El Comienzo Del Problema

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—¿Qué me traes hoy Mark?

—¡Ja! Mercancía fresca, recién salida del horno Bruno.

En una casa de los bajos barrios de la ciudad se encontraban dos alfas discutiendo el destino de un omega, este era muy lindo, apenas tenía 18 años "la flor de la edad" y como no pensarlo si este omega tenía detalles en particular, como que era de piel blanca, ojos verdes avellana y un cabello castaño oscuro, sus ojos destilaban ternura y, tenía lo más fino de los requisitos en un buen omega, la virginidad. Su nombre era Jean y fue secuestrado en un intento de escape de su codicioso padre quien lo quería solo para ofrecer servicios como omega, al negarse, su padre intentó obligarlo y trajo a algunos alfas para abusar del omega en la misma casa en la que vivían, Jean se escapó, pero terminó peor pues al parecer ahora está en manos de traficantes, hombres que se dedican a la compra-venta de omegas. ¿Esto era peor? No hay como saberlo.

En una camioneta 4x4 viajan dos omegas asustados rodeados de alfas, su destino es incierto, ambos son amenazados por armas de fuego, tienen la cara cubierta con una capucha negra y no pueden ver nada. La camioneta se detiene y ambos omegas son bajados sin ningún cuidado, aun a sabiendas de que no ven, son llevados a rastras a una especie de tarima alta donde los colocados de rodillas.

—Espero que estas bellezas se vendan bien — comento uno de los alfas destapando y sujetando el rostro de Jean, su compañero en esta tortura sería Jacob, un muchacho de 22 años igual de lindo pero con falta de inocencia, ya había sido vendido muchas veces, su historial dice que no tiene dueño fijo por ser muy revoltoso, incluso han llegado a devolverlo.

Tampoco puede escapar, siempre es encontrado y castigado por su atrevimiento.

— A ver cuánto nos dan por ti, Jacob —aquel alfa miro esta vez a su compañero desde arriba—, tan lindo —dijo y apretó uno de sus cachetes —. Lástima que ya estás muy usado, ni tú debes saber la cantidad de alfas que han entrado en ti, ¡eres una zorra! —exclamó y lanzo un golpe en la cara de Jacob, seguido de un escupitajo que mostraba asco. El pobre omega solo escuchaba, ya no tenía caso discutir no saldría de esa pesadilla. Mientras ese calvario pasaba para Jacob, Jean era solo un expectante de los continuos maltratos a su compañero, desde que fue secuestrado era su única compañía y, a pesar de no haber hablado casi nada, le dolía verlo así.

—La subasta dará inicio, pasen caballeros, observen la nueva mercancía de la semana, dos omegas. A uno ya lo deben conocer, ¡Jacob está presente para todos sus deleites, señores! —el mercader anunció desde la tarima a un lado de ellos—. El tesoro del día, del mes y, tal vez del año está aquí, este omega —se acercó al menor de los dos—, no solo desprende ternura sino que es tan puro como la palabra. Jean es un omega de apenas dieciocho años, su piel es tan suave y blanca como la más fina de las telas. No pierda la oportunidad de tenerlo.

Vender omegas es tu asquerosa especialidad, idiota. Pensó el menor.

Jean solo miraba a su alrededor, varios alfas se acercaban, olían su cuello con el mayor de los descargos y luego se reían.

— ¡Eh, lindo omega! ¿Qué cosas tan buenas sabrás hacer con esa boca tan tierna? —Jean, sin darse cuenta comenzó a dejar caer lágrimas por sus mejillas, sabía que sería vendido y abusado por cualquiera de esos alfas asquerosos. Si tan no hubiera huido...

—Tienes una cara digna de un omega para mí, ¿qué dices?, ¿te gustaría que descubramos que sabes hacer con ese cuerpo? —dijo otro de los alfas que estaba a su alrededor.

Él comenzó a desprender un olor propio de los omegas que indicaba que necesita ayuda, su naturaleza llamaba a uno de esos alfas pero, no era lo que él quería en realidad. Sin embargo su omega interior suplicaba a alguno que los que ahí estaban que lo saque de ahí. Quizá, solo quizá, habría uno que no sea tan malo de tratar.

El dinero que ofrecían por él era cada vez mayor, las cifras le parecían increíbles. No obstante no dejaba de pensar en que esas cifras eran las que querían vender su vida; las cosas que decía el mercader era nulas a los oídos de Jean, solo un ruido ensordecedor de fondo, el calor y la falta de agua hacían efecto en su cuerpo.

El tiempo estaba pasando y con ello sus esperanzas.

— ¡Ofrezco 6 millones de dólares! — Las voces se callaron y el omega observó de quien era esa voz ronca y gruesa, con ojos llorosos logró divisar a un hombre de piel blanca igual que la suya pero de ojos negros y cabello azabache muy guapo la verdad, si se encontraba ahí de seguro también era otro alfa en busca de omegas dóciles que usaría para su perversa imaginación.

—Señor Sebastián que gusto verlo por aquí —saludo el mercader—, ¿en serio comprara a este omega? Nunca le interesaron nuestras ventas —añadió acercándose, Jean muy internamente maldecía. Alfas, solo quieren omegas para su diversión. Sería entregado al tal "Señor Sebastián", ¿cómo sería su vida a partir de ahora?

—Ya cállate, Bruno —gruño, el alfa golpeó al mercader y lo hizo a un lado—, me llevare a este omega, nadie ofreció más dinero que yo.

Jean ya no quería escuchar, todo lo que estaba pasando era horrible; hace rato habían vendido a su compañero. Se sentía tan solo, Jacob grito y pateo a los alfas que lo tocaban pero al final todo fue inútil. Era tan triste ver como lo manoseaban y besaban a la fuerza en frente de toda la gente presente en esa maldita subasta, Jacob solo pudo gritar antes de caer desmayado. Era cuestión de tiempo para que el sufriera el mismo infierno.

— ¡Oye omega! ¿Cuál es tu nombre? Me gustaría saber que...

— ¡No te importa! —exclamó con lo poco que tenia de fuerzas. No soportaba la situación, estaba al borde del nerviosismo, mientras pueda se defendería. Sebastián lo miró con cara de pocos amigos, no era hombre de paciencia, claro estaba.

—Vaya...—susurró—. Me agradas, será conmovedor ver tu espíritu rudo doblegarse ante mí —Sebastián sostuvo la cara de Jean al punto de provocarle dolor en la mejillas por la fuerte presión—. Imagínate gritar mi nombre con esa dulce voz.

—Jodase.

— ¡Ja! —lo soltó.

Jean fue desatado de las cuerdas que lo apresaban, era su oportunidad en esos escasos, pequeños, muy pero muy preciados segundos de escapar. Empujó al alfa Bruno, jalando de sus pies lo tumbo por debajo de la tarima, golpeó a Mark con bastante fuerza (la que le quedaba), no parecía la de un omega mas no importaba, quería escapar y dejar a ese tal Sebastián con las ganas mientras se reía de él. Su emoción duró poco, pues se distrajo y no vio venir el golpe directo a su estómago por parte del mismo alfa que lo había comprado. Sus esperanzas se desvanecieron en el aire negro que comenzó a ver, se estaba desmayando.

—Me dará problemas, súbanlo al auto lo llevare a mi casa. 

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