VII

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El día había amanecido con un sol radiante, pero Mariola permaneció en la habitación hasta que el mayordomo le informó de que los invitados ya se habían ido a dar ese largo paseo por parejas que terminaría en un picnic todos juntos. Lo de pasar el día entero en el campo a Mariola le encantaba, pero el hecho de tener que estar con un desconocido durante todo el trayecto no era de su agrado. Ella no sabía quién era aquel caballero que había hecho que ella no pudiera realizar la excursión, pero le debía un favor.

Mariola abandonó sus habitaciones sin dejar de brincar y se dirigió a los jardines. Cuando salió al aire libre no pudo evitar quitarse los zapatos y dejar que sus pies sintieran la hierba. Puesto que incumpliendo todas las normas, no llevaba medias. Cerró los ojos y disfruto del sol y de los agradables olores del campo. Mariola se sentía tan bien que casi sin ser consciente de ello, extendió sus brazos y comenzó a dar vueltas, pero aquel momento pronto se desvaneció, puesto que no había dado más que un par de vueltas cuando su cuerpo choco contra alguien y calló al suelo. Ella alzó la mirada y se encontró con unos penetrantes ojos. Un apuesto caballero, que parecía haber quedado petrificado, la observaba desde arriba. Mariola se levantó sin ayuda, dispuesta a recriminarle a aquel hombre el haberla hecho caer y su falta de modales, pero antes de que pudiera abrir la boca el hombre volvió en sí.

-Señorita debería usted tener más cuidado- dijo aquel caballero al que la Señora Fredic había apodado con el nombre de Apolo. Apolo no sabía porque había dicho aquello, él siempre se comportaba como un caballero, pero la atracción que aquella muchacha despertaba en su interior era tal que casi no podía resistir el impulso de besarla.

-Perdoneme usted- dijo Mariola indignada.- ¿Está usted echándome la culpa a mí?- Apolo no respondió, dio media vuelta y se marchó sin saber qué es lo que le estaba pasando.

....

Mariola volvió al interior de la casa después de dar un largo paseo por los alrededores de la misma, cuando uno de los criados le informó de que la señora Fredic lo había dispuesto todo para que ella y el caballero que había llegado la noche anterior pudieran disfrutar de aquel día con un agradable picnic en el jardín. Eso no le hizo ninguna gracia a Mariola, la que se sentía como una victoria acababa de convertirse en un castigo. Ella quería pasar el día sola. Que rabia le daba no poder declinar aquella invitación sin ser descortés.

Después de cambiarse se acercó a los jardines. Junto al picnic se encontraba un caballero de espaldas. Su espalda era ancha y su cabello era castaño con reflejos rojizos ¿Sería apuesto? Mariola se sorprendió al preguntarse aquello. El hombre la escucho acercarse y se giró. Mariola no pudo evitar que su cara reflejara su sorpresa.

-¡Usted! - aquel era el caballero que la había empujado esa mañana y después se había marchado sin ayudarla.

-Así que usted es Dafne.- dijo al tiempo que hacia una reverencia.- Es un placer, yo soy....soy Apolo - dijo en un gruñido. El hecho de tener que ocultar su identidad no le hacía ninguna gracia, pero se lo había prometido a la señora Fredic. Al escuchar el nombre de aquel caballero Mariola no pudo evitar reírse.- ¿Qué le hace tanta gracia mylady?- preguntó Apolo un tanto molesto.

-Apolo y Dafne son...- comenzó a decir Mariola.

-Amantes- contestó él con seriedad.

-No se preocupe usted, yo no pienso ser su amante.- Mariola apretó sus labios con fuerza, ¿qué había pasado con sus modales? Aquel caballero pareció divertirse con su reacción.

-Antes de nada, quisiera disculparme por mi comportamiento de esta mañana, no sé qué me ha podido ocurrir... por ello, he pedido que le prepararan una ofrenda de paz.- dijo señalando un plato repleto de dulces .- Creí entender ayer que usted adora los dulces.- Mariola se puso roja ¿Cómo sabia él aquello?.- ¿O ayer únicamente tenía mucha hambre? Mariola se dejó caer sobre el mantel del picnic y cruzó sus piernas.

-En fin... ya hemos roto todas las normas de cortesía habidas y por haber ¿Qué le parece si nos olvidamos de todo y volvemos a empezar?.- Apolo se sentó a su lado y tomo un plato vacío.

-¿Qué prefiere que le sirva?- Mariola se quedó atónita ¿de dónde había salido aquel hombre tan peculiar? Primero la observa mientras come, después la empuja y la deja tirada como a un perro, se ríe de ella y ahora quiere servirle...- ¿Señorita?- volvió a preguntarle.

-Yo... no sabría que escoger- contestó Mariola saliendo del aprieto.- Lo quiero todo.

-Entonces sólo hay una solución- añadió dejando el plato sobre el mantel y ofreciendo a Mariola un tenedor.- Debe probarlo todo.

- No podría, no quiero faltarle al respeto.

- No lo hará, porque yo pienso probarlo todo también - dijo dibujando una sonrisa traviesa en su rostro y pinchando una tartaleta con su tenedor.

La hija del ArchiduqueWhere stories live. Discover now