Para la niña a la que nunca saludé, para la niña de la que nunca me despedí.
Le robaste suspiros a la muerte en cada segundo que viviste, fue corto, es verdad. Pero, tu partida no fue en vano, no he encontrado las palabras perfectas para expresar el dolor e impotencia que siento, a tu familia le rodea la oscuridad desde que se apagó tu pequeña luz.
Algo me ha enseñado la vida desde que ya no estás, aprendí a ayudar sin juzgar, aprendí a amar incondicionalmente, aprendí a luchar sin tener miedo ni fe. Aprendí a vivir. No sé si apareciste por sorpresa en mi vida, por accidente o por obra del destino, cualquiera que haya sido el motivo, me dejó totalmente marcada, debí dejarte atrás, tenía que asimilar que no eres el único caso en el mundo, y eso me está dañando.
No te puedo soltar, porque si lo hago, perdería una parte de lo que formó mi nuevo vida, mi fuerza, mi inspiración. En mis manos está lo que le abrirá los ojos al mundo y dejarte ir es necesario para que descansemos ambas, pero no podré descansar hasta encontrarte, hacer justicia.
