Capítulo 1

516 70 51
                                    


Angustia.

La familiar y molesta sensación ahueca mi estómago, sube hacia mi corazón y atenaza en mi garganta, impidiéndome respirar por unos segundos. Un hilo de frío recorre mi espina dorsal, y de un instante a otro, todo mi cuerpo se estremece por reflejo propio.

"Puedes hacerlo. Entras, tomas un lugar y listo". Sin embargo, no es así de fácil. No puedo evitar sentir la rebelión que ocasiona el puñado de piedras dentro de mí cada vez que lo pienso.

Es tan monótono, tan rutinario, que ahora mismo no debería estar aquí. No debería ser un manojo de nervios, inseguridades y sentimientos a punto de estallar.

Un nudo se instala en mi garganta y, en el momento que doy por sentado que esto es el resultado de un nuevo comienzo, suelto con lentitud el aire contenido por mis pulmones.

No estoy preparada para enfrentarme a esta vida, aun no estoy preparada para sumergirme en un hoyo donde no encajaré. No quiero estar en un lugar donde todo, absolutamente todo, es nuevo para mí.

Es insoportable y asfixiante, estar en este punto, es tan agotador como escalar a toda velocidad la montaña más alta de todo el continente. Es complicado seguir el hilo que ha sido avanzado por personas que aún no conoces. Es abrumador comenzar—una vez más—una nueva vida...

Ciertamente desde que papá me comentó de nuestra drástica mudanza todo mi interior cayó en picada. Haber dejado atrás una vida apenas hecha, fue complejo.

Solo han pasado seis días desde que pise por primera vez el suelo de San Francisco. Cinco de los cuales papá no ha dejado de buscar un instituto donde yo pueda seguir estudiando.

Fue estresante no encontrar uno. Sin embargo, se hizo más alarmante al quinto día, cuando muchos de los establecimientos no querían aceptar una nueva estudiante a mitad del ciclo escolar.

Ese día, ayer por la tarde, papá llamó diciendo lo mucho que sentía no poder inscribirme a uno y que por su culpa yo perdería todo un curso.


Pero cuando la situación estaba dada por vencida, encontró una escuela a casi quince minutos de nuestra casa. Fue realmente un alivio cuando me dieron la noticia de mi ingreso, pues notaron que mis calificaciones y las recomendaciones que tenia del anterior plantel era muy buenas. Aunque había una pequeña condición para validar mi incorporación.

Fue entonces que la bomba cayó en mí.

Debía asistir inmediatamente a clases.

Sonaba normal, pero lo mío era diferente, un caso muy particular.

Mi primer día de clases era un viernes.

¿A quién se le ocurre pasar su primer día de clases un viernes?

Cuando papá me lo comunicó supuse, porque era jueves por la noche y faltaban tres días para finalizar la semana, no había más remedio que asistir desde el lunes, pero en cuanto supe que debía hacerlo este viernes, juro que quería cavar un hueco y meterme ahí.

Y ahora me encuentro aquí, sentada en la acera de una calle que no conozco con la esperanza de llenarme de valor para poder avanzar y dirigirme a mi nuevo instituto. Me encuentro aquí, pero a la vez lejos de este lugar.

Han pasado diez minutos desde que descendí de aquel autobús público..., diez minutos que parecen ser siglos.

Por segunda vez, doy un suspiro y esta vez, al finalizar, inflo mis mejillas al tiempo que cierro los ojos.

DAÑADOWhere stories live. Discover now