24 de diciembre

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Clarke esperaba pacientemente a que aquel maldito semáforo decidiera que era hora de dejarle seguir el camino hacia su casa. Tamborileó con los dedos en el volante tratando de no pensar qué tipo de desastre habrían provocado sus tres chicas durante aquel día. Cuando se había marchado por la mañana todo estaba en orden, pero las cosas pueden cambiar mucho en ocho horas y más aún si Lexa Woods se quedaba a cargo de todo.

Que Lexa pudiera trabajar desde casa hacía las cosas mucho más fáciles, sobre todo desde que nacieron Emily y Sadie hacía cinco y tres años respectivamente. La flexibilidad del trabajo de su mujer era especialmente útil en momentos como aquel, las vacaciones de Navidad. Emily y Sadie 24 horas en casa, pobre Lexa. Ella las quería con toda el alma, pero de vez en cuando agradecía un descanso en forma de jornada laboral.

Sonrió al pensar en lo poquísimo que quedaba para el día de Navidad, horas. Gracias a Dios tenía todos los regalos comprados desde hacía semanas, era muy previsora. Se preguntó si Lexa tendría el suyo escondido en algún lugar de la casa, tal vez ni siquiera lo había comprado aún, así era ella «¿Por qué hacer hoy lo que puedes hacer a última hora, Clarke?». Al menos había accedido a comprar los regalos de las niñas con antelación y ya estaban envueltos y perfectamente ocultos en el desván de la casa. Ni en un millón de años se atreverían a subir allí solas, así que era imposible que los descubrieran antes de que «Papá Noel» los dejara junto al árbol la noche de Navidad. Aquella noche. Sonrió al pensar en qué caras pondrían sus hijas al abrir aquellos regalos, eran exactamente lo que habían pedido en sus cartas con destino «el Polo Norte».

Lexa nunca había celebrado la Navidad antes de conocerle a ella, nunca. Nada de regalos bajo el árbol decorado con motivos navideños, en la casa de los Woods ni siquiera se ponía el árbol. Doce años después de su primera Navidad juntas la morena era toda una experta en decoraciones y villancicos y en los últimos seis, desde que se habían trasladado a Ohio, había conseguido perfeccionar el arte de los muñecos de nieve.

No podía esperar a la mañana de Navidad, las caras de Emily y de Sadie al abrir sus regalos no tenían precio, tampoco la de Lexa mientras les grababa con la cámara de video. Era uno de sus momentos favoritos de todo el año. Lexa, las niñas y ella. Después de abrir los regalos desayunaban juntas y la morena siempre conseguía que sus dos hijas rieran hasta que les dolía la tripa, luego se abrigaban bien y salían a jugar con la nieve, su casa estaba a las afueras de la pequeña ciudad y había pendientes que podían ser utilizadas como pistas para descensos en trineo. Y cada año cuando veía a Lexa reír mientras esquivaba bolas de nieve o las caras de felicidad total de sus hijas mientras la morena arrastraba el trineo con ellas encima, cada año pensaba lo mismo, pensaba «Me encanta mi vida». Y era verdad, le encantaba la vida que Lexa y ella habían ido diseñando poco a poco. Le encantaba durante los 365 días del año.

* * *

— ¡Mamá, son casi las cinco! ¡Son casi las cinco! — exclamó Emily al fijarse en el reloj con forma de estrella de mar que colgaba de una de las paredes de la cocina—. ¡Mami va a llegar ya! —les recordó a su madre y a su hermana pequeña.

—Ya lo he terminado—informó Sadie dejando sobre la mesa el pincel que utilizaba para decorar el regalo que Lexa les estaba ayudando a hacer para Clarke.

La morena había sugerido que aquel año sería bonito hacerle un regalo aparte de los que trajera Papa Noel. Se habían pasado las dos últimas semanas pensando en qué podría ser y al final a Emily se le había ocurrido la idea perfecta, le harían un marco de arcilla y se sacarían una foto las tres porque su mami siempre decía que echaba de menos a sus tres chicas mientras estaba en el trabajo, así podría verlas durante todo el día.

Sadie observó su creación por unos segundos, les había quedado muy bonito, con un sol en una esquina, una luna en otra y luego un erizo y un conejito en las que sobraban. Los conejitos eran sus animales favoritos y los erizos lo eran de Emily. Si, Emily era un poco rara. Los erizos pinchaban.

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