Arthur

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¿Saben? Este fue uno de los capítulos que más me gustó escribir.

Anécdota de Halloween 2020: Hice lo mismo que este cuarteto de idiotas con dos amigas. Fue épico, aunque, al final, si nos dieron un buen susto. Entramos a un hospital abandonado el 31/10 por la noche, armadas con una linterna y celulares con la batería super baja, aunque tomé unos cuatro o seis videos. Lamento con toda el alma no haber grabado nuestra huida. Fue como "todo lo que no debería pasar en un escape estilo película de terror".

Super F.

Pero... Ahora entiendo mucho a estos tarados. En serio, uno no sabe cuál va a ser la reacción del otro en el momento. Una de las chicas, por ejemplo, se quedó congelada y sólo corrió a escaparse cuando escuchó unos golpes (imposibles, valga decirlo) desde una puerta interna; la otra, salió disparada y se estrelló contra la pared. Cuando inició la huida, ella salió a la cabeza, la chica que empezó a correr después de escuchar los golpes fue segunda y yo, como la idiota del grupo, me quedé atrás alumbrando y corriendo como la última persona del grupo. Nunca había tenido tanto miedo de que algo me agarrara por la espalda.

—Rose

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El pasillo, lejos de lo que resultó en un principio, se mostraba como una experiencia reconfortante, más si tenía en cuenta lo que había pasado en el cuarto anterior. Nadie se había atrevido a decir algo y las luces, de alguna forma, revelaban el verdadero estado en el que se encontraban todos en ese momento: temblando.

Llegar a la réplica del recibidor del segundo piso despertó el impulso de girar el rostro hacia los cuartos del fondo, pero de inmediato la imagen de lo último que vio en este mismo lugar se le vino a la mente, haciéndole dudar de echar un vistazo y encontrarse cara a cara con lo que sea que había cruzado la entrada del corredor minutos antes. Miró fijamente hacia adelante y, cuando los pasos se detuvieron en el punto céntrico de la entrada a la segunda planta y no escuchó ninguna reacción por parte de los presentes, soltó el aire que no se había dado cuenta que había retenido, sintiéndose a salvo.

—Entonces... —Antonio fue el primero en romper el silencio que se había formado—. ¿Dónde es que tenemos que ir?

Los tres pares de ojos terminaron sobre él, sacándolo del pequeño laberinto que estaba empezando a crear en su cabeza.

—Comenzamos con los dormitorios —el inglés respondió abriéndose paso entre ellos hasta terminar a la cabeza—, así que lo lógico sería terminar con ellos.

Alexander levantó la mano hacia el frente señalando el corredor tétrico que se alzaba delante de ellos, iluminado por el techo severamente dañado que dejaba filtrar la luz de la luna hacia el interior. No les fue difícil notar la ausencia de corrientes de aire, propio de una noche inesperadamente calma, pero, en un acuerdo tácito de no mandar al diablo la calma del grupo, nadie se atrevió a mencionarlo.

—Las habitaciones de los invitados están instaladas al frente, unos cinco en total con un baño al final del corredor —continuó el británico, volviendo a la historia de la casa—. Muy ajeno a lo que podría esperarse, los Kirkland eran muy herméticos en lo que se trataba de asuntos personales, por lo que esta casa no tiene habitaciones numerosas.

El grupo avanzó con el inglés al frente de ellos, observando los detalles del lugar que, si bien no era tan ostentoso como el primero, conservaba aún un aire imponente en su simpleza. Desde el color hasta las molduras, pasando por los pocos cuadros que permanecían allí todavía, desgarrados o pintados con grafitis en su mayoría, que, estaba seguro, debieron haber dado un toque mucho más formal y elevado a la estancia. Caminaron con cuidado y, con cada paso, podían sentir la madera chirriar en un sonido demasiado agudo que les produjo escalofríos, obligándolos a apegarse mucho más y sus manos, armadas únicamente con las linternas, buscaron alumbrar el recinto lo mejor que podían.

Missed you soDonde viven las historias. Descúbrelo ahora