Capítulo 3

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Son las cuatro de la madrugada cuando Olympia se desvela en mitad de la noche. Bufa y da mil vueltas sobre su cama, intentando volver a conciliar el sueño. Pero no puede dormir. Es algo que le suele pasar cada vez que está lejos de su hermana, como una especie de conexión entre gemelas. Aunque es extraño: Olympia sabe que queda muy poco para que amanezca, Skyler ya debería estar en casa, durmiendo en el dormitorio de al lado. Para asegurarse, se levanta y va hasta allí.

—¿Skyler? —susurra antes de entrar.

Pero no obtiene ninguna respuesta. Abre la puerta y entonces sus sospechas se confirman: la cama está vacía. El corazón le da un vuelco de repente. Olympia corre hasta su habitación y mira la pantalla de su teléfono móvil en la oscuridad, que por poco la cega: son las 4 y media. Marca rápidamente el número de teléfono de su hermana y espera impaciente, pero le salta el contestador.

—Soy Skyler, deja tu mensaje.

—Sky ¿dónde mierda te has metido? Como papá se entere de que todavía no has llegado, se enfadará muchísimo. Estoy preocupada. Llámame, por favor.

Bufa y comienza a morderse las uñas. Algo va mal, es raro que se pase tanto de la hora y encima no conteste a las llamadas, ya que siempre tiene el móvil encendido y no tarda ni diez minutos en contestar. Olympia espera sentada en la cama de su hermana un rato con la esperanza de que aparezca. Pero para su desgracia, nada de eso sucede. Y pasados veinte minutos, no puede aguantar más y va hasta la habitación de su padre para contárselo.

—¿Qué ha pasado? ¿Qué hora es? —le pregunta su padre con voz ronca mientras se frota los ojos.

—Papá, Skyler todavía no ha llegado. Son las cinco y no contesta a mis llamadas ni a mis mensajes.

Thomas se termina de despertar y salta de la cama. Los corazones de ambos ahora van a la misma velocidad. Olympia empieza a temblar al percibir el miedo de su padre. Intentan contactar con ella de nuevo, pero es imposible. Miles de mensajes se acumulan en su contestador, los minutos pasan muy lento y Skyler sigue sin aparecer.

—Tengo una idea —habla Thomas, y a continuación busca desesperadamente en su móvil—. Creo que es hora de leer sus mensajes.

Olympia iba a oponerse a ello por inercia, pero reflexiona y sabe que es la mejor opción. Tiene un mal presentimiento y lo único que desea es que su hermana aparezca, sea como sea.

Thomas introduce unos datos con letras y números muy extraños para poder acceder al móvil de su hija. Con las manos temblorosas, aprieta el botón de acceso y poco a poco cargan todos sus mensajes. Como esperaba, los últimos mensajes se los ha enviado a Harry. Padre e hija empiezan a leer con detalle:

HARRY: Por favor, Sky, vuelve (8:10)

SKYLER: No (8:12)

HARRY: Confía en mí, nena (8:13)

SKYLER: No lo hagas, joder, te lo suplico (8:14)

SKYLER: Esta noche: descontrol. Te quiero (14:04)

SKYLER: ¿Dónde estás? (23:25)

SKYLER: La próxima vez no me prometas nada que no vayas a hacer. Me iré sola (00:00)

Y ahí finaliza la conversación de ese mismo día.

—¿Que no haga el qué? —Olympia intenta comprender los mensajes. Analiza la hora de envío—. Esto fue por la mañana, muy pronto, justo un minuto antes de que comenzaran las clases. Es muy raro...

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