Uno de esos dias.

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Sábado. Cinco de la madrugada. Te acostaste hace más de cuatro horas y no puedes dormir. Ahí te das cuenta de que va a ser uno de esos días. Tal vez le estés dando vueltas a tu tema que no tiene ni solución ni importancia, tal vez tengas un mal recuerdo en bucle que no puedas quitarte de la cabeza. Tal vez tienes miedo e inseguridades que no logras controlar aunque lo razones.

Cuando vuelves a mirar el reloj son las ocho de la mañana. Habías prometido cambiar tu horario de sueño destrozado. Habías prometido que iba a cambiar esa alimentación tan irregular que llevas.

Pero a estas alturas te da igual esperar un día más.

Finalmente logras dormir algunas horas. No tienes sueños agradables, pero si tienes suerte no tendrás una pesadilla que te haga despertar súbitamente.

Once y media de la mañana. Suena esa alarma en tu móvil que pusiste para solventar aquel problema de horario. Pero ahora te da muy igual. "Cinco minutos más" que acaban por apagar la alarma tras dormir mal y pronto tres horas aproximadamente.

Una de la tarde. Tú padre/madre/familiar abre la puerta. Los rayos de luz te atacan y te sientan como centellas que golpean y te hacen perder el sentido. Poco a poco consigues vislumbrar algo: La cara de enfado y decepción que tienen al ver que has fracasado otra vez.

Pero ellos no saben que estás luchando por cambiar, que hoy iba a ser "Uno de esos días" donde podía cambiar todo. Te echan la bronca, te dicen lo malo que es para tu salud. Como si tú no supieses sobre este comportamiento autodestructivo.

Tras recordarte lo horrible que eres, decides descansar, que no dormir. Ya no vas a volver a dormir. No tienes ganas. No puedes tampoco. Simplemente te arropas con la colcha deseando que no pase nunca el tiempo, que puedas descansar un poco... Pero sabes que así no funciona. Tu cerebro tiene otros planes para ti: agobiarte. Darte esa sensación de angustia continua que no se va de ninguna forma. Ese es su plan y tú no puedes hacer nada por detenerlo.

Tres de la tarde. Aún no te has levantado. Oyes gritos de parte de tu familia porque no estás comiendo con ellos. Resuenan sus voces en toda la casa. Tal es su enfado que te reprochan que hacen la comida para nada.

No sabes si por cansancio, si por tristeza o por ira, decides que no vas a comer. Comer para qué. No tienes hambre. No tienes ganas de nada.  Solo quieres estar acostado.

Pero no puedes estarlo.

Te levantas de la cama y te pones cualquier cosa que tengas limpia por intentar convencerte que por vestirte y salir de entre las sábanas has hecho algo productivo ese día. Llevas sin comer a saber cuánto tiempo, y hasta en verano tendrías frío. Llegas al cuarto de baño a hacer tus necesidades y asearte: lavarte la cara, manos, peinarte... Y te miras al espejo.

Ves esas ojeras, esa sonrisa inexistente en tus labios, esos ojos apagados sin ningún tipo de esperanza ni deseo, y te preguntas que has hecho mal. No sabes por qué, pero todo es por tu culpa.

Podrían ser muchas cosas, pero no sabes que es, solo sabes a ciencia cierta que es tu culpa.

Has tardado tanto en bajar que tus padres te miran mal de nuevo.

"Toda la noche con el ordenador, normal que no tengas sueño" "todo el día comiendo porquerías, normal que tengas tan mal cuerpo"

Y los tragas. Los aceptas porque ellos no entienden que has perdido en la lucha por cambiar, que la tristeza ha vuelto a ganar la partida, que tu cansancio es un peso muerto que te arrastra en un círculo vicioso de dolor y pesar.

Ya no hay comida, llegas tarde. Quizás unas sobras. Vas a la cocina a ver qué hay. Lo último que quieres es cocinar. En cuanto te quedas solo tus ojos se vuelven llorosos. Tienes ganas de llorar, estás triste, y no sabes por qué. Sigues sin saberlo.

Decides no hacerte nada de comer más allá de la facilidad de un bocadillo o coger algo que meter en el microondas, y te lo comes allí mismo.

No quieres comer en el salón donde papá está viendo la tele y mamá sentada en el sofá. No quieres que te vean comiendo como un gato callejero al que le tiran algo que llevarse a comer. Decides quedarte allí, comiendo solo, en silencio. Solo se escucha algún ruido de la calle y tú masticar, aparte de esa voz en tu cabeza que te dice que eso está mal.

Mientras comes tienes la idea de mirar el móvil. Tienes unas pocas notificaciones: dos grupos en los que estás por compromiso, un conocido que te pide algo que no quieres hacer pero vas a aceptar porque no puedes decepcionar a nadie más, y algún mensaje que no tienes ni ganas de leer.

Dejas de estar en ayunas y vuelves a tu cuarto a hacer algo. Quizás hagas la cama por sentir que has hecho algo productivo. Quizás vuelvas a planear el poner aquella milagrosa alarma que podría cambiar tu vida, pero decides acostarte.

No duermes, sigues alerta. Ronda por tu cabeza la idea de que has hecho algo malo, que eres culpable de un crimen del que te estás juzgando y ni si quiera sabes cuál es.

Vibra el móvil. Alguien te ha preguntado cómo estás. Respondes con un "ahí voy". Tras unos minutos y un par de mensajes cruzados, la conversación ha terminado. No le has contado como te sientes. No quieres "buscar atención" ni "dar pena", pero en el fondo te encantaría tener ahí a alguien para hablar.

Un familiar entra en la habitación. Vuelven a ver a un humano desecho que ni estudia, ni trabaja, ni hace nada. Terminan por quejarse de ti y algo en tu interior salta. Comienzas a insultar y gritarles. Quizás te peguen por lo que has dicho, quizás te insulten a ti diciéndote cosas muy duras. Quizás te digan que esa tristeza es culpa de algo: videojuegos, no dormir, el horario, etc. Pase lo que pase, al cabo de poco tiempo te dejan solo.

Y ahora quieres llorar. Te sientes mal por haber gritado. ¿O es por otra razón? Estás demasiado confuso y con pesar para aclararte.

Cabe la posibilidad de que estés viendo series para no pensar, pero aparte de no enterarte de las serie, tampoco mejoras.

Diez de la noche. Tus padres no quieren saber nada de ti. Se han largado o están cenando y ni si quiera te han preguntado. Sin contar ese bocadillo, no sabes cuánto llevas sin probar bocado. Necesitas algo que te sienta bien, algo sano. Pero somos lo que comemos, y para ti mismo, eres basura.

Comes algo precocinado. Sabe bien, pero no es comida casera. Vuelves a comer alejado de tus padres, y terminas por volver a tu cuarto.

Más series que ver, más cosas que pensar. Miras el móvil. Te han preguntado cómo estás. Dices que mal en un arrebato de sinceridad. Te preguntan por qué.

"No lo sé" es la respuesta que das. Te preguntan si eso es posible, no saber por qué estás mal. Vuelves a decirlo: "Es que no lo sé". Tras un rato, la conversación muere.

Lo que es el fin de la conversación con esa persona se convierten en el inicio de una conversación interna contigo mismo. ¿Se terminarán alejando de mi? ¿Les he molestado con lo horrible que soy?

Intentas no pensar en ello, pero te carcomes la cabeza. Sin darte cuenta son las dos de la mañana.

Estás harto de tu vida, no has bebido agua salvo quizás la noche anterior, y dices que esto no puede seguir así. Tienes un atisbo de esperanza, pero sabes que continuará igual.

Derrotado, vuelves a poner esa alarma a las 11:30, a esa hora prudente que te permita dormir un poco.

Pero sabes en el fondo que simplemente será uno de esos días.

Minirelato 5: Uno de esos días.Where stories live. Discover now