Deux

167 13 16
                                    

tw autolesiones!!

Si alguien tenía aunque sea un mínimo contacto con Hiro Hamada este era Miguel Rivera. Fue el único que se intereso por el asiático.

No era sorpresa para nadie.
Era conocido por ser una persona demasiado sociable, en cambio el mayor es otra historia, podría hasta decirse que de hecho no era conocido, nadie sabía de él.

Esa debía ser una de las razones por las que el joven Rivera mostró interés por aquél chico.

Se encontró con él en un lugar apartado de los jardines de la institución.

Lo vió tan concentrado anotando cálculos que él mismo difícilmente entendería y no se molestó cuándo empezó a tocar una melodía suave con su guitarra.

Podría ser que los sonidos le agradaron tanto que relajo su expresión. Quizás simplemente por eso no recibió un grito cargado de molestia y frustración, sólo porque le hizo bien escuchar tan ligera tonada, tan suave que lograba mezclarse con el aire y creaba una sinfonía que estaba en perfecto equilibrio con sonidos naturales.

Seguramente pensó que ese chico moreno a unos pasos de él era parte de la naturaleza.

Insultar tan acendrada creación que se había permitido hacerle compañía apartándolo de su soledad, regalándole tan relajante brisa para calmar sus destructivos pero audaces pensamientos sería repudiable.

Después de todo en el jardín estaba rodeado de naturaleza; de tranquilas y hermosas plantas, tiernos pájaros, árboles gigantescos. Y él estaba en ese lugar porque así lo quiso.

¿El paisaje que lo rodeaba estaba ahí por voluntad? La respuesta era lógicamente no. Nada de lo mencionado anteriormente tenía voluntad propia excepto los pájaros, y estos le huían.
Pero algo tan infinitamente humano, alguien natural, con ojos que desbordaban curiosidad, y que no parecía querer dañarlo quería un poco de atención. Anhelante de palabras del inmigrante se le acercó, queriendo acabar con su aislamiento, ese que se le fue impuesto por su poco tacto, seriedad y falta de empatía. Posiblemente por miedo.

Lo dejo sentarse, le permitió saber lo necesario sobre su persona: que tiene dieciséis años, vive solo, que antes de mudarse a México vivía en San Fransokio. Sin tener que mencionar nada sobre su excelente cerebro académico su acompañante lo supo sólo con escuchar su edad, y saber de sobra que lo que estaba en su cuadernillo no era de un profesor o científico, sino de él mismo.

Decidió ayudar a Miguel en sus estudios, se familiarizó con sus palabras bonitas y canciones. Dejó sin saberlo que se adentrara sólo un poquito en su corazón y cuándo lo descubrió hizo lo que más le dolió, se alejó. Porque no podía permitirse ser el que es abandonado, por más que la culpa le acompañara en lugar del Mexicano, aún así veía la confusión y nostalgia en sus ojos cuándo este pasa de largo sin mirar siquiera de reojo.

Él sabía que Miguel era puro, y si estaba con Hiro ya no lo sería. Su corazón que siempre estaba dispuesto a ayudar a otros sin importar quién sea dejaría eso de lado, después de conocerlo realmente se decepcionaría a tal punto que ya no querría ayudar a nadie más sólo para no encontrarse nadie como él, nadie tan destruído, tan podrido.

Si Miguel lo conocía y lo anterior no pasaba el noble muchacho trataría de ayudarlo sin conseguir resultados, eso llevaría a Miguel a sentir frustración y dolor. Él no podía permitirse lastimar a Miguel a menos que sea necesario, y sabía que la ayuda a su persona no era necesaria, principalmente porque él no es nadie importante, no lo valía.

Se enamoraría de Miguel. No era tonto, conocía las sensaciones que tenía uno previo a un enamoramiento, y si lo podía evitar sería mejor para ambos, todo lo que quiere arde en llamas, se aleja, lo que el ama lo hiere. Lo que ese indefenso adolescente logra amar se siente tan cálido que arde.

Mijo, vete por el refrescoWhere stories live. Discover now