CAPÍTULO 2.

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¿Dónde está tu martillo?
¿Y tú jurado?
¿Cuál es mi ofensa esta vez?
No eres un juez, pero,
si vas a juzgarme,
bueno, senténciame en otra vida.
Ignorance, Paramore

La sonrisa que había tenido al salir del aula después de hablar con Jesse había desaparecido. Caminé
rápidamente hacia el estacionamiento con el teléfono en la mano. Desde que había recibido el mensaje sentía como si pesará diez kilos de más. Están nerviosa por ver a John. Su mensaje había sido seco, sin el habitual tono bromista y divertido que lo caracterizaba y que nunca parecía perder, incluso en los momentos más inapropiados.

Distraídamente noté que las piernas comenzaban a molestarme de nuevo. No podría tomarme nuevamente dos Tylenol, ya que para cuando me harían efecto ya estaría en mi casa. Cuando llegué al estacionamiento comencé a buscar el Jeep oscuro de John. Suspiré cuando vi que se encontraba casi al final del estacionamiento y, mientras caminaba hacia él, decidí pedirle que me llevara a casa.

John estaba recostado al lado del conductor. Su rostro estaba impasible y, para mí que estaba acostumbrada a leer sus emociones cómo si fueran un libro abierto, fue desconcertante. Me miró seriamente y haciendo un gesto de la cabeza dijo secamente:

- Sube, te llevaré a tu casa.

Entre al carro. Dividida entre el desconcierto y el alivio. Desconcierto porque no sabía a qué se debía su
extraño humor ni lo que el haría. Y alivio porque no tendría que pedirle que me llevara a casa. Después
de acomodarme en el familiar asiento miré como John subía y arrancaba el coche. Por unos minutos el
silencio reinó en el coche hasta que él decidió romperlo.

-Escuché que dejaste el equipo de animadoras.

El silencio en el coche se siente pesado, agobiante. Le doy una mirada furtiva a John; está tenso, con los
ojos fijos en la carretera y la mandíbula apretada. Me siento como si estuviera sentada al lado de un
extraño y no del chico que ha sido mi mejor amigo desde la secundaria, y odio esa sensación. Levanto el
brazo, por acto reflejo, buscando juguetear con la punta de mi cabello antes de que recuerde que está
sujeto en una trenza porque anoche estaba con demasiada molestia como para secármelo. Mi mano cae
en mi regazo y tomo el dobladillo de mi falda con fuerza.

- Es cierto. Supongo que después de llegar a ser capitana dejo de tener el antiguo encanto- repito la mentira que le he dicho a todos. Recuerdo el trago agridulce que fue cuándo Zoe solo lo aceptó sin más, cuando ella había visto en los últimos años cuanto me esforzaba para ganar el puesto. Estaba segura de que ella sabía que había mentido, pero no le había preocupado lo suficiente como para preguntar siquiera. Últimamente ella no prestaba atención alguna a ninguna de mis mentiras y eso había hecho que el alivio y el rencor guerrearan dentro de mí. Las emociones contradictorias me habían afectado con bastante regularidad desde el principio de curso.

Un resoplido hace que vuelva la cabeza hacia John, que me lanza una mirada mordaz.

- Trabajaste demasiado duro por mucho tiempo para conseguir ser la capitana del equipo, ¿realmente
quieres que creas que te ... aburriste? - escupe la última palabra.

- Si- replico a la defensiva-. Después de unos cuantos entrenamientos me di cuenta de que no era lo que siempre había imaginado.

Después de unos cuantos entrenamientos el dolor había sido insoportable, me gustaría haber dicho.

John detuvo el coche y me percaté que ya habíamos llegado a mi casa. Resistiendo el impulso de bajar de un salto del coche me volteé para mirarlo a los ojos y me arrepentí de inmediato. Los ojos castaños de John me devolvían la mirada, pero tenían un brillo peligro, amenazador que hacía meses no había visto y, trago saliva nerviosa, al recordar que lo había provocado en ese entonces.

El último perdón (CAPITULOS INTRODUCTORIOS) Where stories live. Discover now