Lost Her

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Todo el Olimpo sabía que los dioses, por más omnipotentes que sean, tenían problemas que no podían evitar.
Los gritos, las peleas y los reproches podían escucharse en cualquier rincón, desde el pabellón de ensayo de las nueve musas, hasta las forjas de Hefesto.
Pero los silencios eran peores.

Cerca del templo de Zeus, se distinguía a dos figuras: el más grande era un varón, con cierta aura roja, que se mantenía erguido a un lado de la figura más baja, que se encontraba dándole la espalda.
La figura más baja se habría podido confundir con Atenea, por su armadura o con Hera, su madre, por el distinguido porte que tenía.
En su semblante estaba rodeado por la fría seda de la indiferencia. Y no era para menos, su adultero marido había cruzado la línea.

-Jamás serás ella- pronunció Ares hacia la que era por obligación su esposa. La diosa de la guerra ni se inmutó, sabiendo que todos los dioses eran adulterous. Ya buscaría como maldecir después a la amante de su marido en turno.

-La amo, Enio- la sinceridad del dios solo provocó un leve desconcierto en su esposa - Afrodita es...

Su semblante cambio. Así que todo este tiempo, Ares hablaba de la diosa del amor. Su rostro ya no reflejaba  rabia contenida, sino un puñado de lágrimas silenciosas. Cuando el quiso acercarse, Enio retrocedió.
-Nunca te roge que me quisieras- hablo ella con voz firme. Volteo a ver a quien era su contraparte, con la expresión de estar viendo a un desconocido.
-Ojalá ella te ame. De verdad.
Porque tenías a alguien que te amaba, pero ¿quieres saber algo? la perdiste.

Y Ares no comprendió que había perdido a Enio.

Tal vez para siempre.

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