002|¡El dolor de la pérdida!

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Habían pasado, dos, quizá tres meses desde que Saeko había muerto, Obito estaba al límite, no podía más y su cuerpo le estaba pasando factura, cada día era peor, un poco peor

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Habían pasado, dos, quizá tres meses desde que Saeko había muerto, Obito estaba al límite, no podía más y su cuerpo le estaba pasando factura, cada día era peor, un poco peor.

Las lágrimas secas, los ojos hinchados y rojizos, los dolores recurrentes de cabeza, la vista borrosa y los sueños, o mejor dicho, pesadillas que tenía cada noche desde aquel día.

Se levantó con suma pesadez de la vieja cama, dió algunos pasos antes de sentir que su espalda le dolía, era terrible, pero tenía que levantarse. Sus pasos pequeños y temblorosos lo llevaron hasta una habitación pequeña donde sólo había una cama y varias toallas humedecidas en alcohol y químicos se encontraban regadas por el lugar sin ningún orden.

Obito frotó su cara tratando de dispersar la tristeza que le embargaba, tratando de no oler el penetrante aroma a químicos. Tomó una de las toallas y comenzó a pasarla por la delicada piel de su amada, sumergida en el dulce y eterno sueño.

Cuando terminó de limpiarla, otro día más para que su piel no se pudriera, se dió cuenta de que estaba harto, completa y absolutamente hastiado de esa vida, del olor a químico y las noches de pesadillas, de los dolores en el cuerpo y en el corazón.

Y lloró.

Como lo hacía cada maldito día desde que no estaba, porque su mente se nublaba y los estúpidos recuerdos se agolpaban en su cabeza, porque la extrañaba, sí, maldición, la extrañaba.

Sus manos tocando con delicadeza su rostro, su sonrisa, sus ojos negros y profundos. La extrañaba tanto que dolía, era un dolor verdadero, lo sentía partirle el alma a cada segundo que pasaba. Su garganta dolió y un nudo se formó en ella, las lágrimas no paraban de brotar y él se sentía tan perdido, tan jodidamente perdido sin ella.

Lloró durante un pequeño lapso de lo que sería una eternidad sin ella. Cuando finalmente pudo respirar con normalidad se sintió cansado, de nuevo, estaba tan cansado que podría morir, y sí, por primera vez se planteó la idea de morir, pero la descartó tan rápido que ni lo notó, y es que, un demonio como él jamás podría entrar al paraíso al que pertenecían ángeles como ella.

Un demonio enmascarado, un ángel de cabellos negros.

No podía rendirse, porque ellos, ambos, aún tenían a un pequeño bebé que debían cuidar, y si este miserable mundo y su miserable gente no comprendía lo importante que era para él, entonces crearía un mundo que lo apreciara, un mundo donde ella y su hijo estuviesen a su lado, un mundo nuevo, uno en el que dejaría de sentir dolor, por fin podría dejar de sentirse vacío, solo.

Tragó saliva y se acercó a besar unas hebras de cabello azabache, antes de marcharse de la habitación.

Esa misma tarde, Obito tuvo visitas inesperadas.

De cabello negro y tes pálida, con una larga lengua y afilados comentarios. Orochimaru se presentó ante Obito como si estuviese visitando a cualquier persona, junto a él, el menor de los Uchiha se mantenía con expresión seria y un aura de desasosiego.

Extraño, sin lugar a dudas, pero Obito pudo imaginar de inmediato los motivos de estos dos para estar en aquel lugar desolado.

-Sé que la tienes aquí, hemos venido a verla- Orochimaru puso una mano sobre el hombro del menor de los Uchiha mientras siseaba-

Obito no dijo nada, con su máscara puesta dió media vuelta indicando que lo siguieran. Obito era idiota, impulsivo, un completo mal padre, pero eso no significaba que no tuviese sentimientos, sabía a la perfección y mejor que nadie, que Saeko amaba a sus hermanos, jamás le negaría a ninguno de ellos que pudiesen ver a su hermana mayor, jamás.

Obito sólo observó de lejos como Sasuke se acercaba a su hermana, como temía tocar su cuerpo frío y como retenía sus sentimientos para no desmoronarse. Lo admitía, el niño era mucho mas fuerte de lo que él era, viéndolo justo ahora se daba cuenta.

-Sasuke, puedo sentirlo- Orochimaru estiró su cuello hacia el Uchiha- ¿Puedes sentirlo?-

-Está aquí- admitió en voz baja-

Obito no sabía a lo que se referían hasta que una sombra se elevó por sobre el cuerpo de Saeko. Esa sombra, podía reconocerla, al menos la sensación que provocaba.

-Un demonio, uno que fué invocado a la fuerza- Orochimaru sonrió provocando en él un aspecto desagradable-

-Dakutai, sigues junto a ella- Obito susurró, nadie pudo escucharlo-

El ambiente se puso tenso cuando el demonio comenzó a tomar una forma mas sólida y pequeños gruñidos salían de la bruma, la temperatura en la habitación descendió algunos grados y el olor a químicos fué reemplazado por olor a flores, esas mismas flores que Saeko amaba.

El olor era intenso, y a Obito le entraron ganas de llorar.

El demonio no llegó a tener forma sólida y desapareció en el aire, el olor se fué con él y todo parecía haber vuelto a la normalidad.

-Tráela de vuelta, si es verdad lo que dijiste y lo haces, entonces podrás usar mi cuerpo de recipiente- Sasuke tenía los puños apretados, mientras su sharingan estaba activo, los ojos estaban repletos de lágrimas a punto de desbordarse-

-Lo haré- Orochimaru salió de la habitación-

¿Traerla de vuelta? ¿Pueden hacerlo?

Obito quería preguntar, pero se quedó en su lugar al ver la expresión del menor. El dolor y la angustia plasmadas en su rostro, la desesperación, las lágrimas y la mandíbula tensa, casi podía palpar el sentimiento que rodeaba al Uchiha.

-Vuelve, vuelve-

El de máscara elevó la mirada ante las súplicas del menor.

-Vuelve, Itachi te extraña, Tarô te extraña y no sabe que está pasando, no entiende porque su madre no ha vuelto- soltó un fuerte sollozo, se rompió- Yo te extraño, tanto, tanto-

Obito dió media vuelta, no quería estar ahí, no quería ver como alguien más se rompía, ya tenía suficiente dolor.

-No te odio, mentí, vuelve- fué lo último que Obito escuchó antes de salir huyendo del lugar, las gotas saladas ya caían en sus mejillas-

La otra Uchiha #2Where stories live. Discover now