II

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-¿Así que puedes sonreír eh?

La sorpresa se mezcló con el miedo al percatarse de la figura agachada en el piso a un lado suyo, pero al observarla el miedo se transformó en algo así como cariño, este nuevo espíritu era una pequeña niña con el cabello corto y azabache, llevaba un vestido blanco hasta las rodillas junto a unas medias largas de esas que hacen ver a las niñas como muñequitas de porcelana. El hombre sonrió con simpatía para luego darle un golpecito en la nariz.

-Está bien les creo, Kanako ya es una mujer adulta después de todo, pero verla de niña otra vez es una jugada sucia.- seguidamente el espíritu se levantó flotando dándole una sonrisa espeluznante, viéndose como el espectro que era, bien podrías meterte al baño frente a un espejo y esperar a que aparezca con esa misma endemoniada expresión mientras esperas que te arrastre a las profundidades del infierno llevándote a la muerte.

-Soy el espíritu de navidades pasadas, por ello tome una forma pasada, después de todo y a diferencia del vago de antes yo si hice mi tarea. –Morinaga se encogió de hombros cambiando la expresión anterior llena de cariño a una llena de enojo, era obvio que estos "espíritus" jugarían con sus emociones toda la noche, bueno si es que aún le quedaban algunas y como si leyese sus pensamientos la niña siguió hablando- solo serán recuerdos...

Inmediatamente la habitación comenzó a cambiar llevándolo a su más temible pesadilla, el recuerdo de ese viejo apartamento que compartía con la persona que más amaba, el calor reconfortante, las velas, luces navideñas, el árbol bien puesto y una figura joven de cabellos azulados haciendo una cena navideña perfecta en la cocina. Si, era el mismo, súbitamente recordó ese momento y se alarmo al ver al hombre de cabello claro y largo adentrarse a la cocina con su yo del pasado, incluso su olor característico inundaba sus sentidos, un par de lágrimas hicieron su aparición al ver como este llevaba una pequeña caja en su espalda, limpio sus lágrimas para intentar recordar la felicidad de ese momento, esa felicidad ya perdida.

-Morinaga... –su vos fuerte y firme seguía siendo tan masculina, tan encantadora como la primera vez que lo oyó, hacía años que no tenía la dicha de escuchar su nombre ser pronunciado por esos labios que lo volvían loco, el sonrojo en sus mejillas llenas de vida y el nerviosismo en su piel era tan fácil de palpar, pero cuando alargo su mano para tocarlo esta solo lo atravesó haciendo que vuelva a la realidad- yo... bueno toma tu obsequio idiota, no lo abras hasta media noche.- el chico de cabellos azules tomo el regalo disconforme por tener que esperar, le obsequio un puchero al mayor acercándolo mientras tomaba su delgada cintura.

-Senpai eres tan malo, al menos dime que no piensas volver a media noche, dijiste que solo vas por unos documentos y vuelves.

-Iiidiota suéltame, ya te dije que voy y vengo, no seas empalagoso.

-Mínimo dame un beso de navidad – y antes de escuchar cualquier protesta acerco sus labios a los del otro, sellándolos en un beso lleno de profundo amor, jamás ha amado ni volverá a amar a alguien como a su senpai.

En un rincón dos figuras observaban la escena, la pequeña en tamaño estaba enternecida, el otro solo observaba en profunda tristeza- bien vámonos, ya vi suficiente- dice furibundo el más alto, temeroso de ver la continuación de este recuerdo, pero su tortura apenas empezaba, la noche tenía un programa y hasta que la última escena no fuese actuada el no podrá marchase, como era un recuerdo el tiempo paso más rápido de lo que se sintió cuando lo vivió, casi al instante pudo ver a un solitario Morinaga sentado en la cocina observando la cajita y la cena, resignado mientras veía la hora tomo su obsequio para abrirlo, dentro había un precioso reloj de plata... El mejor regalo de su vida, un reloj de pulsera grabado que decía "te amo Morinaga... STyMT", la felicidad no podía ser expresada en palabras, su tímido amado al fin confesaba su amor quería correr a buscarlo pero el teléfono se adelantó sonando, corrió pensando que era su senpai avergonzado en alguna esquina pero era un paramédico quien llamaba para decirle que había ocurrido un accidente de tránsito...

Cuando la conversación al teléfono termino Morinaga pudo regresar a su oficina, camino en silencio sirviéndose un vaso lleno de coñac, dio un largo trago mientras enfriaba sus pensamientos, cuando miro al espíritu este se encontraba llorando a mares, resignado se sentó mirándola indiferente.

-¿Por qué estas llorando?, ¿podrías pasar a la parte en donde me explicas lo que debo aprender? O me harías el favor de largarte y hacer pasar al siguiente espíritu. – la pequeña niña se sorbió los mocos mirándolo con desdén, este grandísimo idiota haciéndose el duro cuando hace nada tenía lágrimas en sus ojos por su amado, primero pensó en escupir todo su desdén, pero se calmó al ver que la mano que levantaba el vaso tenía un precioso reloj de plata, pensó que igualmente el ultimo espíritu le enseñaría la lección de su vida, ella solo siguió con la típica conclusión que le seguía al recuerdo del pasado hablando de como el amor que sintió una vez no debía volverse la razón de su odio al mundo, sino la razón para seguir amando, avanzando hasta llegar el momento de reencontrarte con aquel que te espera, todas esas cursilerías no fueron escuchadas, después de todo lo vivido su mente estaba como en blanco esperando que esta tortuosa noche acabe.

Te extrañoWhere stories live. Discover now