125 24 5
                                    

New era

Urie

Su primera semana en Nueva York había sido perfecta para él. O sea, que para las personas normales significó una semana llena de paz y muy silenciosa.

Las mañanas nubladas comenzaban muy tarde, así que ni se molestaba en tomar desayuno. Solo se duchaba, ordenaba un poco y luego iba a buscar el almuerzo al restaurante más cercano y económico de donde vivía.

Y cuando regresaba se la pasaba acostado mirando los autos correr y las personas transitar desde aquel balcón pequeño que tenía y eso lo relajaba, sobre todo cuando el clima se volvía más gris de lo que acostumbraba y algunas gotas de lluvia empezaban a aparecer.

Durante las noches, solo se dedicaba a explotar su potencial artístico hasta que le diese sueño o se quedara sin más ideas o material para continuar. Básicamente, siempre estaba observando y recopilando su entorno para extraer lo más exquisito y pintarlo después. Estaba fascinado con su trabajo y quería hacer eso por el resto de tiempo que le quedase en Manhattan.

Aunque no podía negar que estaba muy emocionado por ingresar a sus clases. No para hacer amigos, no, obvio no. Quería saber que sorpresas de lecciones tendría con sus profesores, saber quiénes le enseñarían a ver una nueva perspectiva y a mejorar aquel talento suyo. Una discreta sonrisa se asomó por su rostro. Eran raras las veces que ese sentimiento de emoción lo invadía, pero se volvía común desde que se mudó a ese continente.

Pero, se olvidaba de algo.

El viernes era aquella presentación que anunciaba aquel afiche pop art que lo cautivó por completo. Y a pesar de que fuese muy lejos de donde vivía, iría. Además, había oído hablar bastante de Brooklyn y su estilo tan underground; las calles llenas de graffiti que eran más que simples garabatos pues tenían mensajes de crítica social y finalmente, acerca de su arquitectura, que lo cautivaban y lo llenaban de inquietud artística.

Lo que no sabía es que encontraría más de lo imaginaba.

Quizás suene extraño para un joven que siempre ha tenido todo lo que quiso y tiene una situación económica tan envidiable que le haga falta algo.

Muchos hasta se preguntarían: ¿Que más podría pedir?

Porque muy al contrario de haber pasado episodios casi traumáticos como haber perdido a sus padres a temprana edad y creer que nunca más recibiría amor, su suerte jugó demasiado a su favor y pasó a ser primogénito de sus tíos empresarios, que lo adoptaron encantados porque siempre soñaron con tener un hijo; así que nunca le hizo falta ese cariño familiar. Por otro lado, en la preparatoria y en el conservatorio de Tokyo era conocido como el chico enigmático y silencioso que siempre andaba con audífonos; todas las mujeres morían por robar algo de su atención, aunque se tratase de una mirada de desprecio. A razón de estos hechos, Kuki ni siquiera sufría de carencias de amores estudiantiles o crushes de típicos adolescentes porque hasta los tenía de sobra y a pesar de ser algo soberbio, ni le importaba saber quiénes eran aquellas chicas.

Urie era confiado al extremo si se trataba de él y sus habilidades. Nadie podía herir su orgullo. Nadie podía decirle que él estaba mal, porque siempre hacía lo correcto y lo mejor. Era un chico modelo. Todos estaban orgullosos de él y que destaque en absolutamente todo, era irritantemente perfecto. Sin embargo, ni eso podía llenarlo por completo, porque era demasiado competitivo y casi siempre quería mejorar y crecer a pasos agigantados para seguir manteniendo aquella imagen de orden total y margen de superioridad sobre el resto.

Por todos esos motivos, es que trataría de ser el mejor pese a estar en un nuevo y desconocido continente. Ese era su nuevo reto.

[...]

Se cuestionó bastante cuando vio la entrada a aquel lugar.

Nunca había visto un sitio tan extremadamente llamativo de noche. Todo lleno de color y gente que parecía no importarle cómo iban vestidos porque entraban como si fuesen sus hogares al bar frente suyo.

Y antes de que pudiese reaccionar y dar la vuelta de regreso a su guarida, una mano con una manicura ridículamente excesiva se posó su hombro.

—Vamos cariño, el show empezará ya —Urie frunció el ceño tratando de entender porque aquel varón tan afeminado le hablaba si ni siquiera se conocían. Sacudió su cabeza para darse cuenta de donde estaba.

Él mirando como idiota aquel bar mientras el resto del mundo caminaba hacia el interior del lugar como si fuese lo más normal del mundo. Claro, obvio tendría que parecer un inadaptado social. Se golpeó mentalmente por sus acciones, pues ahora tenía que afrontar al homosexual al frente suyo.

—Nico, él parece nuevito —otra voz se asomó y no se pudo arrepentir más de haberse quedado ahí parado. Un chico tatuado por todas partes apareció y lo vio sin descaro alguno de arriba a abajo—. Déjalo en paz —habló otra vez para darse la vuelta y seguir a una mujer -o eso es lo aparentaba- pelinaranja y de buen cuerpo que aparentemente se reía de la situación.

—Adiós cariño —aquel "Nico" le guiñó el ojo y se fue moviendo sus caderas ante la perturbada expresión que Urie tenía. Eso definitivamente superaba en creces a todo lo extraño e incómodo que alguna vez en su vida en Tokyo había tenido que pasar.

Donde diablos estaba.

Necesitaba ayuda urgente y no parecía haber alguien normal dispuesto a socorrerlo.

Suspiró y entró decidido a tomar una cerveza helada. 

[...]

Ingresar a Brooklyn Feisty Life, en conclusión, nunca fue una buena idea cuando se percató que estaba en un lugar muy pride por decirlo así.

Pero no le podían recriminar por lo que estaba pasando ahora. Era culpa de ese afiche que era un obra de arte completa comparada con la basura que veía ahora, porque obviamente de ninguna forma eso era algo digno de apreciar.

Varones moviendo su boca haciendo un playback de mala muerte con ropas diminutas y bailes que no dejaban nada a la imaginación. Sí, eso sería su fobia desde hoy en adelante.

El alcohol en su sangre no ayudaba mucho tampoco. Así que llegó aquel momento donde su estómago no aguantaba tanto espectáculo y salió desesperado a regresar lo poco que había consumido en el día.

Cuando se reincorporó, tambaleó un poco. No estaba en todos sus sentidos y muy en el fondo de su subconsciente se preocupó por cómo regresaría hasta Manhattan.

Además que se sentía observado y eso lo alertó más.

Sin nada de discreción se giró y vio a una chica observándolo confundida.

American [[mutsurie]]Where stories live. Discover now