Capítulo diecinueve.

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Narra Diane

Una ola de viento me golpeó la cara, mi pelo se agitó violentamente con aquel remolino de aire fresco. Instintivamente froté mis brazos para proporcionarme calor. En la azotea, el descenso nocturno de la temperatura era más prominente.
Prácticamente, y después de hacer una discreta llamada a recepción en la que pude escuchar varias cifras numéricas, Louis me empujó por el pasillo hasta meterme en el ascensor, pulsó el botón con el número más elevado y este subió hasta dejarnos frente a una puerta de cristal que daba la bienvenida a la piscina exterior del hotel; junto a ella un mozo que nos sonrió y nos dió las buenas noches antes de desbloquear el cerrojo y darnos paso. Se esfumó al instante.
No sé qué hacíamos allí, desconocía los planes de mi acompañante, pero un baño a tales horas de la madrugada no era mi capricho.

-¿Qué hacemos aquí? –titubeé, visualizando la tan bonita y delicadamente iluminada azotea-, ¿Vas a tirarte al vacío? –intenté hacer una pequeña broma.

-Quizás al final de la noche... -contestó, con aire convencido. Le dediqué un gesto de miedo y molestia, él rió-. No te preocupes, no te dejaría sola –guiñó un ojo. Escondí una sonrisa-. ¿Te apetece beber algo? –inclinó un brazo, guiando mi vista hacia un lateral de la piscina, donde un fino camino de pétalos moría a los pies de una pequeña mesa redonda. Un mantel del más inmaculado blanco la vestía, y una cubitera de brillante plata acunaba una botella. ¿Y tanto detalle?

Caminamos hacia ella. El asombro no se iba de mi cara.

-¿Y esto? –deslicé los dedos por el cuello húmedo de la botella de Laurent Perrier.

Louis sacó al champagne de su baño helado y procedió a descorcharlo. El corcho voló por encima de nuestras cabezas.

-Pedí algo para tomar mientras charlábamos, pero no esperaba que lo fueran a montar así –llenó delicadamente ambas copas-. Imaginarán que mi plan era sacarte un anillo –los dos sonreímos incómodos, quizás no fue su mejor frase después de todo.

Me ofreció una copa, en cuanto envolví el fino cuerpo de cristal con los dedos, Louis arrastró una de las sillas y me invitó a sentarme. Cogió la otra, ubicada en el lado opuesto de la mesa y la dejó a mi lado para sentarse él.
Dio un trago a su copa y yo hice lo mismo. El sabor ácido del champagne no era mi debilidad, pero era alcohol, lo necesitaba para soportar la situación.
Estábamos a pleno aire libre y sin embargo sentía que me ahogaba.
No lo comprendía, habíamos estado pegados un rato atrás, viendo una película, pero era ahora cuando me inquietaba su cercanía. ¿Sería la ambientación creada por los del hotel?
Eché una ojeada a Louis. Del bolsillo interior de su chaqueta había sacado las herramientas necesarias para fabricarse un porro.
Parece que no soy la única que necesita relajarse.
Observé el proceso en silencio; cómo deshacía el cogollo en su grinder, cómo mezclaba el producto con un pellizco de tabaco y lo mezclaba todo antes de envolverlo en un papel y liarlo...

-Bueno y... ¿Qué tal te va todo? –dijo sin mirarme, dando una calada a su ilegal capricho.

-Bien –contesté escueta, todavía sin ánimos de hablar-. ¿Y tú qué tal?

-Bien –musitó, con el humo escapándose de entre sus fino y perfectos labios.

Y la conversación murió en ese punto.
Maravilloso. Parecíamos críos en su primera cita.
No. Parecíamos ex reencontrándose tras una dolorosa ruptura.
¿En serio eso era todo lo que teníamos que decirnos después de tantos años? ¿Un "hola, qué tal"?
Me quejaba, pero tampoco abrí la boca para sacar un tema del que poder debatir.

Optamos por mirar el juego de luces de las calles italianas, fundirnos en el eco de los escasos coches que transitaban la carretera y finalmente alzar la vista al cielo y contar las pocas estrellas que la contaminación lumínica dejaba apreciar.
Quiero irme.

Remains {Louis Tomlinson Fan Ficción} Where stories live. Discover now