Capítulo 7

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Cuando llegamos al fin al pueblo, me di cuenta de que Kuro estaba tenso, y lo peor era que estaba tenso desde que salimos de palacio, cuando al salir no llevé a ningún guardia conmigo. A mi no me hacía falta ningún porque ya bastaba con Kuro, con el que me sentía seguro y tranquilo. Al cabo de un rato, Kuro se dio cuenta de que, dos personas, vestidas como nosotros, pasaban completamente desapercibidas.

Ya que él llevaba; una camiseta blanca, unos pantalones algo flojos de color gris, unas botas negras que le llegaban hasta por debajo de las rodillas, una bufanda negra y una chaqueta negra la cual tenía una capucha que llevaba puesta. Era exactamente la misma ropa con la que había llegado a palacio, la única diferencia era que estaba recién lavabada, y yo, al igual que él, iba con ropa bastante simple.

Y por ello no destacabamos absolutamente nada entre la multitud, cuando Kuro se dio cuenta de ello, parecía mal calmado, entonces simplemente no pude evitar sonreirle, como para decirle que «todo va a ir bien, ¿lo ves?». Él se sonrojó levemente y miró hacia otro lado, aquella acción me pareció muy adorable por su parte.

Mientras caminabamos, antes de darme cuenta, me había quedado contemplado el rostro de Kuro. Mientras este estaba distraído mirando hacia el horizonte callado. A decir verdad, Kuro, había cambiado bastante físicamente desde la primera vez que nos conocimos. Lo más obvio era su estatura, la cual como mínimo era cercana al metro ochenta, mientras que yo tan solo apenas llegaba al metro sesenta.

Sus hermosos orbes de color esmeralda era lo único que no había cambiado en su aspecto, quitando que ahora estos poseían unas grandes ojeras, pero eso no quitaba el hecho de que sus orbes fuesen tan hermosos como antaño. Además, el hecho de que tuviese ojeras, solo hacía que sus preciosos ojos resaltasen aún más de lo que ya lo hacían.

—¿Tengo algo gracioso en la cara?—preguntó Kuro, sacándome de mis pensamientos.

—¿Eh? Ah no... no es eso...—conseguí pronunciar aquella oración al mirar hacia otro lado.

—¿Eh? ¿A que te re-

Antes de que Kuro pudiese continuar, el llanto de un niño, el cual se acaba de caer sobre el suelo de tierra, le impidió continuar. Al estar tan cerca de nosotros, no pude ignorarlo. Así que, dejándole la bolsa de tela a Kuro, me dirigí hacia el niño con unas vendas, que había cogido anteriormente de la bolsa.

—¿Te encuentras bien? Solo tienes esa herida en la rodilla... menos mal...—dije tratando de secarle las lágrimas al niño.

Seguidamente, procedí a envolver su rodilla con las vendas que traía en la mano. Al terminar, me di cuenta de que aparte del niño, tanto los aldeanos como el peliceleste, se habían quedado perplejos ante lo que había hecho.

—G-gracias señor...—enunció, sorprendiendome en el acto, el niño al cual acababa de vendarle la herida.

—N-no es nada.. además no es necesario que me trates de señor... me haces sentir más mayor de lo que ya soy...—bromeé tratando de hacer reír al pequeño, ignorando por completo al resto del mundo. Ya que lo único que me importaba, en ese instante, hacerle reír.

—Jajaja... eres gracioso...

—¡Cariño! Menos mal que estás bien...—exclamó una mujer que venía hacia el niño con los brazos abiertos, listos para abrazarle y no dejarle ir nunca más.

—¡M-mamá!—exclamó el pequeño saltando a los brazos abiertos de su madre.

—Deberíamos aprovechar que ha aparecido su madre para irnos, está viniendo mucha gente.—enunció el peliceleste dándome un susto, por estar distraído mirando hacia el niño.

—No tienes de qué preocuparte, nadie me va ha reconocer...

—No es eso... ya te lo explicaré pero primero vámonos de aquí...—enunció cogiéndome la mano y arrastrándome lejos de aquel lugar.

