Ú n i c o

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El joven de cabello castaño cayó con fuerza sobre el suelo de paja pero no sintió el impacto porque estaba inconsciente. Aquel chico de cabellos rubios, sucios por la falta de higiene observó desde su escondite la escena, cuando el hombre mayor salió del establo dejando todo a oscuras, a excepción de la pequeña luz que entraba por lo alto del techo, que era tan diminuta la ventana por dónde ingresaba que no se podía descifrar si la luz era artificial, del sol o la luna, finalmente caminó a paso lento sintiendo el ruido de la cadena amarrada a su pie izquierdo.

Observó con desconfianza a su nuevo compañero. Tenía la ceja rota y los nudillos le sangraban, al parecer había presentado batalla, no como él que se había dejado arrastrar al auto, muerto de miedo. Le tocó con suavidad el hombro, pero el muchacho no reaccionó hasta el quinto toque. Sobresaltado y desorientado alzó los puños para continuar defendiéndose, pero el rubio se movió hacia atrás con miedo, cayendo sobre su trasero y formando una bola con su cuerpo para protegerse.

—¿Dónde estoy? – la voz del joven salió estrangulada, quizás por el hecho de que llevaba horas sin decir nada por el desmayo. La cabeza le dolía horrores al igual que el rostro, especialmente su ceja izquierda. — ¿Quién eres tú?

Intentó levantarse pero una pesada cadena en su tobillo se lo impidió y cayó de rodillas sobre el suelo cubierto de paja. Algo pegajoso se estampó contra su mano derecha pero no podía identificar qué era por la falta de luz. Al no conseguir respuesta por parte del chico rubio hizo un nuevo esfuerzo para levantarse y cuando consiguió estar en pie, barrió con la mirada el lugar.

—¿Qué carajos es esto? – su voz salió apenas audible, al parecer no podía contar con el rubio que seguía hecho un ovillo en el suelo, protegiéndose la cabeza y moviéndose de atrás hacia adelante.

Movió el pie que tenía encadenado y se agarró a la pared más cercana para no volver a caer. Al apoyar la mano contra la madera, un poco de luz llegó hasta ahí y pudo notar el líquido rojo y viscoso en su mano.

Sangre.

Intentó retroceder ante la impresión porque esa definitivamente no era su sangre y por poco pierde el equilibrio, pero se repetía una y otra vez que debía mantener la calma.

***

Yoongi sabía que tenía que escapar de ese lugar si no quería terminar flotando en el río, porque eso hacía la persona que lo mantenía cautivo.

Llevaba más de dos semanas encerrado en ese lugar sin luz, con apenas comida y agua que le llevaba el maldito secuestrador, una sola vez por día. Su fuerza se estaba acabando pero no por eso iba a darse por vencido, quería volver a ver a su familia.

Conocía de memoria los movimientos del secuestrador y tenía un plan. Sabía perfectamente que si lo atrapaba lo mataría, pero de un modo u otro terminaría muerto. Tenía que hacer el intento, pero necesitaba la ayuda del rubio.

—Oye... Llevamos mucho tiempo aquí, no crees que podría saber tu nombre – uso la voz más baja y calmada que pudo conseguir en ese momento. Sabía que pronto el hombre vendría a darles de comer y tenía que convencer al chico antes de que eso pasara.

El rubio era un auténtico fantasma ahí dentro. Mientras Yoongi se la pasaba golpeando las tablas de madera, escarbando el piso en busca de alguna salida y estudiando cada nuevo movimiento, el chico siempre se mantenía con la mirada baja, no le había dirigido la palabra ni una sola vez y eso lo estaba volviendo loco.

Secuestrados | Yoonmin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora