Familia

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Toda su vida antes de ella fue solitaria. Sus padres fallecieron a su corta edad de seis años, según le habían contado, ya que el accidente también se llevó sus recuerdos. Ya casi había olvidado como vivió sus restantes once años hasta que conoció a Usagi y se convirtió en Tuxedo Mask, casi al mismo tiempo. Desde ahi su vida se llenó de recuerdos y momentos maravillosos junto a ella, su amor eterno. A pesar de las batallas o dificultades que tuvieran que enfrentar siempre vencía la luz de la esperanza que ella transmitía tan sólo con su sonrisa. Y eso, jamás podría cambiar... sólo que en los últimos meses, parecía que se apagaba poco a poco, debido a su dificultad para quedar embarazada.

Para mitigar un poco su dolor, a Usagi le gustaba refugiarse con su familia, por lo que cada domingo de la semana era obligación para ambos visitar su casa.

Sin embargo, a pesar de haber pasado recién un mes y medio de sus vacaciones, ese fin de semana estaba agotadísimo y no tenía deseos de salir a ningún lugar, ni siquiera a casa de sus suegros. Para él, siempre significaba un esfuerzo mantenerse en compañía de la familia de Usagi todo un día, ya que todos eran demasiado extrovertidos y sus preguntas a veces eran un tanto incómodas. Por eso, había decidido hablar con su esposa acerca de quedarse ese día en casa, descansando sólo los dos. Pero nada había salido como esperaba.

Esa mañana, ella se levantó temprano y la escuchó bañarse, mientras él seguía preso de las sábanas, algo muy poco recurrente en su rutina. Deseaba tanto que volviera a la cama y se quedara a su lado todo el día... pero, ella estaba muy afanada en su preparación para esa jornada familiar.

—Vamos, Mamo-chan —le dijo, moviendo las sábanas—. Sé que estas despierto, levántate...
—No quiero —reclamó con tono infantil, volviendo a taparse—. Estoy muy cansado...
—Sabes que hoy nos están esperando. No podemos llegar tarde. Mi padre destesta la impuntualidad.
—Por favor, déjame dormir un poco más.
—¡Mamoru! No seas como un niño pequeño.
—Sólo una vez que no vayamos no va a pasar nada. Anda, acuéstate a mi lado —la invitó, abriendo la tapa, haciéndole una seña con la mano.
—¿Estás loco? Tenemos que ir.
—Un momento, después me levanto. Quiero abrazarte...
—¿Seguro? No te creo...
—Te lo prometo. Ven...

Ella se dio por vencida, ya que la derretía ver las distintas personalidades que podía tener su esposo. No siempre se hacía el infantil y mucho menos era irresponsable. Pero, ahora se estaba dando esa licencia y le agradaba verlo así, por lo que se volvió a meter a la cama. Él la rodeó con sus brazos, atrayéndola hacia su pecho, en un momento de paz y sosiego. Olía tan bien, a jabón de fresas, que se dejó llevar acercando su nariz a su cuello, aspirando su aroma. Acarició su cadera con la yema de sus dedos, mientras su otra mano se entretenía jugando con la de ella.

—¿Me esperas? Quiero bañarme —le dijo de repente.
—¿Ahora quieres levantarte?
—No quiero levantarme, quiero bañarme, para estar igual que tú —explicó, besando su frente.
—Está bien.

Sin embargo, en lo que se demoró, ella ya se había vestido y había ordenado la cama, dejándole su ropa colgada en el armario. ¿De verdad no podría librarse ese día?

—Usako, ¿por qué no me esperaste en la cama? —reclamó, acercándose aún en toalla, dejando un beso en su mejilla.

Ella estaba sirviendo el desayuno en ese momento, cuando lo miró de arriba a abajo con cara de molestia al verlo aún sin vestirse. Al parecer se había metido en problemas.

—Ya te dije, Mamoru, que a mi padre no le gusta la impuntualidad. Ve a vestirte.
—Cuando me hablas así, pareces mi madre —dijo como reclamando, sin pensar en sus palabras, hasta que la vio bajar la cabeza.
—Haz lo que quieras entonces. Te dejaré servido, yo me voy.
—Espera, Usa. Perdón, lo dije sin pensar —se disculpó, tomándola de la mano.
—Lo sé. No te preocupes... pero, si no quieres ir, no puedo obligarte.
—Es sólo que estoy cansado. Quería quedarme en casa contigo.
—Si lo quieres, puedes quedarte, pero yo debo ir... sabes que me hace bien.
—Te entiendo. Está bien. Me iré a vestir —aceptó, besando sus labios de forma tierna.

Reconciliación Where stories live. Discover now