Firmamento

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"Si te dieran la oportunidad de tener todo lo que deseas, ¿qué pedirías?".

Xeno inquirió una vez que Stan se hubo acomodado adyacente a él, cuando terminó de montar la carpa grisácea que los refugiaría en la frívola oscuridad.

Ambos admiraban el suntuoso espectáculo que las estrellas aquella noche presentaban orgullosas en el firmamento. Stanley miró al albino por un momento, con leve sorpresa por la pregunta inesperada. Luego, inclinó la cabeza, parpadeando con parsimonia, mientras analizaba la cuestión. "¿Si pudiera tener todo lo que quisiera?".

Sonrió ampliamente una vez que la respuesta se hizo evidente en su cabeza. Giró su semblante hacia el niño más pequeño, suavizando su mirada afectuosa, cuando respondió con solidez. "Nada, porque ya lo tengo".

"Oh" Xeno abrió sus orbes de sobremanera, genuinamente interesado por la respuesta del rubio, puesto que supuso que Stanley le contestaría con algo tan superficial como una ridícula cantidad de dinero o tal vez con las mejores armas jamás creadas por el hombre, pero ahora que resultó lo contrario, no lo diría en voz alta. Acto continuo, aproximó su rostro, con curiosidad inocente y, tal vez, inconsciente de la peligrosa proximidad de sus cuerpos, diciendo "¿Y qué es?".

Fue entonces que, Stan desvió la mirada con ascendente encogimiento. Levantó su capucha, y cubrió la mitad de su rostro y labios cuando murmuró, apenas audible "Tú..."

Inmediatamente, las mejillas de Xeno se encendieron de un bonito e intenso rosa pastel que pronto se extendió por toda su faz. Por ello, con rapidez llevó el dorso de su mano derecha hacia sus labios propios, quizá igual de apenado o incluso un poco más por las inesperadas, pero cálidas palabras musitadas. Tuvo la intención de comentar algo en respuesta, mas el susurro de Stan no se lo permitió.

"Eres todo lo que quiero y necesito en esta vida, Xeno". 

El rubio inhaló con fuerza, pretendiendo sonar valiente una vez que prosiguió, pero, en esta ocasión, mirando aquellas hermosas obsidianas que le robaban el aliento y eran responsables de sus incontables noches en desvelo.

"Stan..." 

Xeno musitó, aún con el intenso rubor decorando sus encantadores mofletes, y Stanley no comentó más, tan solo extendió su diestra sobre la fresca hierba bajo ellos, como si se tratase de una tímida invitación.

 El albino sonrió cuando lo notó, imitando el movimiento, y entrelazando sus dedos con los contrarios, que rápidamente estrecharon la unión. De esta manera, Xeno reiteró su atención hacia el brillante firmamento, pero esta vez, una profunda y agradable calidez arropaba su pecho.

Drabbles | stanxenoWhere stories live. Discover now