¿Dulce o truco?

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Lo peor de Halloween es estar en ese grupo de personas que no se disfraza

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Lo peor de Halloween es estar en ese grupo de personas que no se disfraza.

Te toca aguantar los timbrazos, abrir la puerta y darles dulces a niños maleducados.

Y ese soy yo en este momento. Con un pijama horrible que me queda grande y una caja de pizza ya fría descansando en mi regazo. Las películas buenas de terror ya han terminado y ahora solo quedan feos remakes que nadie mira. La manta es lo único que me da calor, tengo los dedos congelados de tanto tenerlos fuera del calor de la cobija. Cada vez que estoy por quedarme dormido escucho el timbre y los chillidos de los niños divirtiéndose en la calle. Todos la pasan bien menos yo.

Digamos que mis padres me dejaron a cargo de la casa mientras ellos se llevaban a mis hermanitos a buscar dulces. Y yo, queriendo salir con mis amigos a una súper fiesta de disfraces, estoy aquí, envuelto en una manta en el sillón de la sala de estar.

Lo peor: mi crush estaría en esa fiesta. Y si yo iba enmascarado quizás tenía alguna oportunidad con él... Supongo que jamás lo sabré.

El timbre suena. Wow, que inesperado.

Me levanto llevándome la manta alrededor de mi cuerpo, arrastrando los pies tomo la bolsa de dulces que dejé en la mesita del vestíbulo y abro la puerta.

—¡¿Truco o dulce?!

Una dulce niñita disfrazada de bruja grita escandalosamente.

—¡Lo dijiste al revés tonta! —el niño que la acompaña, que aparenta ser un vampiro, la regaña.

La niña me mira fijamente a los ojos.

—¿Qué eres?

No debo tener buena pinta envuelto en una manta.

—Parece una larva así envuelto. —dice el niño, debatiendo mi no-disfraz con la niña bruja.

—Tal vez sea una lombriz. —empiezan a hablar por lo bajo y yo ya me encuentro fastidiado.

—¿Con que larva y lombriz? ¡Pues no habrá dulces para un intento de bruja y vampiro! —exclamo y cierro de un portazo.

Mírenme, quien diría que la noche de Halloween me estaría peleando con unos niños.

Enseguida, luego de mi decisión y mi acto súper maduro de gritarles a unos niños, escucho que estos exclaman:

—¡Ha elegido truco! ¡Vamos a darle!

Oh, no. Mis padres me matarán.

Empiezan a oírse estruendos producto de los huevos, probablemente podridos, que están tirando a la casa. De solo pensar en el rostro de mi madre cuando vea su jardín hecho un desastre. Es hora de ir pensando en mudarme...

Vuelvo a mi cómodo lugar en el sillón mientras los sonidos de los niños de afuera se van apagando. Una vez que los diablillos se han ido, vuelvo a intentar dormir; pero no pasa ni media hora creo, cuando el sonido del timbre vuelve a invadir la tranquilidad de la casa.

Historias Cortas. Where stories live. Discover now