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¡Sí! ¡Por supuesto que sí, que sí quiero ser tu novia!

Grité y aventé las palomitas en el cine. Mis amigas me miraron y les comenté lo que ocurría. Lo había conseguido.

Tu amor floreció y pudo escapar por un momento. Impulsado por debilidad llegó a mis manos con forma de palabras formales que mis ojos leyeron y en mis labios una sonrisa creció. No podía creer lo que leía. Me mandaste la misma pregunta pero la forma, aunque era mi nombre y esa pregunta la escuché tantas veces o la leí o la escribí, juro que nunca tuvo la estatura que ahora con gallardía representaba y marcaba una pausa, un tiempo. Un silencio que dejó de silenciar al mundo entero.

Tu respuesta me desesperó: ¿Que debe ser el hombre que lo diga? ¿Y si no quiero que sea el hombre que lo haga? Aunque si el hombre eres tú, creo que no me afectaría.

Te respondí de forma más cordial y "Profesionalmente" una quinta vez para que ya me dijeras que sí y fueras mi novio.

Te dije donde estaba y con quién. Las locas me ignoraban así que podía hacerlo. Igual no había salvo otra pareja en el cine y estaban sentados arriba, no les importaría que ellas empezaran a hablar.

Corrí para llegar al cine. Siempre corriendo. Siempre.

Antes de irme me despedí de ti. Y no olvidaría que eran veinticinco para las tres pues tus dedos acariciaron los míos y vi... esa sonrisa dentada con braquets que tanto me hacía suspirar.


¿Por qué callar la verdad? ¿Por qué guardar el sentimiento?

Ya no era mi amor el que le correspondía ser el primero en expresar. 

Retrospectivas.Where stories live. Discover now