Capítulo I

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Las noches de sábado eran, sin duda, las mejores noches para Lee Felix. En esas pocas horas abandonaba la rutina fastidiosa que debía seguir de lunes a viernes, entre la escuela y su trabajo de medio tiempo en el local de una famosa cadena de cafeterías. En esas noches de sábado podía dejar de ser el chico que llegaba a casa a arreglar el desastre que hacían sus tutores luego de beber las caras reservas de vino y tener sexo por toda la casa, sin importarles que el joven pudiera encontrarlos.

Felix vivía cansado; de tantos gritos que recibía por parte de sus maestros, de parte de su jefe o los clientes, de parte de sus jodidos padres adoptivos. Vivía asqueado de toda la basura que debía recoger, de las propinas lanzadas de mala gana, de las botellas de vino y condones usados. De toda su jodida herencia que se iba en el par de imbéciles que lo habían adoptado.

Pero en sábado todo se volvía diferente. Esas jodidas noches eran sagradas y, mientras Felix entregaba una identificación falsa para entrar al viejo club que hoy le daba la bienvenida, se olvidó de todo el horrible peso que caía en sus hombros cuando se dedicaba a ser el chico que lo había perdido todo y que ahora no tenía nada. Tan de repente, al tiempo que una chica en el recibidor del establecimiento le daba un shot de vodka y le acercaba pinturas y accesorios neón, se convirtió en el chico que podía conseguir y tener el mundo en la palma de su mano con el simple chasquido de sus dedos.

Comenzó por dejar que el líquido caliente corriera libre por su garganta, provocando que el interior de su cuerpo hirviera y lo llenara de una singular energía que había estado acumulando de los días pasados abuso tras abuso. Se desabrochó los botones de su camisa negra, exponiendo la piel de su torso y, con una sonrisa juguetona, le dio la batuta a la chica del recibidor para que le pintara la cara y el pecho, sin importarle que pudiera manchar sus costosas prendas.

Ella le dijo su nombre mientras delineaba con sus dedos los contornos de su pecho, bajando peligrosamente por su abdomen, sin embargo, Felix no se molestó en grabárselo puesto que aquella chica no era de su interés.

―¿Debería de escribir mi número aquí? ―murmuró ella, tazando una línea de color verde neón cerca de la cinturilla del pantalón de Felix.

El muchacho, de cabello castaño oscuro, ojos marrones y una personalidad chispeante, le sonrió con descaro y negó, envuelto en aquel personaje cargado de vigor, astucia y vanidad que creaba para sí mismo cada sábado.

―No será necesario ―se limitó a decir, ya que ella había terminado por fin con su trabajo.

Tomó un par de lentes rosas, un collar amarillo y un sombrero de todos los colores neón, colocándoselos con calma, mientras otros clientes del bar a su lado se pintaban a sí mismo o a algún amigo. Carraspeó con una sonrisa arrogante, viendo la mirada confusa de la chica con cierta satisfacción puesto que el chico sabía lo que había causado en ella. Sin embargo, había coqueteado con la joven simplemente por tenerla en sus manos por unos segundos. Porque, mierda, era su sábado y nadie le iba a quitar las ganas de jugar un rato con un par de personas.

La música se hizo más audible cuando cruzó los pasillos hacía el salón donde la fiesta tenía su auge. Las luces negras y los cuerpos brillantes moviéndose en la pista fueron los primeros en recibirlo. El lugar tenía capacidad para cerca de cien personas, sin embargo, Felix concluyó que al menos el doble había abarrotado el club.

Sonrió, con un gesto felino que lo identificaba en sus noches libres. Avanzó entre la gente, sabiendo justo a dónde ir; por el camino saludó a algunas personas que conocía, sin detenerse demasiado a charlar puesto que su tiempo valía oro y todo lo que él quería era embriagarse y bailar hasta caer al suelo, quizás terminar en la cama o en al auto de alguien sólo por diversión.

CINDERELLIX × ChangLixWhere stories live. Discover now