4. El espacio que nos separa

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Estás tan lejos y, ¿qué puedo decir? Porque no puedo ser aquella que quieres que sea.
—De «U Want Me 2» por Sarah McLachlan

Samuel recostó su cabeza en la cabecera de la cama, estaba desnudo y empezaba a tener un poco de sueño. Gabriel que estaba a su lado, lo miró y se dio cuenta de que tenía a un hombre bueno a su lado. Se le hacía tan sexy verlo desnudo, sólo con las sábanas color melón que lo rodeaban. Hacía tan solo diez minutos que acababan de tener sexo, sexo del bueno. La verdad era que Samuel siempre era bueno en la cama y a Gabriel le gustaba. Y Samuel no protestaba en lo absoluto.
Luego, Gabriel recordó que cuando se conocieron, Samuel le habló un poco de su pasado —cosa que no solía hacer muy amenudo—, entre otras cosas, lo que más resaltaba de su pasado era la muerte de su madre y que antes él era heterosexual. Era una locura y Gabriel casi no pudo creerlo. Samuel había sido heterosexual antes de conocerse, y a eso le vino una pregunta integrante, ¿quién fue el chico que lo había convertido en gay? Si es que había sucedido así. Ahora que lo pensaba, las primeras veces que hablaron, Samuel hablaba mucho de un chico llamado... ¿cuál era su nombre? No lo recordaba. Lo único que recordaba era que había sido un chico muy especial en su vida.
Ahora, por supuesto, Gabriel estaba convencido un cien por ciento de que Samuel lo amaba mucho más de lo que amó a ese chico.
—Por ti hago cosas que no hice con nadie más —le había dicho una vez a Gabriel.
Y eso le bastaba. Estaba convencido. Y lo estuvo aún más cuando, por accidente, en el aeropuerto internacional de México, Samuel telefoneó a su amigo Frank y le dijo:
—Ya estoy en el aeropuerto. Te tengo una noticia que flipas... No, no. Tienes que esperar a que llegue... Pero tío, que es una sorpresa... Está bien, pero aún no le cuentes a los demás... Le pediré a Gabriel que nos casemos.
Miró el reloj y se percató de que eran las 10.36 de la mañana. Y, al recordar eso, Gabriel abrazó la espalda desnuda de Samuel.

Eran las 12.05 de la tarde cuando Guillermo tomó su libro, esta vez llevaba consigo La historia de Frank. Un libro particularmente bueno y el personaje le recordaba a su amigo Frank Garnes, aunque el del libro se llamaba Frank Senrag.
Salió de su casa con el libro en la mano y se dirigió hacia la parada del autobús. Iba a ir a la plaza porque se había enterado que había una feria del libro. Y esperaba encontrar la continuación de Cartas a Medianoche. Además de que Regina Spektor, su artista favorita, acababa de sacar su nuevo álbum Remember Us to Life y esperaba comprárselo junto con el libro.
Caminó por Avenue Street y luego dobló por Haven Street en dirección al centro comercial. Una vez allí, se percató de que había demasiada gente en la feria del libro. Más de lo habitual. La gente se abarrotaba en grandes multitudes en las estanterías de los libros. Había de todo tipo de libros y de todos los autores que Guillermo pudiera imaginarse. Desde Stieg Larsson hasta Stephen King. Pero no veía el libro que él andaba buscando.
Y, de pronto, lo vio junto a la sección especial del autor de esa saga. Era la única edición que tenían. Estaba usado y un poco desgastado, pero a Guillermo no le importó. Había terminado el segundo libro hace un par de días atrás y no podía esperar a saber cómo proseguía la historia. Tomó el libro y se dio cuenta de que había una cuarta parte. También estaba allí, y ése era nuevo. No lo pensó por mucho tiempo y tomó los dos.
—¿Eres muy fan de esos libros? —oyó decir a un chico que estaba a su lado.
Cuando Guillermo lo miró, se dio cuenta que era aquel chico que había visto días antes en la plaza. Lo reconoció una vez más por sus lentes de contacto,y en ese momento se dio cuenta que aquel chico tenía los ojos color castaño claro.
—Supongo que sí, ¿y tú?
—No soy muy fan de la lectura erotica.
—Pues la verdad es que yo tampoco —dijo Guillermo, y se sintió avergonzado—. Pero se me hace muy interesante.
Aquel chico se rió y luego se volvió a dirigir hacia Guillermo.
—Que coincidencia. Dos gays encontrándose en una feria de libros. Como en aquél libro —y señaló hacia un libro titulado Eternidad. Muy malo, por cierto.
—Eso dicen, pero jamás lo he leído... y no soy gay —contestó Guillermo.
—¿Ah, no? Pensé que lo eras... como te vi con ese libro pensé...
—Sí. Pero no, bueno... lo fui, pero ya no.
El chico lo miró desconcertado.
—¿Estás seguro? Porque los libros que llevas no son muy heterosexuales que digamos.
—Lo sé —respondió Guillermo—. Pero los viejos hábitos se arraigan.
El chico soltó una carcajada tan fuerte que las personas que estaban cerca voltearon a verlos.
—Por cierto, ¿cuál es tu nombre? —dijo él.
Y Guillermo dudó en decirle su verdadero nombre, y por alguna extraña razón, las palabras salieron por sí solas de su boca.
—Zeus —mintió Guille.
—Es un lindo nombre.
—¿Y tú?
—Gabriel. Un placer conocerte —y le extendió la mano.
Guillermo, ahora Zeus, le estrechó la mano y le dedicó una de sus mejores sonrisas. Ya no era gay, pero ese tío estaba de lo más bueno.

Samuel escuchó la llave entrar en la cerradura y supo que Gabriel estaba de vuelta en su casa.
—¿Cómo te fue? ¿Encontraste algo bueno?
Gabriel le sonrió y le enseñó el libro que acababa de comprar: La Zona Muerta, rezaba.
—Creo que lo empecé hace un tiempo... el final es de lo más...
—¡Por Dios, no! —gritó Gabriel—. No me arruines el final.
Samuel se levantó de la mesita en dónde estaba su ordenador y se dirigió hasta Gabriel. Lo abrazó y le besó los ojos, la frente y los labios.
—He conocido a un chico hoy en la plaza —le dijo Gabriel.
Samuel se apartó un poco y lo miró con cierto recelo.
—Tranquilo, que es hetero y todo.
Samuel le volvió a sonreír y lo abrazó.
—Ah, ¿cómo se llama?
—Dijo que se llamaba Zeus, un nombre muy lindo, ¿no crees?
Samuel se quedó paralizado. Solamente había una persona en todo Madrid que sabía que ése nombre era muy valioso. Y ese era Guillermo. Estaba totalmente convencido ahora sí. Y no le extrañaba que le hubiera ocultado su verdadero nombre a Gabriel. Era posible que Guillermo ya lo hubiera visto con él, y ese encuentro no hizo más que confirmar lo ya obvio. Pero ahora, Gabriel le había dicho que aquel chico llamado Zeus era heterosexual. Imposible. ¿Guillermo heterosexual? Era una cosa que no podía creer.
Así que siguió hablando de lo más normal con Gabriel, aparentando que no le había tomando importancia a su encuentro. Pero una vez que cayó la noche y Gabriel cayó rendido en su sueño, Samuel encendió el ordenador y empezó la caza sistemática.

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Hola mis lectores, aquí otra vez les dejo un nuevo capítulo. Pronto habrá más.
XoS A5.

Después de ti «Wigetta» Donde viven las historias. Descúbrelo ahora