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Prólogo

Se veía tan... nostálgica.
Estaba allí, sentada en el parque viendo la boda frente a ella; había lágrimas en sus ojos. Pero no lágrimas de felicidad como las que gente en general dejaba salir en las bodas. No de oh-mi-Dios-qué-hermosa. Eran lágrimas solitarias que contenía, fingiendo serenidad. A su lado estaba sentado un hombre que supuse era su novio. No era que fuera amoroso o reconfortante en lo más mínimo. Parecía un imbécil total, en realidad. Pero se inclinaba para murmurarle algo de vez en cuando; ella asentía y se enderezaba. Había deslizado su máscara de compostura de nuevo. En realidad no era que fuera hermosa. Pero, Dios mío, lo era. Cabello rubio largo que se arrastraba por su cuello, cayendo en rizos dispersos a sus hombros desnudos. Llevaba un vestido de color rojo oscuro que brillaba con las luces tenues que rodeaban la pequeña reunión; su piel de marfil parecía suave y... perfecta. Traté de no observarla. Estaba allí con mi amigo Cody, esperando que la ceremonia terminara y la recepción empezara. Su hermano mayor era parte de la banda, así que teníamos un poco de tiempo para matar. Y me mantenía encontrándome atraído hacia ella. Preguntándome quién era. Cómo era. Por qué se veía tan retraída. Era como si estuviera esperando observar algo. Entonces Cody sacó un cigarro de su bolsillo y se deslizó de nuevo detrás del pabellón para pasar el tiempo. El sol se había puesto justo cuando la novia y el novio decían sus votos y la  música había iniciado. Así como la recepción empezó a patear a alta velocidad, un resplandor en la distancia me llamó la atención. A través de la sombras del parque,  vi los destellos de ese vestido rojo. Mi primer pensamiento fue que estaba escabulléndose con su novio. Las bodas tendían a ser una increíble forma de excitación para las mujeres. Me había beneficiado de su intensa necesidad de tener relaciones una vez o dos en el pasado. Pero estaba extrañamente desconsolado por el pensamiento de que solo buscara un interludio romántico. Entonces, me di cuenta que estaba sola. Llevando sus zapatos en la mano, los pies descalzos asomándose por su larga y amplia falda mientras se movía en silencio a través de la hierba hacia la fuente.
Se detuvo un momento, leyendo el anuncio en la base, y, a la vez, puso la mirada más fascinante en su rostro. Se mordió el labio y frunció la boca en una sonrisa pícara. Entonces bajó sus zapatos al suelo, subiendo su falda para desnudar algo de sus increíbles muslos bastante increíbles y entró en la fuente. No era, de ninguna manera, un romántico. Era todo sobre el placer libre y sencillo, nunca me había puesto todo sensible por una chica antes. Así que tal vez era el cigarro. Quizás drogarme me había provocado cierta profundidad, estimulando una sección de mi cerebro. Una parte que me hacía pensar en todo tipo de mierda florida. Igual que la forma en que su vestido brillaba en la oscuridad, como estrellas en el cielo. O la manera en que su rostro se iluminó cuando sonrió y se echó en la piscina poco profunda. Y en ese momento, quise conocerla. Quise averiguar qué la hacía temblar.  Cómo sonaba en la primera hora de la mañana, con su voz ronca por el sueño. Quería ver si sus labios se sentían tan increíblemente suaves como parecían. Si su cabello era tan suave como la seda, de la forma que aparentaba. Cómo su piel desnuda brillaría de sudor en el calor de la pasión. Una risita casi infantil se le escapó y miró hacia la fiesta por un momento, observando cuidadosamente. Bajó la mirada a sus pies, girando uno alrededor por un momento más y dejó escapar un profundo suspiro. Al salir de la fuente, la chica misteriosa recogió sus zapatos. Con una anhelante mirada más a su escape momentáneo, regresó a través de la oscuridad hacia la recepción.
No tenía idea quién era.
Pero la deseaba.
Cuando me enteré quién era, me hubiera gustado que hubiera sido alguien más. Las leyes de orden social nunca permitirían que una chica como ella estuviera con un tipo como yo.Así que traté de olvidarla. De cualquier manera que pude.

Capítulo 1

Tres licenciosos años más tarde...

Creo que fue la camiseta la que selló el acuerdo esa noche. Parecía que tenía sexo más a menudo, realmente. Grandes letras mayúsculas que
decían Donante de Orgasmos, atravesaban la tela negra que, para ser honestos, era tal vez de un tamaño demasiado pequeño. Afortunadamente, medía un metro noventa y tenía bastante musculatura para usarla. Me apoyé en el mostrador que separaba la cocina abierta de la gran sala. La casa era bastante enorme, pero cuando tenías a cuatro chicos y una tonelada de mierda de equipo para mantener la forma, se necesitaba un lugar bastante grande. No era muy limpio, sin embargo, lo que era de esperar teniendo en cuenta los miembros de la banda que vivían aquí. Más que un lugar de fiesta, era un lugar para descansar de la forma de vida estridente. Y era mi hogar lejos de casa, cuando los confines de mi propio mediocre apartamento empezaban a sentirse un poco agobiantes. Había sido una larga semana en el taller, con dificultad para encontrar partes, la gente sin querer pagar sus facturas, todo tipo de mierda. Mi abuelo me había dejado el negocio que había sustentado a su familia durante cincuenta años. Antes, cuando era adolescente, pasé bastante tiempo con él para saber el dolor de cabeza que implicaba, pero esta semana realmente había apestado. Tal vez debió habérselo dejado a mi hermana. Era la constante, la responsable. Yo era, bueno... no. Solo tenía veinticuatro años, demonios. Así que exploré la habitación para ver quién podría estar dispuesta a pasarse y entretenerme durante la noche. Necesitaba perderme. Estaba enojado y cansado, lo que significaba que tenía que pelear o follar; y follar lo haría menos doloroso por la mañana. Laura estaba observándome desde el otro lado de la habitación. No estuvo  tan mal la primera vez, pero me encontraba un poco preocupado que pudiera empezar a volverse pegajosa si le daba mucho ánimo. No podía enfrentar a una pegajosa. Era difícil ser divertido cuando te enfrentabas con una pegajosa y algo que me gustaba era ser divertido. No quería ser un imbécil, pero a veces ser un idiota era el único idioma que las pegajosas podían entender. Mirando a través de la multitud, se me ocurrió que Pauline parecía bastante  ardiente esta noche. Y, como bono, estaba un poco más relajada acerca de las cosas. En realidad, lo habíamos hecho un par de veces y estaba muy lejos de ser pegajosa, sobre todo porque parecía que le gustaba la variedad. También lo había hecho con Denny, Justin, Cody y Drew. Y Maggie. Una noche, lo hizo con Drew y Maggie... juntos. Por lo que Drew me dijo, así fue cómo él y Maggie conectaron en primer lugar. Tomé un trago de mi cerveza, preguntándome si estaba de humor para ella esta noche. Era muy aventurera. Pero entonces, Justin se acercó a su lado y procedió a chupar su cuello. La había compartido con Justin una vez antes. Por desgracia, apenas recordaba a la chica, eso como que me hacía sentir como un imbécil, pero había estado muy borracho. Me acababa de terminar poco más de la mitad de una botella de Jack. Y había sido oscuro. Toda la experiencia fue un poco confusa. Una que estaba seguro no quería repetir. Así que, podría tener a Pauline para él solo esta noche. Esta semana había sido agotadora y además había ayudado a los chicos a establecerse en el Copperline. Su concierto había sido ruidoso y estruendoso, como de costumbre,  sin dejar dudas que eran los Bangin‘Mofos. Para el momento en que teníamos todos los instrumentos empacados, había estado trabajando enérgicamente durante unas veinte horas. Así que estaba buscando a alguien fácil. Realmente no quería tener que esforzarme para conseguirlo. Ruth... ella era una posibilidad. Era casi tímida en las fiestas. Dulce como la miel en público, pero juraba como un marinero en la cama. Siempre era de las más calladas. Sin embargo, podría chupar una pelota de golf a través de una manguera de jardín y no le importaría hacer la mayoría del trabajo. Por desgracia, parecía que había traído a un chico para la noche en el bar, lo que significaba que mis posibilidades eran casi nulas. Por esta noche de todos modos. Tal vez la próxima. Miré por la habitación un poco más. Tan grande como era el lugar, la distancia de las paredes era demasiado cercana y las personas seguían apareciendo. Vi a Lily entrar y la consideré un segundo. Nunca la había tenido. Cody sí. Parecía pensar que valía otra ronda en algún momento. Se volvió hacia la puerta, que seguía abierta detrás de ella, y le indicó a alguien para que la siguiera. Y entonces, ella entró. Sophie Jodida Buchanan.
