Capítulo 5

146 4 1
                                    

Estoy comiendo leche y cereales. Tengo hambre. Anoche llegué tarde a casa después de haber salido del colegio y haber ido a lo de John, así que lo único que hice al volver fue tirar mi cuerpo a la cama y dormir. 

La verdad es que pasamos una noche bastante entretenida, estuvimos hablando mucho sobre el sorpresivo abandono de Kevin, aunque intentamos no hacernos demasiado problema por eso, mientras él siga viviendo en la ciudad nuestro plan seguirá en pie. Estuvimos muy contentos por lo de Nathan también, es decir, por que aceptó apoyar nuestra causa. Tenemos en claro que no vamos a hacer nada que comprometa su ya bastante manchada reputación con la policia, solo nos encargaremos de levantar cabeza si es que Los Rottweilers continúan con las amenazas. Otra cosa que decidimos hacer, por pedido de John, es llevar con nosotros algo para defendernos cada vez que salgamos a la calle. Lo veo exagerado y hasta innecesario teniendo en cuenta de quién debemos protegernos, pero bueno, de todos modos acepté. Ahora mismo tengo en el bolsillo de mi jean una navaja multiuso de mi padre que según me dijo una vez, se la regaló uno de sus amigos tras acabar el servicio militar. 

A punto de acabar mi desayuno escucho un ruido extraño que proviene de la puerta de entrada. Paro de masticar e intento agudizar mi oído. Me doy cuenta como la puerta se abre y noto que alguien ingresa a las apuradas. Me levanto de la silla cuando veo a mi madre repleta de bolsas de supermercado. 

—Ayúdame, hijo. —me dice notablemente agitada. No dudo en hacerlo y liberarle la carga llevandole las bolsas hasta la mesa de la cocina. Tiene la cara pálida y no dudo que esté congelada por el viento helado de fuera. El clima ha cambiado mucho respecto de hace unos días, la lluvia y la humedad se ha convertido en aire frío. Según mi madre los inviernos de antes eran helados, grises y lluviosos, y los veranos calurosos, soleados y secos. Pero todo se ha alterado un poco con el tiempo, ya sabes, muchos dicen que con el paso de los años los días van a ser mono-estacionarios, sin variaciones, todos iguales, desequilibrados, fuera de armonía. Yo también creo que eso va a pasar.

Así están las cosas ahora, cambiantes y desequilibradas.

Quedamos en juntarnos con John y Nathan en el parque abandonado de las afueras de la ciudad. Abandonado es una forma de decir, porque la verdad es que no se encuentra en tan mal estado, excepto por su solitariedad. Es grande, está repleto de juegos típicos; un arenero algo sucio, y algunas otras cositas raras que no se exactamente que uso tienen. Debido a su inactividad suele ser un lugar corriente para las parejas y sus encuentros sexuales, o para los que prefieren drogarse sin correr el riesgo de ser vistos. Aquí los chismes se exparsen muy rápido y no tardan en llegar a los oídos equivocados, así que siempre es mejor esconderse para realizar ciertas actividades. Por eso es que estamos aquí. 

—Ya debería haber llegado. —Le digo a John mientras nos sentamos en unos bancos de cemento. 

—Es Nathan, no lo olvides.

—¿Y qué con eso?

—No llega a horario a la escuela, imaginate a una reunión informal como ésta. —Dice mientras repasa los vidrios de sus gafas con un pañuelo de tela. Y tiene razón. 

—Pronto estará aquí, se lo notaba interesado... Quizás un poco dubitativo, pero muy interesado. —Le respondo intentando convencerlo de que Nathan ha cambiado y tiene ganas reales de ayudarnos, que no es el chico malo y abusivo que en algún momento fue.

—¿Tú crees? Pienso que es un cobarde. No se que tan en serio se tome esto. 

Tengo ganas de responderle que las personas pueden cambiar, como él lo hizo en estos últimos días. Que nadie es bueno o malo del todo, sino que todo depende de como enfoquemos nuestras intenciones. Pero no lo hago, simplemente me mantengo en silencio.

El Único de su ClaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora