~CAPÍTULO 23~

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~CAPÍTULO 23~

~PRIMEROS PASOS~

—¿Tú crees que vaya?

—No lo sé, quizá, ojalá lo haga.

—¿Y se darán besitos?—Nao cerró los ojos y estiró los labios.

—Cállate. Quiero que él comience a vivir, a dejar esos miedos atrás.

Ella me sonrió—¿Y luego qué?

—Nada, seguirá siendo mi amigo—me encogí de hombros.

Nao bufó—Amigo el ratón del queso, ustedes dos se traen algo.

—No nos traemos nada Naomi, sólo somos amigos.

—¿Los amigos se besan?—Preguntó ella apagando la caminadora.

Me quedé callada.

—Porque somos amigos y yo no los estoy besando a ustedes, a menos que tú quieras que te bese.

—Alejen sus lesbianidades de mi vista, yo sólo veo hombres besándose—Gritó Carson desde las pesas.

—¿Quieren parar? La gente nos está viendo.

—Yo solo preguntaba, tú dices que eres amiga de Thomas, pero los amigos no se besan.

Ella hizo la mueca esa que tanto me molestaba, era una de “Pilla, yo sé qué quieres mambo”

—No lo digas.

—Tú quieres mambo.

Y ahí estaba.

—Como sea, ya debo irme, voy a casa a buscar a mis hermano y luego debo ir a casa de Thomas.

—Anda, anda no hagas esperar a tu Romeo… O debería decir Rapunzelo, por eso de estar encerrado.

Ellos rieron y chocaron los puños.

—Son unos desgraciados.

—Es broma bebé, anda ve con tu príncipe azul—Carson me empujó hasta la salida del gym.

Me despedí de ellos y comencé a caminar a casa, la verdad es que ellos tienen algo de razón, algo pasa entre Thomas y yo ¿Pero, qué?

No sé qué es eso que me llama de él, sólo sé que quiero ayudarlo, que salga, que explore el mundo y que comience a vivir fuera de esas paredes.

Pero ¿Qué parará después de eso?

¿Dejaremos de hablar?

¿Ya no seré importante para él?

Deje esos pensamientos en lo más profundo de mi cabeza. Si Thomas se recupera esa sería una alegría inmensa, da igual lo que pase después.

Al llegar a casa, subí a mi habitación me di una enorme ducha, me coloque una ropa fresca ya que el día estaba tremendamente caluroso y de nuevo bajé, los demonios estaba peinados y cambiados. —La otra semana vendrá una chica a cuidar a tus hermanos—dijo mi madre mientras terminaba de peinar a Mathias.

Yo alcé los brazos y mire al cielo.

—¡Gracias!

—Que mala eres—ella rió—pero te lo paso porque estoy de buen humor.

—¿Y eso? ¿Papá te dio algún obsequio?

—Ojalá, pero no. Es lo un paciente, en estos meses ha estado cambiando para bien, antes no podía ni hablarle, pero ahora me cuenta su día con mucha alegría y cada vez lo veo con más ganas de recuperarse.

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