《 S E R Á S F U E R T E . . . A L G Ú N D Í A - E S P A Ñ O L 》

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~Narra Kenzie~

Pedimos un Uber desde la casa de Casey hasta el restaurante del centro del que hablaba. Le pedí permiso de tomar el baño, entré y cerré con llave la puerta. Me miré en el espejo, ¿de verdad soy tan poco femenina cómo él dijo? Digo, yo nunca me he considerado femenina al 100%, y siempre me he sentido orgullosa al ser diferente en ese aspecto. Pero, ahora que un chico me lo dice, no sé cómo sentime al respecto.

Miré mi atuendo: una blusa blanca sencilla de manga corta, unos leggings negros, unos converse rojos y un gorro rojo. En definitiva podría esforzarme en vestirme un poco mejor.

Abrí la llave del fregadero y tomé un poco de agua, la cuál pasé por mi cabello y lo acomodé un poco. Saqué mi brillo labial para pasármelo sobre los labios.

—¡Kenzie, ya llegó el Uber! —gritó Casey desde la sala.

—¡Si, ya voy! —respondí. Le jalé a la palanca del escusado para hacerle creer que lo utilicé. Salí del baño.

Nos despedimos de Nilla y Sabrina, pues Mike estaba trabajando. No sé si fue una simple alucinación mía, o si Sabrina me guiñó un ojo antes de irnos.

•     •     •

Finalmente, luego de unos 10 minutos, llegamos al centro. Le pagamos al conductor y nos bajamos del auto. Nos dirigimos al parque que está en el centro del centro. Ok, creo que eso está mal dicho.

Nos acercamos a una fuente gigante que contenía dos estatuas de unos peces, y de ambos salía un chorro de agua desde sus bocas. También estaba decorada con luces que iban cambiando de color.

—¡Tómame una foto, tómame una foto! —le entregué mi teléfono y se alejó un poco. Cuándo se volteó de nuevo, yo posé;  puse mi peso en una sola pierna y la otra la doblé un poco, una mano la dejé suelta y la otra la puse en la parte posterior de mi cabeza. Luego, se volvió a acercar—. Gracias, ¿como salí?

—Bien, eso creo —respondió.

—¿Sólo bien?

—No, quiero decir... tú siempre sales bien en las fotos.

—Ya veo —dije extrañada.

Nos dirigimos esta vez al restaurante, caminamos unas tres o cuatro cuadras y nos encontramos con el 'Blaze & firestones'. Casey me abrió la puerta, le agradecí y entramos. Nos sentamos en una mesa del fondo, pues no queríamos llamar la atención.

—Muy bien, este es tu momento de brillar. Dime algo gracioso, hazme reír —lo animé.

—Muy bien, ¿qué le dice una impresora a otra?

—¿Qué? —¡Ay, no! No más chistes de impresoras por favor.

—¿Esa hoja es tuya, o es impresión mía? —empezó a golpear la mesa y a reírse como nunca en su vida.

—¿Sabes? A mí no me hacen mucha gracia esos 'chistes que son tan malos que hasta te hacen reír', porque a mí no me hacen reír en absoluto, y créeme que a Maddie tampoco. Y si le dices eso a mi hermana, a parte de que te mato, ella jamás querrá volverte a ver.

—¡Oh vamos! Es un simple chiste.

—¡El peor que he escuchado en mi vida! —en ese momento llegó el mesero y nos ofreció la carta— Muy bien, ya nos entregaron la carta. Ahora, ¿qué es lo que tienes que decir?

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