Leah

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Estaba en Port Ángeles comprando un poco de ropa, y chucherías que le llamaran la atención; escuchó un leve gruñido. Alzó la vista, se encontró con la mirada de unos ojos color, chocolates oscuros. Era una hembra de piel canela, la veía recelosa, y la parecía querer atacarla. Ella olía a perro. La chica la olisqueo y frunció la nariz de disgusto.

 La chica la olisqueo y frunció la nariz de disgusto

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— ¿eres Hermione?

Preguntó la hembra de una forma brusca. Hermione dejó a un lado las playeras de algodón, para ponerle atención aquella mujer.

—sí, Hermione Cullen. ¿Tú eres? —extendió la mano, pero la chica no hizo ningún intento de querer tocarla. Bajó su mano un poco incomoda.

—Leah —contestó.

—eres de la manada. ¿Verdad? —preguntó no tan segura.

—sí, y vengo para hacerle un favor a mi amigo, Jacob.

Hermione se sintió nerviosa. No quería tener esta charla. Miró por todos lados en busca de una salida... suspiró derrotada, ya llevaba un rato evitando esto.

— ¿quieres ir a tomar un poco de té o café? —ofreció siendo una buena anfitriona.

La hembra pareció debatirlo y al final asintió. Fueron a una cafetería que estaba cerca de la bahía. Hermione pidió un té con varios postres. Leah solo un café expreso.

Hermione decidió abrirse a esta persona desconocida, no podía hablar de esto con su familia porque Edward rápido se enteraría. Y entre vampiros era muy difícil guardar secretos teniendo a Edward como lector.

—aun no estoy lista, aun me duele verlo. Incluso empiezo odiar mi condición —comentó Hermione con un suspiro abatido y resignado—. No puedo verlo todavía —lo había dicho.

—Jacob necesita verte —recalcó Leah sin sentir empatía por la chica.

—Lo sé, —dio una leve sonrisa—. Hace unas semanas yo estaba haciendo todo lo posible para encontrarlo, y ahora el me busca. ¿Irónico no?

La mujer en encogió los hombros con indiferencia. Dio un sorbo a su café.

—Pareces una humana normal —cambio de tema. La impronta de su amigo parecía afligida.

—pero no es así. A los ojos humanos somos normales, pero nosotros mismos sabemos que somos. Si fuera normal no me daría comezón la nariz al estar cerca de ti. Y tú no sentirías repulsión a mi olor. Seriamos dos personas normales compartiendo una bebida...

Leah le dio la razón. Ella odiaba en lo que se convirtió. Odiaba que su novio de años la dejara por su prima, aun le dolía recordar las palabras de Sam:

"no puedo hacerte feliz, me he enamorado de alguien más" "Leah no lo hagas más difícil"

¿Y sus sentimientos? ¿Sus anhelos? ¿Acaso no le importaron?

Tan solo cuatro y existoWhere stories live. Discover now