Capítulo 2-Los forasteros

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La explosión en la plaza central de la aldea fue producida por cuatro forasteros muy peculiares que habían llegado con una actitud muy agresiva y que por la fuerza exigieron a las personas que se encontraban en aquel lugar entrenando, paseando, trabajando o vendiendo cosas; que les dijeran la ubicación de Arthur.

El peculiar cuarteto estaba formado por un hombre no muy robusto, pero que se veía bien entrenado, tenía ojos de color rojo, una cabellera canosa, era alto y llevaba una armadura de metal, la cual podía transformarla a su voluntad. La otra era una mujer rubia, que tenía los mismos ojos rojizos como su compañero, estaba vestida con una armadura hecha de un metal aparentemente liviano, llevaba una larga capa blanca y un collar que tenía la forma de una estrella. El tercero era el más joven, era un muchacho de cabello negro que tenía también los ojos rojos que ya se podía intuir era característicos de aquel grupo de foráneos, era delgado, de piel clara y tenía una expresión de malhumor constante; también llevaba una armadura de cuero y unos guantes negros en ambas manos. Y el último de los forasteros era un hombre alto y robusto, de piel oscura, pelado y tenía también los ojos rojos, llevaba una armadura de cuero que no le cubría el torso completo, dejando ver así sus fornidos músculos; se podía ver por su expresión que era una persona muy segura de sí, debido a su fuerza.

El hombre que era capaz de dominar el acero, convirtió una parte de su armadura en cadenas y envolvió en estas a un hombre de Goya que vendía tranquilamente verduras en la plaza, cosa que generó un gran tumulto, sumado con la explosión que habían producido al llegar.

—¿Qué es lo que quieren? No tengo nada de valor—dijo el pobre vendedor muy asustado.

—¡Silencio!—ordenó haciendo que su prisionero dejara de pedir piedad—no queremos tus cosas, quiero que me digas donde puedo encontrar a un hombre llamado Arthur Plumbo—expresó con tono imperativo y apretando las cadenas que envolvía al hombre lastimándolo.

—Y esto va para ustedes también—dijo la mujer a todas las personas que se encontraban observando con mucho miedo la escena—tráigannos a ese tal Arthur y no les haremos nada, pero si no lo hacen, destruiremos su sucia aldea—aseguró con una voz seria y generando un mini tornado para demostrar su poder destructivo.

Los aldeanos estaban asustados, hacía muchos años que no veían personas sensibles a los elementos y no entendían por qué ellos querían hablar con Arthur; no querían entregarlo, porque en Goya se conocían todos por ser un pueblo pequeño y se consideraban una familia, pero no tenían la fuerza para detener a esos forasteros y sentían que no tendrían de otra que entregar a su coterráneo.

—Déjenme aplastarlos para que hablen—dijo el hombre musculoso con una expresión muy psicópata que estremeció a los aldeanos.

—Espera Pólux—dijo la mujer levantando su mano derecha—todavía no.

Fue entonces que un hombre delgado casi raquítico, barbudo, algo jorobado y pelado; expresó que él los llevaría junto a Arthur. La gente miró al hombre, algunos sorprendidos, otros no tanto porque sabían que a aquel hombre, conocido como Brutus, no le caía bien el buscado por los forasteros y no iba arriesgar a la aldea por él.

La mujer sonrió ante el ofrecimiento del hombre, pero fue entonces que en el lugar se presentó Arthur, que ya había escuchado la última parte de la conversación y estaba interesado en saber el porque querían verlo, aunque tenía una idea y ya había tomado unas medidas para evitar que esos hombre consiguieran el tesoro del templo de la tierra.

—No te preocupes Brutus, estoy aquí—dijo Arthur con mucha seriedad observando al grupo de forasteros—¿Exijo que me digan quienes son y por qué andan molestando a mi gente?

Firo Frachi y el misterio de GadánWhere stories live. Discover now