II

2.9K 286 71
                                    


NOTA: Hola mis hummons❤️. Esto es para ustedes. Leo sus comentarios. Los quiero.

Capítulo 2:

La rehén


Me puse rígida y me separé poco a poco de él. Miré a mi alrededor. Todo el campamento dormía, excepto algunos hummons que rodeaban en el límite, haciendo guardia con armas en sus manos.

Mis ojos se conectaron con los de Theo.

―Ya lo sabes. No podía quedarme sentada mirando por la ventana ―murmuré, queriendo verme determinada.

Theo gruñó y su mandíbula se apretó.

―Esto puede ser lo más estúpido que hayas hecho en tu vida. ―Sus ojos pardos chispearon―. Sabes todo lo que nos costó ponerte a salvo.

―Es mi madre. ―Lo miré con expresión obvia.

Cambió el peso de sus pies.

―Te prometí que la salvaría. ¿Por qué no pudiste confiar en mí? ―Su mirada ardió con un toque herido.

―Es mi madre ―repetí―. No puedo confiar lo suficiente en nadie para eso. ―Me removí sobre mi peso. Theo suspiró y bajó la vista, evidentemente furioso. Giraba un arma que tenía en la mano―. Mi poder debería servir de algo. Para salvarla, por ejemplo.

Theo se pasó la lengua por sus labios marcados. Estaba intentando encontrar paciencia. Paciencia que no tenía.

―¿Sabes qué podría servir? ―Subió su mirada lentamente hacia mí, acechante. Su intento por calmarse no estaba dando resultado―. Que no te pusieras en riesgo como una irresponsable. Por intentar ayudar, podrías arruinarlo todo. Todo.

Entendía eso, pero era mi madre. ¿Qué otra maldita cosa esperaba?

Me incliné en la carpa para entrar con Hannah y dejarlo solo con su furia, pero cuando abrí el cierre, la encontré vacía. Una sensación amarga bajó por mi garganta.

―¿Y Hannah?

―No sé. Tú la trajiste, ¿no? Deberías cuidarla mejor, ya que tienes tu propio plan y todo. ―Enarcó una ceja.

Una corriente irregular y desagradable me subió de las manos a los brazos, y de los pies a las piernas. Estábamos en un campamento de Atanea, pero eso no quitaba que hubiese rufianes asquerosos metidos ahí, como Thomas.

Comencé a buscarla por los alrededores, llamándola en gritos susurrantes. Theo siguió mi paso andando a sus anchas, con su cuerpo armónico balanceando el arma que ahora llevaba colgando de la espalda.

―No puedo creer que les hayas dicho que el rey te envió aquí en una misión secreta ―comentó con una carcajada seca. El enojo iba a durarle mucho, supuse―. Y peor aún, no puedo creer que estos inútiles que te hayan creído.

―¿Hannah? ―La llamé entre los baños químicos, ignorando a Theo. No hubo respuesta.

Me puse más nerviosa. Ella había ido por mí, si algo le pasaba..., sería mi culpa.

Theo resopló a mi lado.

―A Hannah se la llevaron para devolverla a donde pertenece, con los otros psíquicos, a su reino. Se ha marchado con dos guardias antes de que volvieras.

Me giré en redondo y arrugué la nariz. La rabia acaloró mis pómulos.

―¿Y ahora me lo dices? ―espeté acercándome más a él―. ¿Qué quieres? ¿Qué me preocupe y me sienta mal? Pues lo hago. ―Di un golpe al aire―. Pero deberías darte un segundo para ser empático y entenderme, aunque sea un poco. Es mi mamá. No doña Juana desconocida.

Princesa de sangreWhere stories live. Discover now