Algún día

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Advertencias: De alguna forma convertí esta historia en un drama sin precedentes. 

 I.


Era uno de esos días especialmente tediosos en que le resultaba imposible esquivar a su hermano y por consecuente a su insoportable grupo de amigos que le seguían mejor que su propia sombra.

Estaba sucio, herido y recogiendo lo que quedaba de su dignidad después de ser obligado a luchar con Lady Sif, una jodida valkiria (si aún existieran) y perder olímpicamente en una cantidad exacta de cinco minutos.

En su mente se reproducía una y otra vez el recuerdo amargo de las risas del séquito de Thor y los guardias que vigilaban las arenas de entrenamiento. Quería que lo partiera un rayo ahí mismo antes que volver a ser humillado de tal manera, tal vez en eso sí podría ayudarlo su hermano.

Negó dejando que la vergüenza fluyera por su sistema y el palacio lo guiara a un lugar más cómodo donde nadie pudiera continuar perturbándolo. Se adentró por jardines interminables de geometría y colores llamativos que iban en perfecta sincronía con el ambiente dorado de su tierra natal.

Le gustaba deslizar los dedos por los pétalos húmedos de las amapolas por la mañana y susurrarles palabras dulces a las rosas, dos plantas que había decidido traer desde su visita a Midgard, donde la barbarie y el caos no les dejaban subsistir. Si era honesto, no le agradaba ese mundo en particular, tal vez porque para tratarse de individuos tan efímeros lograban una destrucción mucho mayor a las que su hermano podía en todas sus guerras con los nueve mundos. No le daba buena espina el que seres tan volátiles y guiados por sus emociones expandieran su genética por un mundo en perfecta armonía, eran un peligro latente que les estallaría en la cara algún día. O eso le había intentado explicar como en tantas ocasiones a su padre que apenas le prestó atención por ir a felicitar a Thor y sus "maravillosos logros de batalla".

Rodó los ojos, antes de avanzar entre matorrales y árboles ancestrales que daban un aspecto más salvaje y realista de las tierras de Asgard. No le importó como en otras ocasiones que su cabello bien peinado se convirtiera en un revoltijo de mugre, hojas y pelos por todos lados, pues nadie más conocía ese lugar "su rincón para sentir lástima de si mismo y hacer lo que se le antojara".

Últimamente estaba haciendo mucho de lo primero, dejando salir sus frustraciones y obsesión por estar a la altura de Thor, siempre compitiendo y por ende perdiendo. Llevaban tantos años de lo mismo, tantas absurdas discusiones y la reprobación en la mirada de su padre que por ratos se imaginaba siendo un hombre común, ni mejor ni peor, sólo que lejos de la lástima y compasión que pudiera generar. Un hombre viviendo bajo su propia sombra y no la de un hermano carismático al que jamás podría igualar.

Cerró los ojos con fuerzas y botó todo el aire que llevaba acumulando, ser un segundo príncipe era asfixiante.

Desbloqueó el sello de acceso creado con su magia y como en tantas otras ocasiones se dejó maravillar por la luz dorada que bañaba aquel Valhalla de ensueño, al pie del estanque crecía un frondoso árbol con hojas que llegaban hasta el suelo y el agua, como si tratara del cabello de una doncella, más allá por donde tenía un baúl atiborrado de libros y mantas se lograba apreciar un camino de flores y piedras preciosas que disfrutaba seguir cuando sus pensamientos eran demasiado tortuosos o lastimeros. Y por último en un rincón apartado, una choza con terminaciones de oro donde solía descansar o comer hasta que pudiera recuperar fuerzas y continuar su infame rutina hasta el infinito.

Volvió a suspirar, acercándose a medida que se sacudía las hojas de la cabeza y refregaba con fuerza su ropa cubierta de polvo y sangre. Estaba tan metido en ello, que no se percató del enorme cambio en su adorable panorama.

Algún díaWhere stories live. Discover now