Átomos dispersos.

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Los miércoles eran los días favoritos de la semana de Alba.

Y despertar en brazos de Natalia no solo le hizo todavía más ilusión que el resto de días, sino que le hizo plantearse cuántas personas matarían por encontrar algo tan puro como lo que tenían.

La conexión que tenían, mucha gente no la encontraba nunca a pesar de buscarla toda la vida.

Ellas habían tenido suerte.

Alba no estaba dispuesta a soltar a Natalia. Se estaban convirtiendo poco a poco en una rutina. No de las aburridas, sino de las que aprendes a querer con el tiempo y se hacen necesarias.

No hacía ni una semana desde que se habían conocido y parecía que llevaban años juntas.

Tal vez aquello habría hecho que lo mayoría de personas salieran huyendo, ante la idea de encontrar a alguien a quien coger tanto cariño en tan poco tiempo, y sentir que las cosas que habías deseado encontrar durante toda la vida, estaban justo ahí, viviendo en esa persona.

Suspirando, Alba se acurrucó aún más cerca de Natalia, repartiendo besitos por su cuello. No parecía ser todavía muy tarde, la luz que entraba por la ventana era tenue y se oía cantar a los pájaros de manera suave.

Puso la cara en el hueco del cuello de la morena, respirando su olor, casi intoxicante. De algún modo, Natalia siempre parecía oler bien, lo cual era algo que traía a Alba de cabeza.

En general, para qué mentir. Natalia Lacunza entera traía de cabeza a Alba.

No esperaba dormirse pero fue cerrar los ojos, abrazarse a Natalia y volver a caer rendida.

Después de todo, la noche anterior había sido muy intensa, habían asistido a varios conciertos agotadores. A las tres, una bastante borracha pero no demasiado marchosa Natalia había sugerido volver a la cabaña y tratar al menos de dormir.

Alba había negado con la cabeza, había tomado su mano y la había arrastrado a la pista de baile.

No es que Natalia no disfrutara de una buena fiesta pero el efecto del alcohol y el cansancio habían hecho acto de presencia nada más empezar a bailar. Sin embargo, no podía resistirse a Alba Reche bailando al ritmo de algo que parecía una canción de Romeo Santos.

Nadie habría pensado que a Alba se le daba tan bien bailar bachata, y sin embargo Natalia no podía parar de mirarla, con las manos en las suyas, guiándola como si hubieran bailado juntas toda la vida. Y eso que Natalia era bastante diestra con el baile, pero la bachata no era ni de cerca su estilo.

Sin embargo, Alba era convincente. Se había puesto en modo seductora y Natalia desde luego no estaba oponiendo resistencia.

Tenía una de sus piernas entre las de Natalia y dirigía sus movimientos con una determinación que le había visto pocas veces a la rubia. Estaba totalmente embobada mirando a sus pies, cuando Alba le levantó la barbilla con la mano, suavemente, tratando de indicarle que la gracia estaba en mirarse a los ojos y no preocuparse tanto por los pasos.

Así que Natalia simplemente se dejaba llevar y le robaba besos entre canciones.

A las cinco por fin fue capaz de sacarla de la pista de baile.

Alba no estaba cansada en absoluto. Parecía que le habían inyectado Red Bull, o que había tomado el testigo de los amantes de la antigua Ruta del Bakalao. Bien era sabido que los de Levante tenían fama de ser fiesteros, y Alba, siendo de Elche, se había dedicado a dejar bien alto el listón.

Lo cual hacía gracia y preocupaba a Natalia a partes iguales. No sabía de donde sacaba una persona tan pequeñaja tanta energía.

De hecho, nada más se metieron en la cama, Alba se abrazó a Natalia y comenzó a hablarle. Había sido una situación graciosa. La rubia hablando sin parar y la pamplonica deseando dormir.

Alrededor de las cinco y media, Alba se había callado, al darse cuenta de que Natalia se había quedado dormida. Le dio ternura la escena, sabía que no era su intención dormirse pero estaba muy cansada, así que simplemente se acurrucó contra ella y esperó a que el sueño la alcanzara.

