Capítulo 18

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Poché Garzón se había enfrentado a muchas adversidades a lo largo de su carrera. Se había acercado a caballos a los que tenía pánico. Se había lanzado desde lo alto de un edificio para caer sobre una red que no le inspiraba nada de confianza. Había rodado escenas de sexo de mala gana y dado entrevistas que no le apetecía dar. Quienes la conocían, la tenían por una persona valiente, del tipo que no se arruga ante las adversidades. Ella misma se hubiera descrito así, si alguien se lo hubiese preguntado. Al menos, hasta ese momento.

Llevaba tanto tiempo de pie frente a aquel portal que se alegró de haber elegido sus gafas de sol más grandes para que nadie pudiera reconocerla. Cuando ya estaba en el ascensor, pulsó el botón del quinto piso e inhaló aire profundamente, pensando que le ayudaría a tranquilizarse. Pero la gran bocanada solo consiguió marearla y para colmo le seguían temblando las manos. Nunca antes se había sentido tan débil, tan minúscula y miserable.

Recién llegada de su desastrosa luna de miel, a Poché solo le quedaban dos opciones. Podía buscar compañía y airear sus penas con alguien de confianza o directamente huir e intentar resolver sus problemas sola. Pero se sentía tan perdida que estar sola no era una opción, aunque escoger compañía tampoco resultara sencillo.

Había barajado la posibilidad de regresar a casa de su madre, pero Poché no se sentía con fuerzas para explicarle a Marla el verdadero motivo de por qué su matrimonio había sido una pésima idea desde el principio. Su madre la regañaría. Le recordaría que Will no era nadie para empujarla a tomar ese tipo de decisiones y solo después de una larga sucesión de reproches se acercaría a ella, la abrazaría con todas sus fuerzas y empezaría a darle el consuelo que necesitaba.

Marley tampoco era una opción. Se trataba de su mejor amiga, pero tenía demasiada relación con la industria del cine y lo último que necesitaba en esos momentos era tratar con alguien que le recordara las consecuencias que iba a tener todo aquello. Así que Sebas se había convertido en su último recurso. El último, pero también el más necesario.

Poché sabía que tenía pendiente una conversación seria y adulta con él. Una conversación sincera, a corazón abierto, en la que sacaría a la luz partes tan oscuras de su ser que no sabía cómo iba a ser la reacción de su primo. Se lo debía a él y se lo debía a sí misma, pero cada vez que pensaba en ello notaba que el miedo conquistaba hasta su última fibra y se sentía como una frágil hoja arrastrada por una violenta corriente de aire.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, tiró de su pequeña maleta hasta el interior de casa de Sebas mientras él le indicaba que pasara. Acto seguido le abrazó y se sintió tan segura en los brazos de su primo que supo que había tomado la decisión correcta, aunque no fuera capaz de evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas culpables cada vez que pensaba en lo que tenía que decirle.

—Eh, eh, eh, ¿qué son esas lágrimas? —Sebas se sentó a su lado en el sillón y la rodeó con sus brazos.

Poché apretó la cara contra su pecho y comenzó a sollozar. Hacía tanto tiempo que no lloraba que algo dentro de ella se rompió y su cuerpo se estremeció en un estrepitoso llanto. Fue como si las compuertas de su interior se hubieran abierto de golpe y lo que estaba comprimiendo sus entrañas se hubiera liberado de una manera tan virulenta que Poché tardó un buen rato en calmarse.

Sebas sacó un pañuelo de su bolsillo y se lo tendió, mientras le acariciaba el pelo con la otra mano. Permanecieron varios minutos abrazados, la actriz con la cabeza hundida en su pecho hasta que consiguió calmarse y dejar de llorar. Tras unos largos minutos, Poché por fin se incorporó. Miró a Sebas a los ojos y entonces se dio cuenta de que ya no sentía deseos de seguir llorando, sino unas ganas enormes de liberarse de lo que comprimía su pecho. Una necesidad imperiosa de ser sincera con su mejor amigo.

El Secreto De NadieWhere stories live. Discover now