos caminan en silencio. La cabeza de Marinette da vueltas; «¿Cómo he podido ser tan distraída? ¿Cómo sabía él hacia dónde lleva esa puerta? ¿Se habrá creído mis excusas? ¡Por todos los demonios, he estado a punto de revelarle mi identidad!». Su vista permanece fija en la punta de sus zapatos, evitando cruzarse con el resplandor de los ojos verdes del chico.

--Es aquí. Muchas gracias, Chat.
--Ha sido un placer acompañarte --musita él, cortés.
--Es extraño verte tan callado --dice Marinette, casi para sí misma.
--Es que... lo cierto es que hay una idea loca que no deja de dar vueltas en mi cabeza --sus ojos se clavan en los de la chica. Lentamente, extiende su mano enguantada para acariciar su mejilla con suavidad.

Marinette se estremece levemente, sosteniendo su mirada por primera vez en el camino. Él parece estar conteniendo la respiración, quizás reuniendo el valor para hablar. Ella, por el contrario, siente su pecho subir y bajar al ritmo de su corazón acelerado. La intensidad que transmiten sus ojos, la delicadeza del contacto, lo inesperado de la situación... sus mejillas enrojecen; ¿por qué no puede pensar con claridad? Justo ahora que intuye que le harán falta unas cuantas respuestas agudas para salir del atolladero...

--Marinette, tú... ¿eres... ella?
--¿A qué... te refieres? --intenta ganar tiempo.
--Marinette --repite su nombre con dulzura, y ella se sorprende pensando que suena bonito en sus labios--. ¿Eres tú, Milady?
Ella abre mucho los ojos, inhalando profundamente antes de contestar.
--Chat, te aseguro que es un honor para mí que hayas siquiera barajado algo así, y más sabiendo el aprecio que le tienes... lo que significa ella para ti. Pero... lo lamento; yo soy solamente... yo.

Incluso tras escuchar la respuesta, a él parece costarle un mundo detener el recorrido de sus dedos, que delinean la barbilla de la chica, y se dirigen luego a colocar un mechón rebelde de su cabello azabache detrás de su oreja. Ella aguarda, expectante, sin atreverse a predecir la respuesta que obtendrá, rogando por que la mirada felina de Chat no se detenga en sus pendientes.

--Supongo que eso habría sido demasiada suerte para un gato negro como yo --suspira al fin, encogiéndose de hombros, apartando su mano y sacudiendo la cabeza como si se esforzara en despertar de un bonito sueño--. Espero no haberte incomodado, Marinette. Que tengas dulces sueños.
--Gracias, Chat noir. Me ha gustado caminar a tu lado.

Tras un gesto vago de despedida y una mirada que ella no sabe cómo interpretar extiende su bastón y se aleja saltando de tejado en tejado.

Antes de desaparecer tras el horizonte, Chat se detiene para volverse una última vez, y a ella le parece percibir el brillo verde de sus ojos en la distancia, su silueta recortada contra la luna.

Continuará...

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