¿Qué mierda estaba haciendo aquí?Por un segundo, pensé que estaba viendo cosas. No solo estaba aquí, en una fiesta de banda, sino que su novio imbécil de la prepa no estaba con ella. Se veía diferente. Muy diferente. Mi primer pensamiento fue que Lily probablemente le había dado un cambio de imagen a puta. Delineador grueso negro, labios rojo rubí, su rubio cabello salvaje y lleno de deliciosas ondas cayendo alrededor de sus hombros desnudos, con rayas brillantes de color rosa, púrpura y azul. Su pequeña camisa de tirantes mostrando las primeras curvas de sus pechos y terminando justo por encima de una increíblemente corta, falda apretada. Una que terminaba a pocos centímetros por encima de unas buenas botas altas asesinas. En serio, puro material porno. Más sexy que una maldita cubierta de playboy. Alejé la imagen de mi mente para la siguiente ocasión rara que tuviera que encargarme de mi propia mierda.
Estaba de pie con Lily, mirando alrededor de la habitación, hojeando la multitud. Lily señaló a una persona aquí y una persona allí, Sophie los miró por un segundo antes de que Lily señalara a otro. Lentamente, recorrieron con la mirada la gran habitación y luego Lily me señaló. Con valentía, sostuve la mirada de Sophie mientras se centró en la mía, hice todo el asunto de la mirada ardiente que generalmente bajaba bragas por toda la ciudad. Su cabeza se inclinó un poco hacia un lado e, incluso desde la distancia, pude ver el rubor en sus mejillas. Pude verla quedarse sin aliento.Bajó la mirada hacia mi camisa y, por un momento, sus ojos mostraron una leve insinuación de sorpresa. Rápidamente acomodó sus facciones, sin embargo, enmascarando su expresión mientras Lily le murmuraba algo al oído. La observó pensativamente y luego miró en mi dirección. Lily le dijo algo más que hizo a Sophie sacudir la cabeza muy ligeramente. Luego respiró profundamente, pasó su lengua por sus labios y dejó a Lily para abrirse paso a través de la multitud.
Hacia mí.Y sentí una enorme oleada de sangre apresurarse derecho a mi polla. Cuanto más se acercaba, más duro me ponía. Siempre la había visto únicamente desde la distancia; estaba de alguna manera más ardiente de lo que había pensado, incluso bajo el grueso maquillaje. Me podía imaginar sus regordetes labios envueltos alrededor de mi polla. Mi boca se hizo agua por saborear la piel suave y cremosa de esas espectaculares tetas. Mientras se acercaba, me di cuenta que tenía los ojos casi de un profundo turquesa, no de un azul bebé, como había imaginado. Me pregunté cómo se verían cargados de lujuria mientras me montaba hasta el agotamiento. El rubio alborotado de su cabello enmarcaba su rostro en forma de corazón, las rayas multicolores sobre la iridiscente piel desnuda de sus hombros. Se acercó a mí y deliberadamente bajó la mirada a mi camiseta. Me preparé para un comentario mordaz. Cada vez que la había visto antes, simplemente rezumaba clase. Dinero. Estilo. Alta sociedad y, una vez más, solo pude preguntarme qué diablos estaba haciendo aquí. Fríamente tomé un sorbo de mi cerveza, inclinando la botella entre el pulgar y el índice, esperando que hablara. Bajando la botella, se la ofrecí. Un desafío. Una prueba. Vaciló solo un segundo antes de sostenerla y, sin apartar sus ojos de los míos, beber. Oh...
La forma en que sus labios se curvaron alrededor de la botella hizo que mis pensamientos ya sucios se volvieran verdaderamente sórdidos.
Esos labios se sentirían impresionantes envueltos alrededor de mi polla. Con la primera prueba, apenas contuvo la clara indicación que rara vez, o nunca, bebía cerveza. La punta de su lengua se deslizó hacia fuera para captar una gota perdida mientras inclinaba el cuello de la botella para tocar las letras en mi
camisa.
—¿Puedes cumplir esa promesa? —preguntó.
Maldita sea, sí. Incluso en su ropa de zorra, rezumaba formalidad y corrección. Pequeña niña rica. Ni siquiera debería estar jodidamente aquí. Yo tenía tatuajes, perforaciones y cuero. Era mecánico. Clase baja todo el camino. Criado por una madre soltera, luego por mi abuelo y su hermana mayor, cuando el cáncer se la llevó lejos de nosotros. Rozaba la línea de clase media. Las chicas de sociedad como Sophie Buchanan simplemente no venían y abiertamente le hacían una proposición a tipos como yo. Tomó un minuto para que mi cerebro captara que la proposición era exactamente lo que estaba haciendo. Entrecerré los ojos en ella. Poco a poco, mi mirada viajó por su pequeña y escasa vestimenta, tomando nota de sus perfectos senos, su pequeña cintura con curvas y su falda súper corta. Reaccionó como si mis dedos acariciaran su cuerpo en vez de mis ojos. Su aliento quedó atrapado en su garganta y un débil, pero visible temblor la recorrió. Me tomé mi tiempo, cubriendo mi sorpresa con un examen lento y detenido desde la punta de esas botas hasta sus muslos, luego subiendo lentamente hasta encontrarme con su ardiente mirada.
Me enderecé, dando un paso más y tomando la botella vacía de su mano. Sophie no dio un paso atrás, sino que se mantuvo firme. Cuando hablé, fue apenas a un centímetro de distancia de ella:
—Ah, sí —contesté en un tono áspero, firme y bajo—. Garantizado para hacerte gritar.
Podía ver las palabras llegar a casa. El rubor que calentó su piel. El sofoco en sus ojos. Realmente fui jodidamente suave. Me miró fijamente a los ojos, estudiándome de cerca, todo el rato temblando como una hoja. Luego su lengua salió de nuevo para humedecer sus labios y ladeó la cabeza hacia un lado, haciendo un gesto hacia el pasillo a la parte posterior de la casa.
—Vamos —dijo en voz baja. Capté el temblor en su voz. Algo que decía que estaba aterrorizada en esas jodidamente botas sexys-como-el-infierno. Pero también parecía determinada. La deseaba desde la primera vez que la vi. Pero cuando me enteré quién era, me di cuenta que nunca conseguiría estar a doce metros de ella. Los diferentes círculos y toda esa mierda. No tenía idea por qué estaba allí, pero estaba muy seguro que no iba a rechazarla para que algún otro tarado de aquí la tuviera. Me había elegido. Fue el destino. Ya era hora. Cada buena acción que había hecho en  toda mi vida estaba dando sus frutos. Comenzó a girar, tomando nerviosa mi mano. Ese primer toque envió una descarga eléctrica a través de mí. Podría sonar cursi y lo más probable es que hubiera sido solo el aire seco, pero en serio hubo un chasquido de electricidad cuando me tocó por primera vez.Raro. Pero extrañamente poético. Su pequeño puño, muy ligeramente tembloroso, era cálido y suave. Quería sentir ese toque en mi polla. El maldito pensamiento hizo que mi polla se moviera rápidamente a través de mis putos vaqueros. Dejé que me condujera a través de la gran habitación llena de gente. Me llevó por el pasillo y no tenía ni idea de si sabía a dónde iba. Nunca había estado aquí, por lo que podía recordar. Sabía, por visitas anteriores y fiestas pasadas, que la banda mantenía gran parte de su equipo aquí, a veces usando el espacio para practicar o escribir música o simplemente para perder el tiempo con una melodía. Pero también había un enorme sofá mullido en forma de L. Cada lado era lo suficientemente grande para que fácilmente alguien de mi altura se desparramara cómodamente. Lo había hecho; y me desmayé en él suficientes veces como para estar bastante seguro de eso. Abrió la puerta, solo un poquito al principio, mirando a escondidas hacia dentro para ver un conjunto de tambores, una guitarra y una mesa cubierta con papel, bolígrafos y púas de guitarra. Había un tinte azulado en la habitación por un viejo anuncio de cerveza Icehouse que Cody había enganchado del bar Copperline una noche.
—Maldición, son instrumentos, no un dormitorio —murmuró en voz baja.
—Hay un sofá —susurré en su oído; sentí un temblor pasar a través de ella. Su rostro se giró hacia mí solo un poco, lo suficiente para darme una idea de su perfil; pero luego hizo una breve inclinación de cabeza y empujó la puerta abierta el resto del camino.
Apiladas en un extremo del sofá verde profundo, había unas cuantas almohadas suaves, mullidas y cuadradas. Y una pesada manta de peluche estaba arrojada sobre la parte posterior.Dio un par de pasos en la habitación. Su aliento parecía salir más rápido ahora, respiraciones agudas que causaban temblores en su cuerpo. Se quedó allí, de espaldas a mí, casi como si estuviera dándose una pequeña charla mental.
—¿Estás bien, nena? —pregunté y se volvió lentamente. Su lengua salió para tocar sus labios nuevamente y sus dedos se retorcieron con una obvia aprensión. Quise desesperadamente, en ese instante, dar un paso más cerca. Tocarla y saborearla. Parecía lista para estallar, pero asintió. Luego cerró sus asombrosos ojos por un momento y respiró profundamente. Cuando los abrió de nuevo, había recuperado algo de calma. Su voz era firme cuando habló:
—Cierra la puerta.
Levanté un poco la barbilla, estudiándola de cerca; luego hice lo que me dijo.
—¿Hay seguro? —susurró.
Asentí mientras aseguraba la puerta, el clic haciéndose eco a través de la habitación, elevándose por encima del sonido de la fiesta de la banda.
—¿Y bien? —dijo en voz baja—.Hagámoslo.
Alcé la ceja perforada con sarcasmo. —¿Estás segura que quieres hacerlo?
Su ceño se frunció y su voz sonó ligeramente con pánico.
—¿No quieres?
—Oh, sí. —Asentí con una sonrisa lasciva. Dejé caer mi mirada de nuevo para que viajara más que un poco por su sexy cuerpo, se retorció bajo la intensidad. Sí, jodidamente quería hacer esto. No tenía ni idea de cuánto tiempo había querido esto, pero se veía a punto de saltar fuera de su piel. Deliciosamente en el borde, la miré como si fuera mi presa. Leyendo cada tembloroso escalofrío que bailaba a
través de su piel—. Sí —dije de nuevo—. Estoy dentro si tú lo estás.
—Bien —dijo ella—, porque lo deseo.
Di un paso hacia ella, luego otro. Poco a poco, como si estuviera cazando un conejo asustado. Sus ojos brillaban, por un lado, aterrorizados y por el otro con excitación. Su exquisito pecho subía y bajaba, su postura se tambaleó solo un poco. Durante todo el tiempo que avancé, me dije que debía estar tranquilo. Cuidadoso. Lo repetí como un mantra una y otra vez en mi cabeza. Jodidamente. No. La. Asustes. Pero, al final, justo cuando llegué a la distancia de un brazo de ella, vino a mí. Sus dedos tomaron la parte delantera de mi camiseta mientras se levantaba de puntillas, con un brazo deslizándose alrededor de mi cuello. Y me besó.
Desesperadamente y con un largo y profundo gemido que se hizo eco en mi garganta y en mi cerebro. Sus labios sabían jodidamente increíbles; la piel desnuda de sus hombros se sentía igual de satinada y suave como había imaginado. Mi polla empezó a palpitar, lindando con el dolor, mientras sus manos se deslizaban por mi pecho, deteniéndose en la cintura de mis vaqueros y luego deslizándose debajo de mi camiseta. Las yemas de sus dedos sobre mi piel desnuda me excitaron como nada que jamás hubiera sentido antes. Tiré de ella con fuerza hacia mí, moliendo mi polla dura contra su cuerpo, tomando nuevamente el control. La oí jadear mientras inclinaba mi cabeza para profundizar el beso; gemí ásperamente mientras su lengua rozaba la mía. Joder, podría haberla besado por siempre. Las pequeñas cosas que el cuerpo necesitaba, como aire y comida, eran intrascendentes si se comparaban con la necesidad desenfrenada creciendo dentro de mí. Su pequeño cuerpo blando se frotó contra el mío y levanté la cabeza para mirarla. La expresión trémula que había tenido antes había cambiado. Sus párpados estaban bajos, oscureciendo sus ojos llenos de lujuria; sus labios magullados con la fuerza de nuestro beso. Sus hermosas mejillas sonrojadas, su cuerpo se balanceaba contra mí mientras sus
labios se levantaban de nuevo para encontrarse con los míos.
La guie hacia atrás a través de la habitación hacia el sofá, levantando mis brazos para permitirle pasar la camiseta por encima de mi cabeza. Sus dedos temblaron cuando se estiró para tocar los gruesos músculos de mi pecho, la exhibición de tatuajes en mis brazos y torso. Su respiración era pesada y rápida, capturando un despeinado mechón de su cabello y moviéndolo contra mi piel desnuda.
La necesidad furiosa que corría por mi cuerpo casi se rompió cuando tomó su labio inferior entre sus dientes, me miró, luego llevó la cabeza hacia delante para besar mi pecho. Para probar mi carne y trazar la gruesa línea de un tatuaje con la
punta de su lengua mientras sus uñas rozaban el anillo en mi pezón, atrapándolo y  tirando de él ligeramente. Sentí un gemido bajo dejar mi garganta con el golpe tímido de su lengua; y regresó mientras sus dedos trazaron a lo largo de mis costillas, clavándose en mi  piel mientras mis dedos se enrollaban con fuerza en sus espesos y suaves rizos.
Sí, ella no tenía idea. Todo el mundo tiene a ese alguien perfecto encerrado en su mente. Esa imagen de perfección y sex appeal puro. No tenía que usarla muy a menudo. Generalmente había alguien que me ayudaba con eso. Pero cuando lo hacía, Sophie era la imagen que tenía en mi mente. Había fantaseado con esto. Sufría por esto. Por ella. Durante tanto tiempo. Y estaba aquí, estaba tocándome. Estaba malditamente lamiéndome. Follándome. No había estado tan excitado desde que había sido virgen a los catorce años, cuando mi pene fue acariciado por primera vez. Pasé una mano por encima de su pequeño trasero con curvas, por sus
piernas, hasta que pude levantarla contra mí. No era baja, ni tampoco era alta, pero era delgada y sorprendentemente ligera. Por supuesto, mi cuerpo estaba excitado y podría haber levantado un auto como el maldito Superman. Fácilmente, la levanté en mis brazos y me arrodillé para acomodarla en el sofá.
Mientras yacía allí ante mí, su cuerpo estirado, tracé la piel de marfil de su pecho por el borde de la camisa de corte bajo. Me incliné sobre ella, mirándola nuevamente a los ojos.
—Estás segura de esto, nena —susurré, no tanto como una pregunta, sino como dándole una salida. Tenía una sola noche ante mí, pero habría apostado mi huevo izquierdo a que se trataba de un territorio desconocido para ella. También estaba bastante seguro que mi cabeza o mis bolas explotarían si decía que no, pero no era tan idiota como para no querer que estuviera segura—. Ni siquiera
sabes mi nombre.
Se lamió los labios y susurró en voz baja:
—Lily dijo que tu nombre es Harry.
—Sí.
—Hola, Harry —susurró con los ojos cerrados, levantándose sobre sus codos para buscar mis labios de nuevo—. Soy Sophie.
—Sé quién eres —murmuré, sin saberlo, antes que mi boca se estrellara de nuevo en la suya.
No pareció darse cuenta de mi desliz mientras tiraba de mí, instándome a ponerme encima. Sus labios me enviaron a un frenesí, tomándome estrechamente, curvando su cuerpo duro contra el mío, fundiéndose en mí. Me tragué su pequeño jadeo cuando mi mano se deslizó por su cintura y sus caderas hacia abajo para encontrar la piel desnuda de su muslo. La sangre surgió a través de mis venas cuando envolvió su muslo alrededor de mi pierna y empujó sus caderas contra mí.
—Jodido Jesús Cristo —susurré aturdido—. No puedo esperar a estar dentro de ese pequeño cuerpo sexy tuyo. —Estaba dolorosamente duro y su sorprendido gemido de respuesta hizo que mi cuerpo y pulso latieran mucho más. Mis labios pellizcaron y probaron la suave piel de su cuello; su espalda se arqueó cuando su cabeza cayó hacia atrás, animándome hacia la curva de su pecho. Sus caderas se molieron contra mí y gimió mientras presionaba mi dura, dolorida polla en el vértice de sus muslos. Con las piernas abiertas, acunó mi cuerpo entre ellas. Su apretada falda se había subido y me di cuenta de que no llevaba nada debajo. Sin bragas, ni siquiera una sedosa tanga. Nada. Me agaché para degustar la curva de su pecho a lo largo del borde de la parte superior y pasé un grueso dedo a través del pliegue entre sus muslos. Se había depilado hasta dejar una franja de pelo; la piel desnuda alrededor de su vagina estaba caliente y suave, invitadora. Hizo mi maldita boca agua. Mi dedo se sumergió muy dentro para encontrarla tan cálida y tan húmeda. Por mí.
—Oh, sí —suspiró mientras empujaba profundamente mis nudillos dentro de ella otra vez y doblaba mi dedo para acariciar sus paredes interiores. Todavía saboreando la delicada piel alrededor de su cuello, retiré mi mano y la oí gemir.
—Oh Dios, por favor... vuelve a hacer eso. —Un jadeo sin aliento. Una súplica ansiosa.
Un nuevo nivel de excitación comenzó a hacer estragos en mi polla. Empujé un segundo dedo en ella con el primero, y gritó, el sonido desesperado haciéndose eco a través de la habitación. Cada contacto en su interior me ponía mucho más rígido, me hacía desearla mucho más. Cada sonido que salía de sus labios rebotaba alrededor de la habitación y vibraba a través de mi cuerpo hasta que sentí como si fuera a estallar. Mi boca mordisqueó la curva de su pecho, justo por encima de la línea del cuello de su camisa. Respondió tirando de la apretada tela hasta desnudar su carne para mí. Pezones dulces y tiernos que sabían a gloria, que se fruncían contra mi boca mientras los raspaba con mis dientes. Sentí el roce ardiente de sus uñas clavándose en mis hombros y su cuerpo sacudiéndose contra mí. Levanté la cabeza de su pecho y la besé de nuevo firmemente en la boca, moviendo mi lengua profundamente dentro y tragándome su gemido.
Podía sentir su tirón en la bragueta de mis vaqueros, mi mano detuvo la suya por un minuto.
—Me muero por follarte, nena —susurré en su oído, mordisqueando el pequeño y delicado lóbulo—. ¿Cómo de mal me deseas?
—Por favor. —Se quedó sin aliento—. Oh, por favor.
De acuerdo, así que tal vez era un completo cabrón. No había ninguna razón en el infierno por lo que esto debería estar sucediendo. No pudo haber estado en su sano juicio para incluso estar contemplando esto, era un verdadero hijo de puta por sacarle provecho. Pero, al gritar, podía oler el aroma embriagador de su excitación. La tenía mendigando por mi polla. Por mucho que pensara que esto iba a volver para atormentarme, el sabor de su beso en mi lengua, el sedoso toque de su resbaladizo pequeño coño y la desesperación de su voz eran simplemente demasiado atractivos para que me alejara. Así que levanté mis caderas, dándole acceso para desabrochar mi vaquero, cuando alcancé mi bolsillo trasero. Un segundo más tarde, estaba sacudiéndome con un repentino temblor debilitante mientras su pequeña mano se deslizaba en mi bóxer y se cerraba alrededor de mi polla. Sus esbeltos, cálidos dedos apretaron un poco, comenzando en la base y arrastrándose a lo largo; por un segundo me olvidé de todo. Todo en lo que podía pensar era que tenía su mano sobre mi pene.
Sophie.
Sophie Buchanan tenía su pequeña mano caliente en mi puta polla. Podría haber muerto allí mismo y haber sido el hijo de puta más feliz del planeta.
Siguió moviéndose, acariciando, tirando de mí y presionando sus dedos de todas esas increíbles pequeñas maneras que me tenían jadeando.
—Condón —murmuré—. Joder, nena, necesito un condón. —Finalmente
logré recoger mi cartera y la abrí para tomar un preservativo. Con toda la destreza de un buey, me las arreglé para romper la lámina y envainármelo. Luego su mano
estaba de vuelta, guiándome hacia ella. El primer toque, el primer contacto directo entre mi sexo y el suyo, el primer deslizamiento de la cabeza de mi polla encontrándose con su pequeño coño apretado, malditamente cerca de enloquecerme. Todo lo que pude pensar por una fracción de segundo fue: santa mierda. Mientras me acogía, su cuerpo vibró con deleite. Fue intensamente erótico y estuve agradecido por la mala calidad de la luz del anuncio neón de cerveza que
colgaba en la pared para poder verla. Su boca formó una pequeña y suave perfecta o mientras su aliento se quedaba atrapado en su garganta. Su cabeza cayó sobre las almohadas esparcidas, su cuerpo arqueado para empujarse con fuerza contra mí, tomándome más estrecho y profundo. Su cabello estaba desplegado alrededor de sus hombros y sus pestañas eran gruesas y oscuras contra sus mejillas. Bajé mis labios para rozar el pulso salvaje latiendo en su garganta y empujé con más fuerza contra ella, sosteniéndola fuertemente mientras su cuerpo se estremecía a mi alrededor.
—Oh Jesús —susurró con un grito ahogado, abrió los ojos para mirarme. Reuniéndome con su mirada, me sacudí en su contra, sumergiéndome duro y viendo el juego de sensaciones en su rostro. Sus párpados pesados, el profundo turquesa de sus ojos se encontraron con los míos. Quería ir despacio, saborear el fino agarre de su coño a mi alrededor, vivir en  ese momento. Pero, Cristo, era como el crack y cada movimiento de su cuerpo contra el mío me hacía querer aún más. Quería moverme más rápido y más duro, así que lo hice hasta que me estrellé contra ella. En segundos, sollozaba contra mi pecho. Sus manos se deslizaron contra el sudor húmedo de mi espalda mientras ella me aferraba a su cuerpo y yo hundía el rostro en la dulce, fragante piel de su cuello.Tenía que lograrlo, tenía que hacer que llegara a la cima antes que yo. Así que con una resistencia inconcebible y fuerza de voluntad, no dejé de moverme, empujando hacia atrás el dolorido deseo que amenazaba con rasgar a través de mí. Me forcé, golpeándola casi brutalmente mientras mi pulgar se movía para presionar círculos firmes alrededor de su clítoris. Casi me perdí cuando su coño se apretó con fuerza a mi alrededor y mordí la piel de su hombro para evitar mi liberación.
De repente, todo su cuerpo se apretó, entonces convulsionó en feroces olas temblorosas. El sonido salió bajo de su garganta, profundo y ronco; luego se
levantó en un grito rasposo. Me agaché para tragarme el sonido, para besarla y gemir de nuevo en su boca. Me enterré en su interior una última vez mientras el torrente de mi propio orgasmo se disparaba directa y malditamente fuera de mí.

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