βαΩ

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Su instinto se alzó hasta los cielos cuando él entró. El aroma tan viril que llegó a sus fosas nasales le removió algo dentro de sí, no era normal. Esa explosión de hormonas no era normal.

Algo en ese sujeto no parecía común, no fue el único en pensarlo, pero vaya que tenía razón; todo en el gritaba Alfa.

Un Alfa de apariencia caótica y aura dominante. Con un olor que doblegaría multitudes con sólo hablar con voz, de ello Kōki estaba convencido.

Esa misión pasaba de ser normal a una que le tomaría de todo su autocontrol para no dejarse llevar por los oleadas de calor que el de melena Borgoña otorgaba a simple vista. ¿Por qué nunca le hablaron sobre él o el riesgo que equivalía?

Por los dioses, podría ser un Omega sin celos, pero al igual que cualquier persona Furihata deseaba y anhelaba una buena compañía durante las noches; como la mitad del mundo en ese universo. Eso claro estaba.

Mareado negó con la cabeza; necesitaba aire fresco que secara el exceso de sudor que la incómoda máscara le daba. Además esa sería una buena excusa para mirar los puntos claves de escape.

Quizás y por lo extremo de la situación los necesitaría antes.

Dejó con rapidez la copa medio vacía en la bandeja de uno de los camerines que paseaban por allí; desabrocho el par de botones en su muñeca y dio los primeros pasos. Fase uno completa. A prisa esquivo la diversidad de gente falsa que merodeaba por el bufete, ignorando con descaro el omelette de arroz que yacía como un platillo segundón.

Estúpidos ricos...

 Kōki se permitió respirar al instante en que su cabello castaño se vio removido por la ventisca de allí; camino un poco más hasta topar con la baranda de piedra y recargarse en la misma, mirando sin interés alguno el paisaje aminoroso que se le otorgaba.

Bendita sea la fotosíntesis que creaba oxígeno puro y sin alteración alguna. Bendita sea la biología y su forma de evolución.

Nótese la ironía en esto último.

La ciencia que estudiaba o analizaba la forma de vida ya no era como solía serlo, todo desde hace siglos por la alta exposición a bioquímicos que con el paso del tiempo se llevó miles de vidas y un cambio evolutivo que los llevo a la raza que son ahora. No cabe duda que el hombre, o lo que solía ser, No quedaría satisfecho si su especie prevalecía sin causar grandes evoluciones benignas o malignas.

 Kōki no consideraba a los seres que vivían y consistían en los territorios como humanos racionales, sino como híbridos que se regían por una pirámide de valor. Teniendo como al Alfa como líder Supremo y a ellos, los Omegas como el eslabón inútil de la cadena; dejándolos como ganado y cubriendo sus necesidades sexuales con aquellos nacidos bajo domo

El único que parecía salir ganando eran el Beta; esas entes que podían vivir como un punto neutro, como personas normales y comunes. Que envidia les tenía.

Por desgracia o fortuna los que no nacían a manos de Alfas tenían que aprender a sobrevivir y ocultarse como Betas; no obstante no solía ser sencillo.

Los Betas no tiene olor o logran percibirlo, su complexión en firme y sin curvas muy marcadas o músculos exagerados en su cuerpo. No poseían incisivos caninos o glándulas de aroma y marcaje. Y lo que más valoraba Furihata.

No escuchaban la voz de mando.

Con esas cualidades y gran valía se independizaron de la jerarquía, desafiando a grandes clanes sin perder. ¿Quien podía hacerlo siendo inmunes a esos mandones?

Empero a ello vivían aquellos que deseaban emparejarse con un buen Alfa y tener estatus social.

Si de se enteraran de la cruel verdad tras esa categoría.

SencillamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora