Capítulo 8

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Sé que soy una persona llena de problemas, una persona llena de inmensas dudas, dudas de si algún día se podrían llegar a resolver, pasar de la pesadilla a la normalidad y viceversa, como todo el mundo soy un chico envuelto en pecados, de maldiciones, lleno de sueños rotos, de lágrimas derramadas por mi rostro, lleno de pinchazos por casi todo mi cuerpo desde el segundo 0 de mi nacimiento, alguien lleno de cables sin saber para que eran o para que servían. Cada vez que me enojaba o tenía rabia de tanto dolor deseaba romper todo, romper con todo aquello que viera a mi alrededor, romper el mundo y esta vez no iba ser diferente luego de descubrir que mi rodilla no estaba bien, tocar y sentir que ese maldito hueso estaba fuera de su sitio, pensar que nuevamente tendría que pasar por ese maldito quirófano no era fácil de digerir, aquellas palabras de mi traumatólogo no eran fáciles de llevar a mi casa, a mi vida. Meses y meses de espera es lo que me tocaba para pisar otra vez el hospital. Luchaba con todo mi corazón para que mi vida estuviera llena de veranos, ella se negaba a quitarme los inviernos

Intentaba tocar todos y cada uno de los océanos de este mundo con mis propias manos, volar tan alto como Superman, teletransportarme como Goku, sentir el aire de la libertad, sentir que mis sueños de ser como mis amigos se podría hacer realidad algún día, ser alguien sin sufrimientos, sin que nadie me tratara de una forma especial tan solo al verme por saber todo lo que había padecido. Me miro en el espejo siempre con la misma pregunta que revolotea por mi cabeza... ¿Por qué esta vida no le habría tocado a otra persona? No es ser egoísta, pero parecía que toda la lotería me tocaba a solo a mí ¿Por qué a mí? Todos me decían que era cuestión de llevarlo sin más, de vivirlo, si tocaba esto, sufrir, pensar en que saldría de esta como salí de todas, solo necesitaba de mi imaginación para vivir un poco más feliz.

Año 2006, un año de locos para mí, no tenía ni idea de cuantos psiquiatras necesitaría para volver al planeta tierra, lo que sí sé es que estaba metido en un universo de mierda. Mediados de Febrero cuando aún no había terminado tercero de primaria llaman a mi casa para operarme de la rodilla. Millones de preguntas revoloteaban por mi mente, ¿Llegaría a tiempo para acabar el curso? ¿Cómo serian mis notas? ¿Y de mis compañeros? Pues bien, como siempre gracias al destino, a mi destino, todo fue genial, mi hueso hasta el momento lograba estar de nuevo en su sitio... pero ¿y el dolor?... Pues he de decir que también iba a menos cada día que pasaba, saqué una vez más las pelotas donde muy pocos las encontrarían para que aquella operación fuera a la perfección, luego de un mes de reposo logré acabar bien el curso, necesitaba tiempo de recuperación absoluta pero lo peor en este caso había sido terminado. Este mismo año incluso llegue a unas condiciones físicas geniales para hacer la primera comunión rodeados de mi familia, esa que jamás encontró la palabra rendición para todos mis problemas.

Llegaba el final del verano y mi rodilla había vuelvo a hacer estragos, el hueso se había cogido la libertad de irse de su sitio y justo en esos meses en que el verano había terminado me operaron de nuevo, mi calvario no acababa aún que he de decir que cada momento de tormenta lo llevaba como un día soleado, no me quedaba otra y los médicos me animaban a que lo viese todo así, aprendí de ellos, todo gracias a ellos. Me operaron una vez más y ya era la tercera en cuestión de tres años aproximadamente, si, yo y mi manía de contar las operaciones que me habían realizado, ¿era raro verdad? Después de estar hospitalizado durante dos semanas me mandaron a casa, debía levantarme temprano para ir a rehabilitación y cuarto de primaria estaba a punto de comenzar. Este año no iba ser como los demás, quizás podría decir con cierta claridad de que iba a ser el más complicado, ya que a cuestión de estudios cada año era más difícil y si en mi caso le sumaba las clases que faltaba para ir a rehabilitación cada mañana y sumarle que tenia que andar en silla de ruedas hasta parecía una peli de comedia de las malas, pero así estaba siendo mi vida en ese preciso instante. Y así con todo ese rollo me iba a clase tan feliz, a mi favor nunca había estado tan bien, mis compañeros me cuidaban, me apoyan en todo. Me daban sillas para que reposase mi rodilla y no tener que forzarla, eran sin alguna duda de lo mejor, eso sí que era tener suerte. Cinco meses fueron los que tuve que permanecer sin poder andar y para mí se convirtió en el mayor suplicio durante todo este tiempo, sentía mis piernas más fuertes aún que sé que tendría que quedarme con aquella cojera quizás de por vida, pero debía quedarme con ella y mi sueño a ser futbolista ni hablemos. Los malditos tornillos que me habían colocado de pequeño en la cadera sumado a que me rodilla había quedado destrozada tanto como estaba quedando mis ilusiones se me hacía casi imposible seguir luchando. 

Vivir está en tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora