The Parallels

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Dicen que el mundo tiene, entre sí, un mundo paralelo diferente a este. Que por cada persona que hay en un mundo, existe su alma gemela en el otro, pero esto solo son historias que mi abuela me cuenta. La verdad es que nunca le creí, ya que el otro mundo parecía como aquel de fantasías. Ella dice que en aquel mundo, todos son de alta clase, no hay guerras y todos los sueños de las personas se cumplen. Donde yo vivo, tienes suerte su no te saltan en el medio de la calle. Todo es frío y oscuro y el índice de suicidios son un millón entre siete; siete días, no meses o años.

Estaba corriendo para mi casa con las bolsas de compra que llevaba para la abuela, cuando no tu un grupo de adolescentes de mi edad que estaban hablando y riendo en la misma esquina de mi destinación. Lo primero que hice fue desviarme al bosque en camino a la Zona Prohibida. Vi el signo de CUIDADO!, pero eso no me paro y seguí adelante. Cuando ya pensé que estaba a salvo, puse las bolsas entre dos arbustos y empecé a caminar hacia el horizonte. La noche fría estaba causando que unos guantes de escarcha se formaran en mis manos, así que las metí dentro de mi abrigo marrón para calentarlas.

Mientras caminaba, mi pie falso un paso y empecé a deslizarme. Ya cuando pensé que realmente iba a morir, caí en un arbusto. Cuando alcé la cabeza para ver mis alrededores, había una luz cegadora iluminando mi cara. Mis ojos no se podían enfocar bien y sentía como si mis retinas estaban siendo quemadas. Duré varios minutos en agonía antes de seguir mi camino.

¿Dónde estoy?, pensé. En vez de estar en el bosque parece que el barranco me llevo hacia un prado con flores y césped totalmente verde. Era como de película. Seguí caminando hasta ver a una persona sentada entre todas las plantas. Cuando me acerque más, me di cuenta que era un chico, con cabellos marrón corto, igual que el mío. A pesar de estar sentado me di cuenta que su estatura también era parecida a la mía. Él tenía una chaqueta blanca y parecía en calma consigo mismo.

Cuando di un último paso hasta llegar a él, pateé una roca que rodo hasta donde él estaba. El chico salto, sorprendido y empezó a buscar al culpable con ansiedad. Cuando finalmente se volteó a verme, no pude evitar jadear.

-¿Quién eres tú?- Preguntó, igual de sorprendido que yo.

-¿Quién soy yo, quien eres tú?- Le pregunté de vuelta.

El chico caminó hacia mí con su frente en alto, como si fuera a intimidarme. Empezó a mover cada parte del cuerpo, primero lento, después rápido, para ver si yo hacía lo mismo. Cuando alzó una pierna, lo tomé de los hombros y lo miré fijamente a los ojos.

-No hagas eso, pareces un imbécil.- Le dije. Él paró inmediatamente y me miró con cara de vergüenza.

-Me llamo Mikael, con kah.- Dijo, y extendió una mano, esperando a que le dé un apretón. Primero dudé antes de estrechar su mano.

-Michael, sin kah.- Le dije. Su cara blanqueó y si no hubiera caído por el barranco y me hubiera dado tanto, pensaría que esto es un sueño. Delante de mí, se para alguien que pudiera ser mi gemelo, excepto que este tiene todo igual a mí, cabello, gusto de vestir, color de piel, altura y hasta el lunar en la esquina superior derecha de la boca. Esta persona era yo totalmente.

-¿Dónde estoy?- Le pregunté, mirando el prado nuevamente.

-En el planeta Tierra.- Respondió, como si fuera obvio.

-Pues claro, pero antes de caerme hace unas horas, me encontraba en un lugar oscuro, donde no existe la luz como esta, es un mito.- Le aclaré.

-Mi abuela siempre me cuenta sobre ese mundo, pero pensé que era mentira.- Dijo.

Los dos nos quedamos en silencio por un tiempo, antes de sentarnos en el césped. Empezamos a hablar sobre todas las cosas que nos gustan, quienes nos rodeaban y sorprendentemente, llevaba una vida igual que la mía, excepto por su buena educación y no tiene temor de caminar solo por las calles. Se podía notar que a pesar de ser tan iguales, el ambiente donde él vive hace que sea más feliz y se sienta más en paz con sí mismo. Ya después de algunos minutos u horas, cuando el sol se estaba poniendo en el horizonte, era hora de irme.

-Mi abuela me debe estar esperando, pero ya que sé que existe este mundo, vendré seguido. Sera bueno escaparse de vez en cuantos de las maldades y la oscuridad que brinda mi hogar.- Le dije.

Mikael me encamino con una grande sonrisa en su rostro hasta el barranco. –Hasta aquí nos vemos, si quieres algún día te puedo visitar.- Propuso. Le hice señal de que no.

-No durarías ni un minuto allí dentro, te lo digo con toda mi sinceridad. Sigue en tu linda burbuja que hasta hace unas horas solo pensaba que era un mundo de fantasías. Es bueno saber que existe verdaderamente.-

Mikael no espero a que me fuera antes de empezar a caminar, rosando el césped alto con sus manos. De pronto, ese chico de mi altura se volvía cada vez más pequeño. Paró de caminar y se volteó para despedirse con un gran sonrisa desdentada. Su cara brillaba y su rostro y altura era de aquel de un infante.

No sé si fue un déjà vu, o si donde resido habían niños parecidos a Mikael, pero cuando volví a casa de la abuela, con la bolsa de compras en la mano y sin miedo de los chicos que estaban parados allí antes, me di cuenta que la carita de Mikael, era la misma que me estaba mirando frente a frente desde un retrato que se encontraba en la sala. En ese retrato estaba un niño, en un prado colorido, en los brazos de sus padres. En sus caras se veía la alegría de no tener que cargar con tantas pesadillas a la vez y solo por un segundo, el sol volvió a salir en mis ojos. Cada recuerdo de mi infancia aparecía y con él un segundo más de luz solar.

Ahora se, que por más oscuro que parezca todo, todos tenemos un niñito dentro de nosotros, esperando a salir. Es allí cuando finalmente te darás cuenta que no todo están oscuro y triste como parece. 

The ParallelsWhere stories live. Discover now