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--¡Tikki, qué desastre!
--Marinette, ¿cómo se te ocurrió decirle que estabas enamorada de él? ¡No está bien jugar con los sentimientos de esa manera!
--Lo sé... --reconoció la chica, avergonzada--. ¡Pero era una emergencia! fue lo primero que se me ocurrió para distraerlo, ¡eso justificaría que siempre ande cerca cuando Ladybug y él se destransforman! Pensé que le halagaría, que se concentraría en coquetear y que, si yo reaccionaba de manera totalmente opuesta a... ella, descartaría que somos la misma persona. Y no creo que Chat se lo tome en serio: estará acostumbrado a que las chicas anden tras él, a dedicarles una sonrisa y continuar su camino, ¿verdad? A él quien le gusta es Ladybug, ¿por qué tendría que ser importante para él que una chica normal y corriente lo admire como héroe?
--No le dijiste que lo admirabas, ¡le dijiste que estabas enamorada de él!
--No me lo recuerdes... --rogó, escondiendo la cabeza bajo la almohada.
--Y tu padre lo ha invitado a desayunar mañana; ¿qué vas a decirle?
--No vendrá, Tikki; solo habrá querido ser cortés. Pero apuesto algo a que no aparece...

Tras un rato de dar vueltas en la cama, los párpados de la chica empezaron a pesarle, y por fin se quedó profundamente dormida. Hasta que, cuando le parecía que apenas habían pasado unos pocos minutos, la despertaron unos golpes urgentes en la puerta de su habitación. Adormilada, miró a su alrededor, comprobando que la luz del sol ya se colaba a raudales por los ventanales.

--¿Hummm?
--Marinette, cielo, despierta, el desayuno está listo, ¡y ya ha llegado Chat noir!

La chica cruzó una mirada alarmada con Tikki. ¿En serio? ¿De verdad ese gato tonto se había presentado en su casa a desayunar? Se levantó de un salto, apurada; se vistió en un santiamén, acomodó su cabello, y bajó las escaleras, sorprendida y preocupada, aún ahogando un bostezo.

--Buenos días, princesa --saludó él, con una pequeña reverencia cortés. Ella se obligó a corresponderle con una sonrisa, sin saber muy bien cómo desempeñar su papel de admiradora frente al chico, y también frente a sus padres.
--Chat noir ha sido tan amable de traernos estas preciosas flores --sonrió Sabine, entusiasmada, mostrándole un colorido ramo a su hija--. Iré a ponerlas en agua.
--Muchacho, me alegro mucho de verte --Tom palmeó su espalda, efusivo--. Espero que tengas apetito; ¡hemos preparado un buen montón de dulces!
--Muchas gracias, señor Dupain. Tienen una pinta estupenda. Y... ¡Wow! ¿eso son macarons de frambuesa? ¡Son mis favoritos!

La conversación de desarrollaba con fluidez: en realidad, el ambiente era mucho más distendido de lo que Marinette había temido. Sabine y Tom habían acogido el chico con cordialidad, y él parecía realmente agradecido por sus muestras de cariño; además, no había dicho nada inconveniente por el momento. Marinette solo podía mirar asombrada a un lado y a otro; sus padres y Chat juntos, compartiendo mesa una mañana de domingo... era como si esas dos facetas de su vida, siempre separadas, se hubieran entremezclado en un sueño extraño, pero más agradable de lo previsto. Sonrió con timidez, y esta vez con sinceridad, al notar la mirada del chico clavada en ella, y no pudo evitar que un leve rubor coloreara sus mejillas cuando él se acercó.

--Marinette, tus padres son absolutamente encantadores. ¡Y ya tengo claro de quién has sacado tu belleza! --exclamó, guiñando un ojo a una enternecida Sabine.
--Sentaos, chicos; ¿os sirvo zumo o café con leche?
--Todo parece delicioso; ¡ni siquiera puedo decidir por dónde empezar!
--Te recomiendo que pruebes los croissants, son la especialidad de mi padre --intervino Marinette en voz baja.
--No se hable más: me comeré dos.

Charlaron amigablemente durante largo rato, comentando las últimas aventuras de los héroes de París. Chat noir aclaró algunas de sus dudas sin dar información de más o comprometerse demasiado, y Marinette no desaprovechó las ocasiones que se le presentaron para defender sus propias coartadas mientras actuaba Ladybug: cuando la Reina del estilo «la convirtió en estatua dorada», cuando Gélido «la dejó congelada en la pista de patinaje»...

Desayuno con croissants (Una historia dulce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora