43 (EDITADO)

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Leah Hamilton

—Iré por algo de beber —digo, alzándome un poco sobre la punta de mis pies para poder hablar en el oído de Mateo, ya que no podría escucharme de otra manera por el volumen de la música, y porque quiero tenerlo mas cerca—. Quédate por allí, regreso enseguida.

—Estaré en los sofás —dice y no puedo evitar arrugar mi rostro con asco en dirección a su cuello al imaginar la cantidad de fluidos que se han instalado allí para este momento.

—Olvídalo —niego con mi cabeza, rozando un poco su mandíbula con mi mejilla—, para este momento deben estar llenos de toda clase de fluidos, pero si tu te quieres sentar sobre un montón de líquidos no identificados, bien por ti.

—Puedes sentarte sobre mi —sugiere con su linda voz ronca, y me quedo completamente en shock. ¿Realmente acaba de decir eso? Las mariposas de mi estomago parecen convulsionar con las palabras de Mateo—. ¡Digo, para que no tengas que sentarte sobre todo los fluidos! Porque dices que están muy sucios, aunque no creo que lo estén realmente, muchas de esas parejas han subido a las habitaciones y no creo que hayan dejado mucho por allí y...

Estallo en sonoras carcajadas para poder interrumpirlo, sé que es tener un ataque de verborrea porque me ha pasado varias veces mientras hablo con él y tengo una idea de lo desagradable que se puede sentir uno, luego de que empieza a analizar todo lo que salio de su boca. No sé como mi mano termina en su pecho, pero no me quejo.

—Solo quédate por allí —le indico entre risas, para luego darme vuelta y empezar a empujar a los bailarines para poder abrirme paso hasta la cocina y su extraordinaria fuente de cervezas ligeras.

Acabo de descubrir que no puedo pasar por tanto tiempo los otros tipos de cerveza, lo que es un milagro porque no hay otra clase de bebida en toda la casa. Tomo un par de vasos rojos del montón limpio apilado junto a la dispensadora de cervezas y los lleno hasta el tope, mientras dejo que mis pensamientos divaguen en como se ve Mateo y en todas las expresiones faciales que le he visto hacer, que me resultan irremediablemente adorables.

Termino de llenar los vasos y me doy la vuelta para salir de la cocina, pero no he avanzado un par de pasos en esa dirección cuando alguien se interpone en mi camino, provocando que casi nos tire los dos vasos de cerveza encima.

—¡¿Que rayos te pasa?! —exijo saber, mientras algunas gotas de cerveza caen al suelo y manchan un poco de mis zapatos.

—Lo siento —dice una voz cínica y sarcástica—, no te vi. ¡Ups!

Alzo la vista y me encuentro con la ultima persona a la que quería encontrarme hoy. Y yo que pensaba que la noche estaba yendo de maravilla, solo faltaba esto.

—Deberías comprarte unos lentes entonces, Maggie —digo, mientras la fulmino con la mirada (si, Wattpad me calo hondo) por su descarada mentira—. Caminaba por aquí antes que tu.

—Creo, querida, que la que debería conseguir lentes y mejorar su visión es otra —dice, sonriendo como una cobra venenosa.

¿Las serpientes sonríen?

—Yo no soy la que se le atraviesa a las personas sin razón aparente —replico, dejando las cervezas en la barra para poder revisar mi vestido y asegurarme de que no me haya caído ni una gota en la tela.

—¿En serio crees que me refiero solo a eso?

—Entonces suéltalo, Maggie, que no tengo tiempo para esas indirectas a las que llamas «muestras de ingenio».

RP1: AmnesiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora