10: No me mires.

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   Desde una esquina apartada, sentado a la sombra de un pino, Izuku observaba el caos a su alrededor. Eran las diez de la mañana y el polideportivo estaba inundado por el sol y rebosante de estudiantes de todos los institutos de bachillerato de la ciudad y de profesores que trataban de agruparlos según el color de sus gorras.

   Vio a la gente de su clase cerca de la línea de salida, Denki pegaba saltos de impaciencia en medio del resto. Katsuki no estaba entre ellos. Vestido como siempre, en vaqueros y cazadora, estaba sentado en las gradas junto a unos pocos espectadores, padres y profesores en su mayoría. Tampoco llevaba aquella estúpida gorra, tan sólo las gafas de sol. Izuku lo observaba, protegido por las plantas y flores de la zona verde que bordeaba la pista, y sentía un nudo en el estómago.

   Llevaban cinco días sin intercambiar palabra. Katsuki iba al Instituto asiduamente, al contrario que se costumbre, pero teniendo en cuenta la determinación con la que lo aislaba, para el caso como si estuviera ausente. En la única ocasión que Izuku había intentado comunicarse con él, con la excusa de devolverle el distanciómetro, olvidado en su mochila, él había respondido con un lacónico "Gracias Yagi".

   Al salir de clase, Izuku lo había visto un par de veces subir al coche de un chico mayor. Los había visto discutir airadamente, antes de que el gran todoterreno negro desapareciera al final de la calle.

   En cualquier otro momento de su existencia, Izuku habría mantenido las distancias con Katsuki sabiendo que relacionarse con un elemento como aquél le traería problemas seguro. Pero ahora no le importaba. Repasaba los pocos instantes en los que no había existido barreras entre los dos, en la capilla, en el hospital, y sentía que su frialdad tenía que ser pretendida.

   En ese instante, Katsuki se quitó las gafas de sol y miró en su dirección. Izuku sintió que el corazón le daba un vuelco y se apretó contra el tronco del pino, intentando mimetizarse con la corteza todavía más. Por los altavoces se oyó una voz que anunciaba el comienzo inminente de la carrera de relevos, solicitando a los participantes que se unieran a sus equipos lo antes posible.

   Izuku se levantó con desgana, con la gorra azul en la mano, y caminó en dirección sus compañeros.

   Había intentado correr despacio durante los entrenamientos y las pruebas de selección, porque llamar la atención era la última cosa en el mundo que lo hacía felíz. Pero puede que por la rabia o el cansancio de fingir una cosa más, sus resultados habían sido mejores que los de los demás. Izuku sabía correr. Denki estaba que no se lo creía.

    - ¿Cómo es posible? ¡Eres la persona más estática que conozco!- había exclamado, sudoroso y jadeante.

   - Me estoy entrenando para fugarme- Y Denki le había preguntado al menos un millón de veces qué quería decir. Probablemente esperaba que se tratase de una fuga de enamorados, a pesar que le había repetido que no era más que una broma. Si hubiese sabido lo mucho que sus conjeturas se alejaban de la verdad, se habría quedado tan decepcionado que Izuku había evitado el desilucionarlo.

   Iba a salir el último relevo, y la profesora le había dicho que las esperanzas de su equipo estaban puestas en sus piernas. Mientras tanto, Katsuki lo miraría desde las gradas junto a la línea de salida. O quizá no lo miraría en absoluto.

   Debido a sus esfuerzos para no mirarlo, ni siquiera sin querer, Izuku perdió la noción del tiempo y se distrajo completamente de la carrera. No tenía ni idea de cómo habían corrido sus compañeros de equipo.

   - Prepárate, Yagi- avisó la profesora.

   Vio llegar a Denki, rojo del esfuerzo de perseguir a los contrincantes, y se colocó en posición. Se preparó para recibir el relevo con el brazo tendido hacía atrás, agarró el testigo y salió disparado.

Die TogetherWhere stories live. Discover now