Prólogo.

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El otoño siempre ha sido la época del año que más me ha gustado. Recuerdo con nostalgia los matices azafrán en los árboles y el suelo tapizado con las hojas descendientes. Nos hacia un nidito bajo la sombra de nuestro viejo sauce llorón.

Con abrigo y el aroma de dulce canela.

Cada tarde de la semana esprintaba  a nuestro patio, sosteniendo la falda del vestido para no tropezar. Cuando mi hermana Elizabette me llamaba, significaba que la hora de juegos esperaba por mí, asi que me sentaba a su lado, ella abría el libro y me contaba un cuento, algunas veces los repetía por mi insistencia al reescucharlos; me gustaba La Sirenita, La Cenicienta y La caperuza roja y el lobo feroz.

Pero sin duda alguna, las sonrisas florecían en mi rostro y las estrellas relucían en mis pupilas cuando me contaba sobre «Alicia en el país de las maravillas » mi cuento favorito.

Al igual que Alicia, yo también tenía una gata de nombre Diana, un tabby grisáceo que bostezaba cerca de nosotras cuando la historia le inducía al sueño. Me gustaba imaginarme en ese mundo maravilloso donde todo está al revés, donde la lógica y la noción del tiempo se pierde para ceder a una colorida aventura.

Yo también quería ir detrás del conejo blanco, saludar al señor Dodo o conocer a la tirana reina, que más que miedo, me daba ternura.

Quería ir a la fiesta del té y jugar con el travieso gato sonriente, bailar junto a la duquesa peculiar o ayudar al carpintero del mar.

Imaginaba mi propio mundo de fantasía hasta que me quedaba profundamente dormida sobre las piernas de Elizabette, acurrucada en su pollera blanca, mi hermana me acariciaba él cabello hasta la hora de la merienda.

Son bellas memorias que permanecerán tatuadas en mi corazón hasta el fin de mis otoños.

Pero dime hermana mía...

¿Al volver a casa podremos jugar otra vez?, ¿vamos abrazar a Diana en nuestras tardes de utopía o danzar bajos los lazos de nuestro viejo sauce?

¿Me leerás un cuento y me dejarás dormir en tus piernas?

Abro mis ojos y me siento triste al apreciar ese lugar que solíamos amar. Percibo el aroma húmedo en el viento, este otoño es insípido, ajeno.

Nuestro sauce luce avergonzado, desnudo, desvencijado, sus hojas muertas tapizan el suelo pero no se siente familiar.

Tampoco Diana está aquí.

Mis lágrimas nublan mi visión, porque no me gusta el color negro en la ropa. Tras de mi yace nuestra familia, los llantos ahogados de aquellos que te amaron en vida resuenan en mis oídos, sumándose a mi pena.

Sentada en nuestro columpio, pierdo mi vista hacia la nada.
En la maleza que muere poco a poco al igual que mi voluntad. Porque tú querida hermana erás lo único que yo tenía en la vida...

...

El aullido de un viento repentino arremolina mi cabello, las hebras obstruyen mi visión. Definiendo borrosa una pequeña mancha endrina saltando hacia mi, cuya imagen se hace más clara cuando esta lo suficientemente cerca.

Un conejo negro, de ojos azules gema.

Colgando en su cuello se menea un reloj de plata decorado con una rosa añil. Su minutero gira enloquecido sin dar una hora fija.

«Tic, toc... Tic toc... Tic toc»

—¡No hay mucho tiempo!, ¡Ven conmigo Alicia! ... ¡Vamos juntos al país de las maravillas!

¿Alicia...?

Pero yo no me llamo Alicia...

—¡Alicia! ¿En qué estas pensando? ¡Debemos irnos!, ¡rápido!, ¡el tiempo vuela, se aleja!

Mi nombre es...

Alicia, el tiempo vuela, vuela, vuela...

...

Mi nombre...

Nombre... ¿cuál era mi nombre?

¿Acaso mi nombre es Alicia?

No hay tiempo, no hay tiempo  ¡el tiempo vuela!, ¡vuela, vuela y vuela! Se escapa de mis palmas con prisa, ¡Alicia no hay tiempo!, ¡el tiempo vuela Alicia, está volando! ... ¡No pierdas el tiempo Alicia!... ¿Alicia, me estás escuchando?

Él tiempo se agota...

Pero no tienes elección.

Alicia...

vEnDrás CoNmIGO aL pAíS dE LaS MaRaViLlAs.

    ;;Dreaming AliceWhere stories live. Discover now