Extra

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Te encontré un viernes a mediodía sentado en un paradero con la mirada perdida y el ceño levemente fruncido. Tus cejas sólo llegaron a juntarse, en su expresión máxima de fastidio, cuando comencé a hacerte gestos desde el otro lado de la acera. Sé que frunces el ceño porque sabes que soy inmune a tu malhumor, porque no hay manera de que logres alejarme Nigthmare. Conmigo puedes darte esa licencia sin correr el riesgo. Tal vez si no tuvieras esa certeza, no vería tan seguido esa graciosa y cínica cara de disgusto tuya.

Me senté a tu lado y te empujé un poco con mi hombro. Te dije "hey, que coincidencia". Con una mirada cáustica me respondiste que al parecer no era tu día de suerte y yo te dije que tu suerte acababa de llegar a sentarse a tu lado. Noté por tu nerviosismo que estabas atrasado, te delataba la manera en que mirabas tu reloj.

Me parece increíble que todavía haya personas que usen relojes de pulsera de manera voluntaria y no como una formalidad. Tu obsesión secreta por el paso del tiempo y tus costumbres inalterables parecían materializarse en ese inofensivo óvalo metálico.

Puede que no entiendas, ni llegues a entender, que te he estado salvando poco a poco de ti mismo y de tus estructuras, que solo he velado por tu felicidad aunque no puedas notarlo aún y yo jamás tendré el valor de confesartelo. Lo mismo hice ese día, cuando te arrastré lejos del paradero y conseguí que tomaras una taza de café conmigo. Aunque reclamaras que haberte secuestrado por un horrible café era una falta de respeto y te quejaras por todo como si fuera un deporte olímpico, cada minuto que te retenía a mi lado era una victoria sobre tu propio carácter. Porque después de todo, ahí estabas, sacrificando minutos de tu puntualidad para beber un café desabrido, conmigo. La persona que rompió tu corazón.

Y cuando, por fin, con un suspiro de alivio, subiste a tu autobus, se te escapó una sonrisa mientras me mirabas despedirme desde la vereda. Sé que probablemente llegarás tarde a donde ibas a quejarte, a culparme por tu retraso con cara de desaprobación. Pero sé también que dentro de una semana o dos habrás olvidado todo respecto a este día, salvo nuestro sencillo café; porque nada es más fácil de olvidar que la rutina. Y mientras te quejes de mi inconsciencia, puede que tu expresión se parezca más a una sonrisa que a cualquier otra cosa, pero no creo que nadie vaya a notarlo. Para mí esta bien ser el único que puede descifrar tus sentimientos disfrazados de insulto, el único que puede ver lo entrañable que es tu ceño fruncido.

Podrías acusarme de egoísta y posesivo con toda razón, pero para eso deberías poder primero descifrar mi sonrisa.

SonríeWhere stories live. Discover now