03 Qué más hay por el mundo.

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———Jack Frost———

Poco después esa misma noche, llegó Winter.

Sandy y yo habíamos salido de la habitación de piedra, dejando a Olivia allí dentro, envuelta en arena dorada y dormida. Estábamos esperando en el centro junto al globo terráqueo, a que llegasen los demás guardianes. Primero llegaron Conejo y Tooth hablando.

—Solo espero que no sea otra Melanie— decía Conejo.

—No lo será, no hay más Esmeraldas por el mundo— correspondía Tooth. Llegaron hasta nosotros.

—Vete tú a saber, qué más hay por el mundo...— respondió Conejo.

Me senté en una mesa que había por allí cerca, apoyando mi bastón en el suelo. A lo lejos se oía a Santa hablar con alguien, o más bien explicándole cosas. No se oía ninguna otra voz. No tenía interés ninguno en saber que iba a pasar con ese tal Winter. Ni me importaba. Pensaba que aquello iba a ser un abrir y cerrar de ojos. Me quedé mirando las llamas de la chimenea. El fuego, curioso elemento.

—Entonces Winter, después de haberte contado la distribución de... mi humilde morada—decía Santa—, quiero explicarte qué tienes que hacer.

Le sentía hablar detrás de mí, ya estaban aquí.

—Claro, estoy a tu disposición— respondió una voz femenina. Me giré a mirarlos sorprendido. Winter...¿una chica?¿Desde cuando Winter es nombre de chica?

Mientras pasaban por nuestro lado, me quedé mirándola. Tenía un vestido azul pastel, con brillantes que reflejaban La Luz del lugar. Su pelo, era largo y rubio muy claro, casi blanco. Sus ojos, también azules casi grises, coincidieron con los míos.

Nos quedamos mirándonos. Era tan parecida a mí que podría jurar que éramos como dos copos de nieve. No sabía quién era, ni por qué estaba ahí. Solo sabía que lo había causado yo, queriendo evitar usar la magia para acorralar a Olivia. Eso me hacía pensar que ella también podría usar magia para hacer lo que yo no quería. Que también manejaba el hielo.

Desvió la mirada y siguió caminando junto a Santa hacia la habitación de piedra. Por instinto -o curiosidad- les seguí escuchando su conversación.

—Hemos tenido un problemita con una chica, que maneja el fuego —le explicaba Santa con su clásico acento ruso—. Y necesitamos de tu ayuda para encerrarla en algo frío.

—¿Por qué en algo frío?— preguntó Winter.

—El frío anula sus poderes, cosa práctica— respondió Santa restándole importancia. Llegaron a la sala, de piedra, y antes de abrir la puerta santa le advirtió—. Está dentro, dormida. A ver qué puedes hacer —Winter asintió.

Santa abrió la puerta, y entre detrás de ellos, callado, sin hacer ruido aunque sin esconderme. Los demás guardianes se quedaron al otro lado de las puertas.

Una vez dentro, Winter avanzó hasta el final de la sala sin compañía, -ya que santa y yo nos quedamos al principio- y se paró justo delante de Olivia. Esta, dormida, estaba abrazada a sus rodillas.

Winter empezó a mover los brazos de manera lenta y ascendente. Sus movimientos, circulares y armoniosos, atrajeron a miles de diminutas partículas de hielo del tamaño de granos de arena, brillantes y luminosos, que comenzaron a envolver a Olivia en una burbuja redonda, tan fina y delicada como la escarcha.

—¿Santa, crees que así servirá?— preguntó Winter una vez terminó. Santa se acercó hasta ella. Yo no me moví.

—Supongo que sí, habrá que ver lo fuerte que es— comentaba él. Yo dudaba de la fuerza de aquella burbuja de escarcha contra los poderes de Flame. Ya sabía lo que eran capaces de hacer.

No podría olvidarme de ti, Jack Frost. Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt