1. Bienvenida al país de las maravillas

86 12 4
                                    

Recuerdo mis pies moverse por si solos, llevándome hacia ese pequeño conejo azabachado de ojos gema zafiros. Me alejaba más y más de mi hogar, de la pena que se manifestaba a mis espaldas y el dolor de mis familiares.

«Alicia» me llamaba.
«Ven hacía mí» repetía.

Hechizada por su voz, me aventuré hacia la trayectoria que la pequeña criatura definía para mí.
¿Por qué lo hacia? No lo sé. Pero puedo decir con certeza que mi corazón lo demandaba, mi alma entera lo consentía.

Junto al tictac del reloj resonaba el aullido del viento otoñal, inundando mis oídos. Me contaba de lo lejos que yacía de mi casa, inmersa en este bosque azafrán del que nunca me aventuré a indagar en mi niñez.

Pronto el conejo se detuvo frente a una enorme madriguera.
Tan grande que la penumbra misma me saludaba, en un pestañeo yacía al borde del escondrijo y me incliné para observar su interior.

No sé porque creí que hallaría algo más que oscuridad pero si que sentí una brisa gélida proviniendo de las profundidades, cuya frialdad acariciaba mi rostro con sutileza invitándome a caer en los lazos envolventes de las tinieblas. Espabilada, observé hacia mis pies pero el conejo peculiar se había esfumado.

—Por fin... Alicia, estaba tan ansioso de traerte conmigo.

Una voz masculina a mis espaldas me tomó por sorpresa, no pude evitar exaltarme y darme vuelta en un santiamén. Lo primero que pude definir fue el reloj de plata con la rosa azul asomándose tímidamente en los bolsillos de un precioso traje, un esmoquin añil cuyas mangas se difuminaban en un bordado diamantado. Tampoco pase por alto la pajarita que colgaba en su centro un reloj diminuto cuyo minutero enloquecido iba a curso contrario.

Entonces fruncí el ceño con extrañeza.

Ese caballero de tez pálida como la nieve misma me observaba sonriente, podía encontrar ternura en sus ojos y ver mi propio reflejo anonadado en sus pupilas. Azul zafiro, gemas fulgurantes que se acercaban a mi con cada paso. No puedo decir que estaba asustada, no sentí temor, pero si una gran curiosidad, ¿de dónde había salido este chico tan extraño?

—¿Por qué no dices nada Alicia?— cuestionaba con un tono dulce.

Su voz meliflua es como la miel, tan suave que sentía mi cuerpo estremecerse y mis mejillas arder, no comprendo porque me había sonrojado pero el joven de cabellos azabaches lucía divertido con mi expresión.

—¿Será que estás curiosa por mí? Eso me hace inmensamente feliz, ¿sabes por qué?

Negué con la cabeza sin formular palabras.

—Porque yo también siento mucha curiosidad por ti.

La seda del guante acariciaba mi diestra, si estaba roja antes seguro que ahora luzco como un tomate en todo esplendor. El chico besó el dorso de mi mano cual caballero, sus labios sonrientes continúan rozando mi piel.

Pero en ese entonces di un sobresalto.

En la copa de su cabeza, dos orejas azabaches se alzaron en sincronía, de vista suave y pelaje sedoso. Era el conejo que había visto antes, lo cual no tiene sentido alguno.
¿No existen personas con orejas de animales, verdad? ¿O animales que tengan la habilidad de transformarse en personas? Es imposible.

Parpadeé sin aliento, prestando atención a sus gestos indescifrables, él me miraba con sumo cariño y un rubor tenue sonrosado se apreciaba en sus mejillas.

—Pero el tiempo corre mi querida Alicia, se escapa de mis manos y si no te envio ahora te perderé para siempre...

No entendí sus palabras, tampoco tenía el coraje de preguntar a que se refería, presa de su mirada apasionada, yo me sentía hipnotizada por él y su belleza petrificante.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Dec 21, 2018 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

    ;;Dreaming AliceWhere stories live. Discover now