Y así se había levantado, tanto la primera vez, como la segunda, ya bien entrado el día.

Curiosamente fue Alba también la que se levantó de nuevo primera por segunda vez.

Se estiró brevemente y esta vez sí, trató de despertar a la morena. Al principio era con besitos, pero al ver que no surtía absolutamente ningún efecto, la zarandeó levemente por el hombro.

- Cariño, levanta... Se hace tarde. - Dijo, con dulzura, viendo que no se despertaba aún.

Sin embargo, la cualidad estrella de Alba no era la paciencia. Así que se le ocurrió ser mala.

- ¡Natalia! ¡Arriba! - Gritó cerca de su oreja, riéndose después.

Natalia pareció volver en sí de repente y se levantó de golpe, pegándole un cabezazo.

Alba, a pesar del dolor, seguía riéndose. La cara de Natalia al despertar había valido la pena el golpe.

Natalia, muy confusa, se llevó la mano a la cabeza.

- ¿Me has gritado? - Preguntó, observándola reír sin enterarse de nada.

Alba asintió, muerta de risa.

Y entonces Natalia sacudió la cabeza y comenzó a hacerle cosquillas.

- Ven aquí, que te voy a hacer algo como para que te rías. - Dijo, pasando su mano de un lugar a otro, haciendo que la rubia se retorciera, riendo.

- Nooo. ¡Para! - Decía, buscando aire y tratando de evitar que la morena siguiera.

Sin embargo Natalia no parecía gastar ni piedad ni vergüenza en ese momento.

- Primero pídeme perdón por despertarme así, Albi. - Exigió, sin parar de hacerle cosquillas.

- ¡Nunca! - Alba negó con la cabeza. Natalia se sentó encima suya, todavía torturandola.

- Pues no pienso parar.

Tras un par de minutos más, Alba, casi ahogada, se rindió.

- Bandera blanca. Está bien, me rindo. ¡Perdón por despertarte así! - De inmediato Natalia la liberó y Alba respiró pesadamente. - Joder.

- ¿Tanto te costaba? - Bromeó Natalia.

- Soy una persona orgullosa. - Gruñó Alba, haciendo una mueca. - Que conste que solo me he disculpado porque no quería morir.

- Entiendo. - En esta ocasión era Natalia la que estaba riéndose tranquilamente. Se tumbó en la cama de nuevo, observando el techo de madera de la cabaña, pasando de reír a poner cara de seriedad. - Oye, Alba, ¿te puedo preguntar una cosa?

Al oír aquellas palabras Alba se puso seria también, pensando que era algo importante.

- Si, claro, lo que quieras. - Aseguró, tomando la mano de la morena, quien la apretó en señal de cariño.

- ¿Tu crees en el destino? - Se giró para mirarla. Alba asintió levemente.

- Hay cosas destinadas a pasar. Como tú y yo. - No tuvo miedo de afirmarlo, dirigiendo su mirada también a la morena. - Como dice una canción de Miss Cafeína, "seguimos siendo átomos dispersos", y a lo mejor los nuestros estaban predestinados a encontrarse.

- "Esto es cuestión de verlo medio lleno" - Dijo entonces Natalia, parafraseando otra canción del mismo grupo. - Creo que me hacía falta tu positividad en mi vida.

Fue esa confesión la que hizo que las dos se miraran. Imagina toda la intensidad del universo, de los átomos dispersos, concentrada en una mirada.

Se habían encontrado, eran la pieza que completaba el puzzle de la otra. Hasta el universo lo sabía.

-

Ya sé que subí capítulo ayer pero quería compensaros por no haber subido en toda la semana nada más. Y por todas las visitas de la historia y los comentarios. Dije que haría un maratón, así que aquí está el segundo capítulo.

PD: seguidme en Twitter, soy @vilpagwriter, no os arrepentiréis.

love it if we made it // albaliaWhere stories live. Discover now