XXV - Espejismos del pasado

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Mayo de 2016

Lo conocía, Elisa sabía que lo conocía. Su cara salía nebulosa de su inconsciente como un sueño a medio recordar o una imagen de su niñez.

¿Quién era ese hombre?

Su rostro provocaba escalofríos por toda su espalda. Le traía malos recuerdos que no lograba identificar y se perdían antes de verlos en su totalidad.

Elena le había comentado que era un gran doctor, esposo de la mujer que había salvado la vida de Anthony después del accidente de hace unos meses.

Pero algo no le gustaba.

Elisa, después de haber recorrido cada templo, iglesia, casa y cueva de Europa que reflejara la conexión del ser con el alma y la trascendencia del espíritu, había adoptado una creencia incondicional a sus instintos. Y ese hombre encendía todas sus señales de alarma.

Estaba feliz que él niño fuese adoptado. Habían perdido la ilusión de ese milagro cuando el pequeño había cumplido de diez. Estaba feliz. De ese tipo de felicidad rodeada de nostalgia que viene cuando algo sucede pese a que no quieras. Cuando te niegas a aceptar algo aunque sepas que es lo mejor.

Anthony Harper había sido adoptado por la familia Hoffman hace tres días y Elisa no podía compaginar sus sentimientos de felicidad con el inevitable dolor de perdida.

No quería hablar con su hermana del tema. Era obvio para cualquier persona que conociese a Elena que sus sonrisas eran falsas y ella realmente estaba sufriendo, pero sin otra persona que la comprendiera decidió desahogarse aquella tarde.

– ¿Estás segura de que estará bien con la familia Hoffman?

Elena dejo de revolver su café para mirarla con sorpresa – ¿De qué hablas?

–Digo, sé que son médicos y que aparentemente adoran al niño desde el primer momento. Pero ¿estás segura?

–Lis, ya hablamos de esto. Son una excelente pareja. Revise todos sus antecedentes y no existe mancha en su historial, además, al ser médicos pueden velar de mejor forma por la salud de Anthony. Eran los candidatos perfectos.

–No hablo de su historial o sus capacidades Elena. Hablo de ti y de lo que sientes. ¿Estás segura de que esta fue la mejor opción?

–Sí.

–Eres una mentirosa.

Cualquier persona podía dar fe que Elena mentía. Y ella sería la primera en asumirlo, pero a veces la verdad es tan dolorosa, que nos aferramos a la mentira con todas nuestras esperanzas de sobrevivir.

¿Y si hubiese luchado un poco más? ¿Y si le hubiese adoptado ella? ¿Y si, nuevamente, se estaban equivocando?

– ¿Que sugieres Elisa? ¿Que querías que hiciese?

–No lo sé. Es solo... No me gusta. Ellos. Él. Expelen un aura. Tal vez es solo temor a que se repitan las historias que me has contado. No lo sé. Yo solo... Tengo miedo Elena. Tengo miedo.

La mujer suspiro cansadamente antes de tomar las manos de su hermana menor. –Y yo Lis, créeme. Yo también.

Guardaron silencio un largo rato. Ambas sumidas en sus propios temores, debilidades y tristezas.

Elisa sabía que Eliot Hoffman no le agradaba. La sonrisa del hombre era demasiado perfecta. Sus ojos aparentemente risueños eran calculadores y su voz tendía a causarle escalofríos.

¿Pero este recelo era producto de sus aprensiones o de algo más? No lo sabía.

Por un momento recordó el nacimiento de su hijo, la visión borrosa del doctor enturbiada por el dolor y el miedo. Los ojos azules que la observaban desde su inconsciente. Los dedos largos que acariciaban su vientre un poco más de lo necesario. La voz un poco más dulce de lo que era requerido.

Crónicas de una infancia desafortunadaWhere stories live. Discover now