♦Capítulo treinta y cuatro♦

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DIPPER.

-¡¿No deberías estar muerto?! - inquirió bastante alterada la pelirroja y el rubio por mientras, se mantenía quieto, sentando en el suelo como indio y sin expresión específica.

-Wendy, tranquila - le tomé del hombro y le miré.

-¡Es Bill, Dipper! - se inquietó sacándome un suspiro.

Ella chilló otra vez a los pocos segundos y por ende yo giré a ver a Cipher -pues ella no había despegado la mirada de allí- que ahora yacía con el cabello de un rojo fuerte observándome intensamente con los puños cerrados a cada lado de su cuerpo. Capté casi de inmediato para soltarle y me coloqué al lado de Cipher para así quizá evitar que se enojase con ella y la matara sin piedad.

No exagero, me temo...

-Ven Wendy, yo te explico, pero baja el arma - pidió Mabel con delicadeza y ella suspiró entrecortada antes de asentir e irse a la cocina no sin antes abrazar el jarrón y con dos dedos apuntar sus ojos y luego apuntar al rubio, el cual le sacó la lengua infantilmente.

Bill murmuró un par de maldiciones después de aquello.

-Tranquilizate - pedí mientras acunaba su rostro entre mis manos.

Como acto reflejo llegó a temblar levemente ante mi roce a la vez que ponía su mano izquierda sobre mi mano derecha en su mejillas.

Su cabello rojo fue bajando a rosa, luego un rubio pálido y por último el color tan peculiarmente dorado que poseía.

-Vamos al bosque Pine tree - pide con voz tranquila y yo besé sus labios antes de concordar con él.

[•••]

Fresca brisa golpeaba entre los pinos que se hallaban inquietos antes el rocío del inicio de una lluvia, nosotros estábamos caminando a no sé donde en medio de un sendero que no conocía.

Ya había pasado más de media hora, no obstante, el paso al que íbamos no era cansado, además, media vida me la pasé caminando en Piedmont, así que caminar no era problemático.

-¿Has oído que dentro de este bosque miembros de una secta sacrificaban y daban tributo a sus "dioses"? - preguntó sin quitar la mirada del camino.

-Bueno, algo pude leer en los diarios - repuse.

Recordaba los pasajes del ahora gastado diario número 2, una leyenda local se escribía ahí.

-Sí, "la leyenda de la amante del jefe" - entrecerré los ojos para abstenerme de gastar saliva para regañarlo por leer mi mente, no daba resultados por más que lo intentase -¿Puedo decirte algo? Es real - confesó con una sonrisa un poco sombría.

Mi piel se erizó ante aquella declaración. La leyenda en sí contaba como una mujer joven y hermosa, sin la capacidad de procrear, fue enviada por sus padres a una secta, se crió ahí, y al cumplir diecisiete años -o por ahí- la ofrecieron como ofrenda a uno de sus dioses, fue cruelmente violada por él, y como un acto increíble terminó embarazada de tres pequeños, trillizos con los cuales escapó al cumplir unos meses, se escondió y guardó a sus bebés con ella en un lugar remoto, nadie sabe con exactitud nombre.

Luego, nadie sabe que pasó con esa familia; cuentan los creyentes que fue poseída y ahora anda suelta, buscando a alguien a quien arruinarle la vida... O quitársela.

De tanto pensar no noté cuando nos detuvimos en frente de una cabaña de aspecto viejo, gastado, pero totalmente en pie, como si sobrevivir de las lluvias torrenciales de este pueblo fuese sencillo.

-¿Qué es este lugar? - cuestiono curiosamente. Él me toma la mano y me lleva hacia allí; por su tacto suave, mirada baja y lo callado que estaba pude deducir que era un tema bastante serio para él.

-Este, pino, es el sitio donde mis hermanos y yo siempre nos quedábamos cuando... No sabíamos nada - respondió mirándome brevemente, luego se sentó cerca de la entrada y yo a su lado -No sería bueno que entrases ahora... Es peligroso en cierto punto - asiento queriendo no presionarle.

Porque desde que dijo que vivió allí me dieron ganas inmensas de correr hasta allí dentro.

-Está bien - coloqué mi cabeza en su hombro a la par veía al cielo nublarse aún más, sin embargo, ahora no me importaba mucho.

-Quiero... Preguntarte algo - pronuncio una afirmativa en voz baja -¿Tú me cambiarías por alguien más? - cuestionó con curiosidad rebosante. Yo por mi parte, quedé sorprendido.

-Así como las cosas están ahora... No lo haría - besó mi cabeza mientras me estrujaba en un abrazo.

-Yo tampoco... ¡Ah, me volviste un maldito cursi! - reí ante esa exclamación tan infantil -Nah, da igual, pero no le digas a nadie - afirmo otra vez.

Me encantaba pasar el tiempo con él, pero todavía había algo en mi cabeza que me decía que donde estábamos ahora tenía muchísimo más valor sentimental para él de lo que quería mostrar. Todo lo que dice, cosas que me dice, es muy misterioso.

Me da curiosidad su pasado.

🔸
Se les quiere muchísimo.

Of My Property (BillDipp)Where stories live. Discover now