Al llegar a una calle que estaba completamente vacía, Kuro se tensó aún más de lo que ya estaba desde que huimos de aquel lugar.

—¿Pasa alg-

—¡Quédate detrás de mi!—gritó el peliceleste en cuanto de entre las sombras apareció un hombre alto de cabello rosado recogido en una coleta.

—¿Tan fácil de detectar soy?—preguntó el pelirosa inclinando hacia un lado su cabeza.

Antes de darme cuenta el pelirosa estaba justo enfrente de nosotros, a tan solo medio metro, con un cuchillo enorme en sus manos. En todo momento Kuro se mantuvo inmóvil a mi lado, cubriéndome con medio cuerpo.

—¿Qué quieres de él?—preguntó Kuro al pelirosa, rompiendo así el siniestro silencio que se había formado.

—Hmm... ¿Quién sabe?—preguntó con una maniática sonrisa, desviando su vista y atención de Kuro, para centrarse única y exclusivamente en mi.

De repente, Kuro, el cual había estado inmóvil hasta entonces, se deslizó detrás del atacante. Sin darle tiempo siquiera a reaccionar, Kuro alzó su pierna para asestarle un golpe en la nuca, sin embargo, en el último segundo, el pelirosa logró atrapar su pierna en el aire. Causándole así un corte con el cuchillo en su pierna derecha, Kuro retrocedió cojeando.

—¡KURO!—exclamé a pleno pulmón.

—¿Acaso eres su guardaespaldas?—preguntó el pelirosa— bueno eso da igual, en tu estado no serás capaz de salvar a nadie...—enunció con una siniestra sonrisa dandole la espalda a Kuro y dirigiéndose a mi.

—No es buena idea darle la espalda a las bestias... ¿cierto?—enunció el peliceleste con una voz más grave, de lo habitual, a la par que siniestra.

Con el rostro completamente sombrío, Kuro comenzó a caminar, y a mitad de camino, cuando el pelirosa se dio la vuelta, aceleró el pasó empezando a correr listo para abalanzarse sobre él. En cuanto el pelirosa intentó, inútilmente, apuñalar a Kuro, este último paró en seco su ataque agarrando su mano derecha, en la cual tenía el cuchillo. Mientras el pelirosa contemplaba atónito su situación, Kuro, con su pierna derecha la cual todavía goteaba sangre, le asestó un golpe seco en el cuello, dejándole fuera de combate.

Yo como idiota, no fui capaz de hablar ni ayudar en ningún momento a Kuro, por lo que me sentía culpable de lo que se había sacrificado por mi.

—¿Éstas bien, Mahiru?—enunció preocupado el peliceleste acercándose a mi.

—S-sí, gracias a ti... lamento no haber ayudado...

—¿Eh? Qué más da... está bien...

—Pero...

—Estoy bien...

—Todavía tengo algunas vendas así que por lo menos deja que te vende la pierna antes de que sea demasiado tarde...—enuncié con un tono extremadamente preocupado, el cual me sorprendió hasta a mi.

—¿Demasiado tarde?... eres muy exagerado, esto no es más que un rasguñ- ¡DUELE! ¡NO LO TOQUES!... ¡NI APRIETES TANTO LAS MALDITAS VENDAS!

—Jajaja jajajaja... si yo seré un exagerado, pero anda que tú... puff jajaja...—sin poder evitarlo estallé en carcajadas, mientras Kuro me veía con cara enojada.

Al terminar de ponerle las vendas, Kuro suspiró aliviado, y aunque no dijo nada, en verdad fue como si dijese «soy libre al fin».

La verdad, era que me alegraba ver que volviera a ser el de siempre, por lo que no pude evitar dedicarle una sonrisa. Aunque, él al verme, dirigió su mirada hacia otro lado. Lo cual no comprendía. Hasta que vi como este tenía un leve sonrojo, lo cual hizo que una emoción cálida aflorase en mi, al contemplar aquella linda expresión que Kuro tenía. La cual, temía no volver a ver.

If Kuro were the servant of the prince MahiruKde žijí příběhy. Začni objevovat