Mala

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Sus vidas se habían vuelto una rutina, una repetición incesante de las mismas acciones.

Sakura se había limitado a estar en el hospital de Konoha, ni siquiera como jefa. Extrañaba la adrenalina correr por sus venas con cada misión que tenía que completar. Sus días se habían reducido a ser un ama de casa, ser madre de una niña que siempre cuestionaba sobre su desobligado padre y una doctora excelente con casos simples y aburridos como una gripe. Empezaba a detestar tanto el comportamiento de Sarada que prefería las horas extras a estar en casa. Siempre estuvo locamente enamorada de Sasuke, pero si alguien le hubiera advertido que su vida con él sería de esta manera -sin él- habría preferido quedarse sola, o esperen, ya estaba sola, completamente sola.
Ya no podía con la monotonía de su aburrida vida. Cada día era igual al anterior.
Hasta que vio en Hinata un escape, una aventura que la hacían sentir la adrenalina cada que estaba entre sus piernas esperando no ser atrapadas.

Hinata Uzumaki, cuán equivocada estaba al pensar que una vez casada con su gran amor lo tendría sólo para ella. Para él primero era su sueño de ser Hokage y ella respetaba y admiraba eso. Sin embargo una vez que llegó a cumplir su sueño, ella quedó olvidada. A pesar de vivir en la misma aldea y compartir la misma casa, tenían meses sin dormir en la misma cama y tenía más meses sin ser tocada por el hombre que le juró que siempre estaría a su lado. Cada mañana se despertaba sola. Hacía el desayuno para su malcriado hijo y su hija. Llevaba a la pequeña a la Academia pues ya estaba en edad de ser admitida y el malcriado se iba a las misiones. Entonces quedaba sola en esa enorme casa que todos los días limpiaba sin falta y una vez que acababa nada pasaba, nadie estaba.
La visita y las acciones de Sakura sin duda rompieron la rutina en la que estaba sumergida. Tener a Sakura entre sus piernas era lo más excitante que le había pasado en mucho tiempo y aunque se cuestionó sobre si era correcto o no, quizá era la única cosa que podría mantenerla cuerda y deseada y no dejaría escapar esa oportunidad.

Como ahora, Sakura le llevó un regalo, uno diminuto y transparente. Blanco porque combinaba con su aura de niña buena, a la pelirrosa le encantaba porque entonces ella podría hacerla mala.
Cuando salió del vestidor Sakura estaba sentada sobre su cama, la inspeccionó de pies a cabeza mientras se relamía los labios. Hinata se puso roja como tomate. La pelirrosa la tomó de la mano y empezó a besar su vientre con besos húmedos, ella era exquisita y no podía soportar la idea de no someterla. La puso boca abajo sobre sus rodillas.

—Hina-ta— ni siquiera podía pronunciar su nombre completo con coherencia —Has sido muy mala ¿lo sabías?

La pelinegra negó con la cabeza y sin esperarlo Sakura comenzó a nalguearla, una tras otra palmada. No dolía, excitaba. Gemía golpe tras golpe, mientras su blanca piel se volvía roja, como el sonrojo de sus mejillas.

La tomó de manera brusca del cabello y la jaló para hablarle al oído —Te voy a castigar— le dijo. Con su mano libre le metió los dedos a la boca, los sacó y metió una y otra vez, hasta que quedaron húmedos, hizo a un lado la diminuta tanga blanca que le había comprado y los introdujo sin aviso en su intimidad. Aún sosteniéndola del cabello le dijo —¿Te gusta?— Hinata aún estaba sorprendida de cómo las nalgadas habían logrado excitarla, los dedos de Sakura se movían de manera magistral dentro de ella —Si...— dijo entre suspiros.
La pelirrosa sacó sus dedos y los lamió ella misma, el sabor de Hinata era embriagante,  volvió a su labor de estimularla pero esta vez usando tres. Podía sentir el climax cerca pero Sakura se detuvo.
La puso de pie y la empujó sobre la cama, se asomó por la puerta de la alcoba, maldita sea —Hinata, abre las piernas y masturbate  tú misma, Naruto está aquí — horrorizada por la idea de ser descubierta hizo lo que Sakura le pidió mientras la pelirrosa se ocultaba bajo la cama. Confiaba en que Naruto no notara su presencia al ver el espectáculo que le había dejado en bandeja de plata.

—Hinata ¿Dónde estas?— escuchó la voz de Naruto en el pasillo. La pelinegra estaba asustada de ser descubierta pero no quería parar con lo que estaba haciendo. Estaba apuntó de terminar.

El rubio oyó gemidos provenientes de su habitación, sólo pudo pensar en lo peor, su esposa tenía una aventura. Camino lento pero seguro para destruir a su amante, pero grande fue su sorpresa al ver a su esposa sobre su cama, con las piernas abiertas, sudando y gimiendo mientras se masturbaba. Ella volteó a verlo, descarada mientras sacaba y metía sus dedos, Naruto quedó embobado, nunca creyó a Hinata capaz de eso. Vio como con una mano apretaba la cobija de la cama, su cuerpo estremecerse y sus dedos mojarse.
Sólo entonces se dio cuenta de su atuendo, la diminuta tanga que hizo a un lado y el bracier transparente que apenas cubría algo.

Camino hacía ella, sentía su miembro duró y sin pensarlo dos veces se paro a un lado de ella, desabrochó sus pantalones y los bajo junto con su bóxer, la tomó del cabello y la obligó a atragantarse. Hinata no se negó y lo trago tanto como su boca lo permitía. Luego lo sacó y lo puso entre sus pechos, el miembro del rubio quedo apretado, empezó a subir y bajar hasta que término sobre ella. En su cara y su cuello.

Sakura había escuchado todo aquello, no estaba molesta, de ninguna manera al contrario, empezó a estimularse ella misma oyendo aquello.

Naruto beso la frente de Hinata —Vine por ropa, pero esto ha sido bueno— la pelinegra asintió, avergonzada de haber hecho aquello.

Vio al rubio sacar ropa limpia del armario, cambiarse e irse de nuevo rápidamente ¿eso había sido todo?
La pelirrosa salió de debajo de la cama, pudo notar la tristeza en la cara de Hinata y los restos de semen en su cuello. No lo permitiría.

Se sentó a lado de ella y empezó a besarla despacio, fue bajando lentamente hasta su cuello y quitó lo que quedaba de Naruto luego llegó clavícula, la pelinegra estaba olvidando lo de hace un momento, hundía sus recuerdos en las caricias que Sakura le daba.

La pelirrosa se puso frente a ella y no pudo evitar hundir la cara en sus grandes pechos. Lamió sus pezones sobre la delgada y transparente tela del sostén y los mordió, era una de las partes que más gozaba de ella.

—Acuestate sobre la cama— le ordenó y obedeció.

Sakura se desnudó y amarró a Hinata a la cama empezó a besarla y fue descendiendo hasta llegar a su intimidad, hizo a un lado la tanga y empezó a meter y sacar sus dedos, cuando eso no fue suficiente su lengua se vio involucrada hasta que la pelinegra se derramó en ella.

Este día Hinata no descansaría.

SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora