;poco a poco

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—JiMin, eso es infantil como el demonio.

A mi lado, TaeHyung chista con esa irritante nota de diversión que jode mi estado de ánimo. Que ya esta jodido, si vamos al caso.—Corrígeme si me equivoco, pero ¿malditamente pedí tu opinión?

Él silba, corto y estresante. Sonríe con esa mueca cuadrada que tiene y aunque es encantadora, mi paciencia y habitual buen humor no la aprecia. No esta noche, y lo sabe, pero eso no le impide que continúe tirando de mis nervios flojos.

—Hombre, en serio, son como niños mirando quien se presta la crayola primero.—engulle un sorbo considerable de su botella de cerveza sobre la barra, conmigo listo para robarla.—Tienes que reconocer que esta vez, el exagerado eres tú.

—Me importa tres hectáreas de mierda si estoy exagerando o no.—hastiado de su gracia lenta, deslizo ese pequeño pedazo de alcohol necesario para calmar mi noche de sus manos y la riego en mi garganta de golpe antes de volver hablar.—Él va a tener que venir arrastrándose a disculparse.

—Que conste que me debes una.—señala con un movimiento la botella vacía que dejo a un lado. Sabe que no me importa.—Honestamente, no estoy seguro de si alguien en este siglo sigue jugando a dar la condena de silencio por algo tan estúpido.

Dulce Luna, que alguien le cierre la boca antes de que termine empujando su taburete fuera de mi vista.

—¿Sabes que es estúpido?—rezongo, con mi sonrisa brillante y torcida.—Que sigas esperando que NamJoon vuelva los ojos hacia tu flácido trasero.

Por supuesto, TaeHyung es imperturbable. Así que el recordatorio de que el tipo al que lleva siguiendo desde hace casi un año no le haya dado ni la hora, no iba afectar su pulcra y molesta postura.—Tu sentido del humor es pésimo, tal vez por eso JungKook prefirió olvidar su ritual de gorilas del viernes por una follada.

Directo al nervio, de nuevo. Aquí, el imbécil de mi compañero de piso.

—Voy a recordarme pedir un cambio de apartamento el mes que viene.—no soy capaz de seguir discutiendo con él, así que me desinflo en mi asiento como un globo viejo.

—¿De verdad vas a esperar que llegue arrodillándose cuando has estado ignorándolo desde hace cinco días?

Volteo a mirarlo. Fijo. Dos segundos después, contesto simplemente.—Sí.

Su rostro me devuelve la intención, serio cuando vuelve hablar.

—Veinte dólares a que lo hace antes de la media noche.

Parpadeo. Alzando la mano para llamar al jovencito de primer año que esta haciendo de barman hoy, arqueo una ceja mientras clavo la mirada en la burlona suspicacia de TaeHyung.—¿Qué es ese golpe de confianza?

—Son jugadores de fútbol americano. Ambos se registran entre las etiquetas de bestias, intensos y orgullosos.—inclina su cabeza, los mechones castaños brillantes ruedan sobre sus ojos astutos oscuros.—Sin embargo, si alguien tiene que definir la debilidad de JungKook en una palabra, esa sería tu nombre.

Los músculos de mis hombros se ponen rígidos, tensos tirantes.—¿Qué?

TaeHyung rueda los ojos con gracia, como si estuviera cansado de repetir que dos más dos es cuatro.—Estoy diciendo que el cielo puede estarse cayendo, los pandas extintos y el porno borrado, pero el tipo no puede dormir tranquilo si están peleados. Jodidamente te adora, JiMin, JungKook podría vender uno de sus riñones por ti. O ser gay. Y tan bien sabes que tanto como te quiere, también daría su testículo izquierdo por un coño.

Be, oh sweet ➢ KookMinWhere stories live. Discover now