PRIMERA PARTE Libertad

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PRIMERA PARTE

Libertad

El Arconte trazó sobre la piedra la mítica figura del triángulo. Sobre su vértice inferior derecho dibujó una letra alfa en color rojo. Y posó allí una pequeña piedra de turmalina negra.

Abrió el ancestral manuscrito y leyó en voz alta:

El fuego de la libertad todo lo renueva.

(Textos herméticos arconteos, Atenas, Grecia, 725 a. C.)

1

"¿He nacido alguna vez?", se preguntaba Ariana, confundida. Recién despertaba y había tenido un sueño turbulento: salía de un ambiente cálido e iba hacia una luz fría, blanca, intensa. Lloraba y pataleaba. Entonces, unas manos enormes la sujetaban con firmeza y la ponían a resguardo en el único sitio en el que se sentía reconfortada: el regazo tierno de su madre; una madre que jamás había existido.

Ariana era una de aquellos a los que la sociedad denominaba con desprecio "no-nacidos", (vulgarmente denominada "clon"), un ser humano artificial creado en un frío laboratorio. Jamás había tenido una madre de carne y hueso en la que pudiera cobijarse y de quien pudiera recibir verdadero amor. Nunca había sido bebé, ni tampoco la niña introvertida que su memoria simulada le quería hacer creer. Nunca había ido al parque a recolectar los insectos verdes de ocho patas que los falsos recuerdos le hacían evocar. Nunca había sido esa niña curiosa que por las noches se deleitaba observando las estrellas. Esa infancia feliz que recordaba no tenía ni una pizca de realidad: era tan solo un cúmulo de ficciones, ¡mentiras!, implantadas en su cerebro para crear un pasado que la estructurara. Y, de este modo, esos falsos recuerdos pusieran algún freno a sus crisis de angustia y a sus desbordes emocionales constantes, propios de los clones y su vulnerabilidad psíquica de origen. No podía, de ningún modo, soportar la idea de que jamás había tenido una infancia, un hogar, una vida; esas carencias le producían un vacío insanable.

Sin embargo, era capaz de reconocer su primer recuerdo real, la primera imagen que habían visto sus ojos: estaba de pie dentro de una gran cápsula de vidrio, desnuda, y apoyaba las manos en la superficie empañada. Tras el cristal, unos rostros borrosos la observaban, mientras parecían intercambiar comentarios y miraditas libidinosas. En aquel primer momento de su actividad consciente no lo entendía, pero ahora, cada vez que lo recordaba, sentía una gran vergüenza y una enorme impotencia por haber sido expuesta de ese modo tan pueril.

Tomar conciencia de su verdadero origen la atormentaba. Ella había "nacido" en un tubo de ensayo gigante, gracias a una eficaz combinación de moléculas de ADN, lípidos y proteínas. Cada vez que lo pensaba se sentía sucia; había sido engendrada dentro de un inmundo recipiente, en medio de una placenta artificial. Pero debía resignarse: era imposible cambiar su pasado.

Le costaba aceptar que no sabía ni siquiera la fecha exacta de su "no-nacimiento", de su creación. Todos esos recuerdos implantados en su cerebro, falsos cumpleaños junto a una familia y amigos que jamás habían existido, eran para ella una burla imperdonable. Era incapaz siquiera de saber su edad. Y lo que es peor aún, ni siquiera sabía con exactitud cuándo finalizaban los falsos recuerdos implantados y cuándo habían comenzado sus verdaderas experiencias vividas; la frontera entre una vida falsa y una real era imposible de delimitar. Todo era vago y difuso. Solo tenía la certeza de que su primer recuerdo auténtico era aquel dentro del tubo de cristal en el laboratorio, pero, a continuación, había una gran laguna en su memoria. Luego venían imágenes de una infancia, de fiestas, amistades y padres ficticios. Un cumpleaños de quince que estaba tan bien elaborado que a veces jugaba a que había sido real. No sabía en qué momento de su confusa vida había conocido a los demás clones. Quizás había sido el día en que lograron escapar juntos del laboratorio. O tal vez hubiera sido antes, mientras los adoctrinaban socialmente en los centros de confinamiento. En su memoria, los rostros de los clones, los de los científicos que experimentaban con ellos, las caras de sus falsos amiguitos de la infancia e, incluso, las de sus padres ficticios, se confundían formando una nebulosa en constante cambio. A veces se tornaba todo tan insoportable que, para no enloquecer, debía refugiarse en el sueño de un nacimiento inexistente o en los hermosos recuerdos infantiles que le habían fabricado. Durante mucho tiempo debió convencerse, con enorme esfuerzo de voluntad, de que ella no sería nada de lo que sus ambiguos recuerdos le dijesen: ella se construiría a sí misma con sus acciones, con lo que eligiera ser y defender hoy y en cada día subsiguiente. Hubiera nacido o no, hubiera sido real tal o cual imagen de su pasado, lo que la definiría como ser humano sería su lucha, se había repetido una y otra vez para poder seguir adelante.

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⏰ Last updated: Nov 12, 2018 ⏰

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