No soy del tipo de persona a las que se le cumplen los deseos, por eso solo te imagine.
Gocé de tu compañía cuando tu ni siquiera me notaste porque para ti habían personas más importantes. Lo entendía, no sabías que existía. Pero yo si sabía que había una parte de ti que moría por conocer una parte de mí, solo que la ignoraste.
Nos ignoramos.
El viento no soplaba en esa dirección. Nuestro momento no se acercaba. Tampoco se veía venir.
Para mí todo estaba claro y para ti nublado... ¿Era ese mi momento? Nunca lo supe, pero aun así me acerqué.
¡Gracias a Dios me acerqué!
Mi sonrisa ya no era falsa, no estaba en mí solo para proteger a mi destruido interior. Estaba ahí genuinamente, porque sin saberlo tu existencia era un milagro.
No te voy a mentir, no recuerdo con exactitud el momento en el que te conocí, pero puedo asegurarte que recuerdo cada momento que pasamos juntas.
Y creo que nunca podré olvidarlos porque cada noche al cerrar los ojos es lo único que puedo ver... Nuestros momentos se reproducen de forma tan real en mi cabeza que vuelvo a sentir una presión en el pecho que me llena de paz.
Luego me digo a mi misma que no es real, ya no está pasando, no estás ahí, y vuelvo a sentir un gran vacío.
Puedo pasar dos o tres horas cada noche luchando contigo y conmigo internamente antes de dormir.
Y finalmente logro dormirme cuando
le doy gracias a Dios porque estas feliz.
¿Qué significa todo esto?
